Recordemos que ellos
fueron colocados a nuestros lado para librarnos del infierno y llevarnos al
Cielo.
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Blog de la Comunidad Piedras Vivas
Ya sabemos cual es la misión de los ángeles de la
guarda: conducirnos
al Cielo y a la salvación -eterna. Pero, ¿cómo nos relacionamos concretamente con ellos, en
el día a día?
Ante que nada, nuestros ángeles son nuestros amigos. No existen
secretos entre nosotros. Ellos saben todo lo que hacemos y -al contrario de los
demonios que no ven a Dios cara a cara- saben también lo que pensamos, cuando
Dios se los comunica.
Lo mínimo a hacer con relación a ellos es
saludarlos e invocarlos constantemente durante el día, recordando también a los
ángeles de otras personas. Al saludar a alguna persona es interesante crear el
hábito de saludar también a su santo ángel. Eso, además de ayudar al
relacionamiento con ella, nos hace honrar una persona santa, que está al lado
de ella y, al mismo tiempo, al lado de Dios.
En las Sagradas Escrituras, el ángel Rafael se
ofrece para acompañar al joven Tobías en viaje: "Le Preguntó Tobías: "Conoces el camino
que va para a Media? El respondió: "Sin duda. Pues estuve allá algunas
veces y tengo experiencia y conozco todos los caminos" [1]
Los ángeles conocen las cosas mucho mejor que
nosotros. Por eso, también podemos pedir consejos a ellos, siempre que pasamos
por dificultades y peligros. Su auxilio es importante especialmente delante de
las tentaciones, al final, ellos fueron colocados a nuestros lado para librarnos
del infierno y llevarnos al Cielo.
De los santos también aprendemos lecciones valiosas
para actuar con nuestros ángeles de la guarda.
El papa San Juan XXIII, por ejemplo, cuando tenía que resolver algún
problema difícil durante su trabajo en la nunciatura de Paris, apostaba a la "diplomacia
de los ángeles": mandaba a su santo ángel a conversar con los
ángeles de sus interlocutores, para que ellos ayudasen a solucionar cualquier
cuestión.
El padre Pío de Pietralcina insistía bastante
con sus dirigidos espirituales, para que enviasen a el sus ángeles de la
guarda, delante de cualquier necesidad. Era frecuente que el santo no duerma a
la noche atendiendo a los pedidos que sus hijos espirituales le presentaban por
medio de sus ángeles.
Santa Teresita del Niño Jesús, en su poesía: "A mi Ángel
de la Guarda", escribía:
"Tú que los espacios cruzas más rápido que el
relámpago, vuela por mí muchas veces al lado de los que amo.
Seca el llanto de tus ojos con la pluma de tu ala, y
cántales al oído cuán bueno es nuestro Jesús.
¡Oh, diles que el sufrimiento tiene también sus
encantos!
Y luego, murmúrales quedo, muy quedo, mi nombre...." [2]
Y luego, murmúrales quedo, muy quedo, mi nombre...." [2]
Vale recordar también que no sólo las personas
poseen ángeles de la guarda, como también instituciones, parroquias, diócesis,
ciudades y países. Cuando San Juan María Vianney entró en Ars, impregnado de la consciencia
sobrenatural, no dejó de saludar al ángel de aquella parroquia, juntamente con
los ángeles de todos los parroquianos. San Francisco de Sales, en carta a un Obispo, recomendó que él invocase al
ángel de su diócesis. Y en Portugal, hay una fiesta para el ángel del país, el
mismo que apareció a los pastorcitos de Fátima.
Importa, por fin, principalmente, imitar a los
ángeles de la guarda, buscando ser como ángeles para las otras personas y
haciendo de todo para que ellas lleguen al Cielo, donde un día, contemplaremos
todos juntos, la faz de Dios.
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NOTAS:
[1] Tb 5, 5-6
[2] Santa Teresita del Niño Jesús, A mi Ángel de la Guarda.
[2] Santa Teresita del Niño Jesús, A mi Ángel de la Guarda.
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