Si os
fijáis, “nuevo orden mundial” es una expresión
que no uso nunca. La razón es que, aunque ya se ha implantado una nueva
mentalidad en nuestras sociedades del siglo XXI, no se ha implantado todavía un
nuevo orden internacional.
La nueva
mentalidad lleva años calando en los intelectuales, en los medios de
comunicación y en los políticos. Solo en los últimos años hemos visto como
imponía sus tesis en el ámbito legal, restringiendo la libertad, llevando a los
tribunales por delitos de opinión. Por supuesto que esta restricción de
derechos se lleva a cabo en nombre de la libertad. Cada nueva restricción se
realiza para ampliar la libertad o para defenderla.
Cada
ataque, por supuesto, se realiza bajo la bandera de la defensa. Se subvierte,
completamente, el concepto de ataque y defensa. El agredido se convierte en
agresor en el discurso de esta nueva mentalidad. Esta dinámica, por supuesto,
no tiene final.
Pero el
cambio de mentalidad y las primeras leyes de este tipo no conforman un nuevo
orden mundial. Sería erróneo afirmar tal cosa. Una cosa es la mentalidad; y
otra, el orden social. Ciertamente, esta nueva dictadura de las ideas
conllevará una dictadura social, en el futuro. Pero
ese nuevo orden todavía no se ha implantado. Sin duda, llegará, pero el orden
actual es el antiguo.
Cuando, entre la élite, triunfaron las ideas de la Ilustración, se tardó
todavía tiempo en que eso cristalizara en un nuevo orden social. En la época de
Voltaire, todavía existía el antiguo orden. Un tiempo después la nueva mentalidad
sí que creó un nuevo orden social. Lo mismo pasa ahora. No dudo de que ese
nuevo orden llegará, pero ahora mismo no se puede hablar de que vivimos en un
nuevo orden.
Todos
sabemos que la nueva dictadura que se
implantará en las democracias occidentales lo hará en nombre del antifascismo,
siempre tendrá en su boca las palabras “respeto” y
“tolerancia”. Se enviará a prisión en nombre
de la libertad.
Resulta
un hecho indudable que la mayor de vídeos sobre el nuevo orden mundial que se
pueden encontrar en Youtube son fantasías de dieciochoañeros que creen que el
mundo se puede dominar con planes que parecen sacados de una película del Dr.
Maligno.
No
tendría mayor trascendencia esa abundancia de vídeos fantasiosos si no fuera
porque un pequeño tanto por cierto de católicos y evangélicos se los están
creyendo. Conviene recapitular la situación actual para recobrar una cierta
visión sensata de las cosas:
—ahora mismo no hay un nuevo orden mundial fruto de una conspiración.
—prácticamente todas las teorías de la conspiración son falsas.
Tampoco
me atrevo a afirmar rotundamente que todas son falsas. Una mentalidad racional
no puede descartar que haya alguna verdadera que yo, desde luego, no conozco.
Los pastores deben centrarse en el anuncio del Reino. Debemos anunciar
la Buena Nueva, no dedicarnos a ser pregoneros de teorías. Con la excusa de
querer defender el Evangelio, no podemos caer en el vicio de predicar algo que
no sea el Evangelio.
¿Hay que advertir a los fieles? Aquello
de lo que hay que advertirles ya está contenido en la Palabra de Dios. Si
predicamos acerca de las Escrituras, allí están todas las advertencias. Pero si
pienso que debo concretar en el ahora las advertencias bíblicas, fácilmente me
puedo encontrar predicando un mensaje humano y solo humano. Pensamos que los
demás se equivocaron al caminar en unas laderas tan resbaladizas, pero que yo
no lo haré. El mero hecho de caminar por esas laderas ya resulta una
insensatez.
En la
Palabra de Dios, ya está expresado lo que hay que afirmar, lo que hay que
negar, acerca de lo que hay que advertir. Las Escrituras son expresión: y expresión también de la negación.
La
predicación, ante todo, es afirmación. Es más fácil de lo que parece creerse en
un apóstol de los últimos tiempos y llegar a la convicción de que yo debo
predicar lo que otros callan. Olvidando, así, que puedo acabar predicando un
contenido completamente personal, humano, falible. Hay una diferencia radical
con el que predica una síntesis personal, sí, de la lectura y meditación de la
Biblia. Pero una síntesis personal de que escucha y se somete a esas
Escrituras. En ese caso, la predicación será humana, pero embebida de lo
Divino. Será, por supuesto, una predicación falible, pero con el deseo de
transmitir un mensaje que proviene del Infalible.
Una predicación humana y mala puede estar repleta
de versículos de la Biblia. Una predicación acerca de lo Divino puede ser una
síntesis completamente personal en la que no se mencione ni un solo versículo
de la Biblia.
P. FORTEA
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