Declaración conjunta
Representantes
del cristianismo, del judaísmo y del islam pidieron este lunes en Roma la
prohibición de la eutanasia y del suicidio asistido, y dijeron que son acciones
«contrarias al valor inalienable de la vida humana», según publicó la
Pontificia Academia de la Vida en su página web. Se trata de una declaración
conjunta que ha sido firmada en un acto que ha acogido la Pontificia Academia
de las Ciencias y después ha sido entregada al papa Francisco.
(Efe) Según el documento publicado en la web de la Pontificia Academia de la
Vida, las tres religiones monoteístas se oponen a
«todas las formas de eutanasia» y
al «suicidio médicamente asistido», porque
consideran que son acciones «completamente
contrarias al valor inalienable de la vida humana» y por tanto «erróneas
desde un punto de vista moral y religioso y deberían ser prohibidas sin
excepciones».
El texto deja clara la
postura de las tres religiones respecto a estas prácticas, y busca
«mejorar la capacidad de los profesionales sanitarios» para ayudar y consolar a
los pacientes y a sus familias. Argumenta que «respetar
los valores religiosos o culturales del paciente no solo es una preocupación
religiosa, sino que es un requisito ético para el personal de los hospitales y otras instalaciones donde hay
pacientes de diversas religiones«.
LIBERTAD DE
CONCIENCIA
La declaración
indica que ningún trabajador sanitario «debe ser forzado o presionado para
que asista directa o indirectamente en la muerte deliberada e intencional de un
paciente a través de suicidio asistido o cualquier forma de eutanasia«, especialmente si va en contra
de sus creencias religiosas, y en estos casos defienden el derecho de objeción
de conciencia.
También animan a mostrar de
forma continua «compasión y
empatía» hacia estos pacientes que se encuentran en
fase terminal y para los que no hay tratamiento posible, y admiten que «cuando
la muerte es inminente a pesar de los medios utilizados, está justificado tomar
la decisión de suspender ciertos tratamientos médicos que solo prolongarían una
vida precaria de sufrimiento».
La sociedad, subraya el texto,
debe evitar «que el deseo del paciente de no ser una carga desde
un punto de vista financiero»
lo induzca a elegir la muerte en lugar de querer recibir «la
atención y el apoyo necesario hasta su final natural».
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