No te digo que
perdones siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato |
Josué 3,7-10.
11. 13-17: “El arca de la
alianza pasará el Jordán delante de ustedes”
Salmo responsorial 113: “Bendigamos al Señor”
Salmo responsorial 113: “Bendigamos al Señor”
San Mateo 18,
21-19,1: “No te digo que perdones siete
veces, sino hasta setenta veces siete”
Nuestra Patria está de luto. Las venganzas sanguinarias de uno y otro
grupo van llenando de sangre, de violencia y de temor todo el territorio. A una
ofensa se responde con otro agravio mayor, y a una muerte, ya sea de los grupos
de terroristas, narcotraficantes o gobierno, se busca dar una respuesta más
dura. Y así estamos sumergidos en una ola de violencia y criminalidad
nunca antes vista ni siquiera imaginada.
Así, las palabras de Jesús pueden sonar como una utopía muy lejana de la
realidad. Pero Jesús le insiste a Pedro y nos insiste a cada uno de nosotros
que mientras no se otorgue el perdón no puede haber paz en el
corazón.
Primeramente con una afirmación condensada en pocas palabras Jesús nos
asegura que debemos perdonar hasta setenta veces siete, que es decir
prácticamente siempre. Y después con una parábola que nos coloca frente a Dios
que siempre nos perdona y nos dibuja en el sirviente injusto que, a pesar de él
haber recibido un gran perdón, no es capaz de perdonar una pequeña deuda a su
hermano en desgracia. Sin embargo el perdón se ha convertido en
nuestra sociedad en señal de debilidad y cobardía, pero el perdón es la esencia
del cristianismo y del verdadero amor. Sólo
es capaz de perdonar quien tiene grandeza de corazón y el mejor ejemplo lo
encontramos en Jesús.
Nosotros vamos arrastrando resentimientos que nos oprimen el corazón,
que mutilan nuestros sentimientos y que nos incapacitan para el verdadero amor.
En la pareja, en la familia, entre los compañeros y amigos, no somos capaces de
perdonar los errores al estilo de Jesús. Atención, Jesús
nunca fue un hombre débil o temeroso, enfrentó con valentía la injusticia y
desenmascaró la hipocresía, pero supo tener su corazón libre de rencores y de
odios.
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