Hoy en día, viviendo bajo las restricciones de las
cuarentenas de COVID-19 en muchísimas naciones, hemos descubierto otra vez que
somos vulnerables no únicamente como individuos, sino como naciones. La salud y
las economías se pueden perder repentinamente, en un momento. Necesitamos la
esperanza para hacer frente a los grandes desafíos actuales.
Uno de los grandes pensadores del Siglo XX fue el Dr. Viktor Frankl, un
psiquiatra judío austriaco. Fue el fundador de la tercera escuela psiquiátrica
de Viena, la Logoterapia—es decir, la terapia que busca sentido en la vida.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Frankl y toda su familia judía fueron
enviados a los campamentos de concentración.
Según Viktor Frankl, en el
campamento, no fue descomunal que otro prisionero fuera donde el para decir: “Doctor, casi me suicidé anoche.” El, con mucho
cariño, le preguntara: “¿Por qué no te suicidaste
anoche?” Con un poco de reflexión, casi siempre el preso tenía una razón
importante: regresar a su esposa, o hijos, o
completar un manuscrito, etc.
Cuando hay “el Por qué,” casi siempre
la persona puede encontrar “el Cómo” de
sobrevivir, aun en circunstancias horribles. Y cuando no había “el Por qué,” aquellos presos emaciados y
maltratados pudieran morir fácilmente dentro de un día.
Hablando de la gente de su generación, el declaró en su libro El Hombre
en Búsqueda de Sentido: “Esta ha sido la más infame
de todas las generaciones. No obstante, entre mi generación también había
personas que fueron a las cámaras de gas con las palabras de ‘Shema Israel,’ o
‘Padre Nuestro’ en sus labios.”
Frankl no habló inicialmente con sus pacientes de la religión en sus
reuniones. Sin embargo, al tocar del tema del sentido de la vida, con mucha
facilidad se abrió el dialogo a la dimensión espiritual y el hablar sobre Dios.
LA ESPERANZA, TAN ESENCIAL PARA NOSOTROS, ES UN DON
DE DIOS:
“… Que el Dios de esperanza los llene de todo gozo
y paz en el creer, para que abunden en esperanza por el poder del Espíritu
Santo.” (Romanos 15:13).
“Tres cosas hay que son permanentes: la fe, la
esperanza y el amor; pero la más importante de las tres es el amor.” (1 Corintios 13:13)
Por definición, Dios es Amor: “Dios es amor,
y el que vive en el amor, vive en Dios y Dios en él.” (1 Juan 4:16)
Y nuestra respuesta al don de amor de Dios es nuestra Fe. Y el ancla de
la fe es nuestra esperanza:
--“…Dios quiso mostrar claramente a quienes habían
de recibir la herencia que él les prometía, que estaba dispuesto a cumplir la
promesa sin cambiar nada de ella. Por eso garantizó su promesa mediante el
juramento. De estas dos cosas que no pueden cambiarse y en las que Dios no
puede mentir, recibimos un firme consuelo los que hemos buscado la protección
de Dios y hemos confiado en la esperanza que él nos ha dado. Esta esperanza
mantiene firme y segura nuestra alma, igual que el ancla mantiene firme al
barco.” (Hebreos 6:17-19)
Si realmente creemos en las promesas de Dios en la Biblia, podemos creer
que a Él le interesa todos los detalles de nuestras vidas personales:
--“Cristo nos rescató de la maldición de la ley
haciéndose maldición por causa nuestra, porque la Escritura dice: ‘Maldito todo
el que muere colgado de un madero.’ Esto sucedió para que la bendición que Dios
prometió a Abraham alcance también, por medio de Cristo Jesús, a (nosotros) los
no judíos; y para que por medio de la fe recibamos todos el Espíritu que Dios
ha prometido.” (Gálatas 3:13-14).
Las bendiciones de Abraham incluían la protección, la provisión, la
salud y el éxito. Pero estas bendiciones no le llegaban sin lucha y sin
reveces. Igual con nosotros. No obstante, la voluntad de Dios es que seamos
ganadores en la vida:
--“…y que Él nos llevara siempre en victoria” (2 Corintios 2:14 ),
Sin embargo, la Biblia no promete que los creyentes en Jesús viviremos
sin tribulaciones; todos pasamos por reveces y tragedias reales. Sin embargo,
--“Pues por Cristo hemos podido acercarnos a Dios
por medio de la fe, para gozar de su favor, y estamos firmes, y nos gloriamos
con la esperanza de tener parte en la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que
también nos gloriamos de los sufrimientos; porque sabemos que el sufrimiento
nos da firmeza para soportar, y esta firmeza nos permite salir aprobados, y el
salir aprobados nos llena de esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque
Dios ha llenado con su amor nuestro corazón por medio del Espíritu Santo que
nos ha dado.” (Romanos 5:2-5)
Creer activamente en Cristo significa que no vivamos en vano, y que
nuestra fe y esperanza le importan a El:
--“¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por
medio de nuestro Señor Jesucristo! Por lo tanto, mis queridos hermanos, sigan
firmes y constantes, trabajando siempre más y más en la obra del Señor; porque
ustedes saben que no es en vano el trabajo que hacen en unión con el Señor.” (1 Corintios 15:57-58)
Yo nací en los EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial y, cuando fui a
la escuela primaria, había unos condiscípulos cuyos padres fallecieron en la
batalla de Normandía, en su primer día de combate. Y décadas más tarde, tuve en
el Perú un amigo, Martin Singer, un judío norteamericano que combatió durante
años en la Segunda Guerra Mundial. Él tuvo el honor de abrir las puertas de
unos campamentos de concentración y dejar en libertad a sus correligionarios.
Reflexionando sobre Martin, quien murió a la edad de 94 años, y los
papas de mis condiscípulos de la escuela primaria cuyos papas murieron a la
edad de unos 20 años en 1944, me he preguntado, ¿es
que la vida de Martin valía más que los otros jóvenes soldados? Me
parece que desde el punto de vista de Dios Padre eterno, todos ellos comparten
la misma victoria y el mismo sentido y honor.
Un Nuevo “Por qué:” El “por qué” del Dr. Frankl para sobrevivir el
campamento de concentración fue para ser reunido a su esposa y familia. Al
saber después de su liberación que ellos, todos, fallecieron en los
campamentos, él tenía que encontrar un nuevo “por
qué” para seguir en esta vida. Y con muchísima dificultad, lo hizo.
Volvió a casarse, tuvo su nueva familia, publicó su manuscrito de psiquiatría,
escribió 67 libros profesionales y fue bien estimado por muchos durante su vida
larga. Fue bien amado por las personas que lo conocieron, por sus colegas
profesionales, alumnos y pacientes.
En el paraíso, veremos que aun las aparentes derrotas en esta vida corta
terrenal, si vivimos siempre en fe y esperanza, y obediencia a Dios, resultaran
en victoria eterna.
“…Porque todo el que es hijo de Dios vence al
mundo. Y nuestra fe nos ha dado la victoria sobre el mundo.” (1 Juan 5:4).
La fe es producto de nuestra esperanza. La esperanza es el alimento
indispensable de nuestra fe.
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