El sacerdote
dominico François-Marie Dermine, exorcista y experto en el
discernimiento de fenómenos sobrenaturales, ha escrito un artículo titulado “Superstición, exorcismo y oración de
liberación” en L’Osservatore Romano del pasado 17 de
noviembre. Por su interés, recogemos a continuación lo más interesante del
artículo.
Recordamos que
la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES) ha publicado este año en
España una importante obra de Dermine: Místicos, videntes y médiums. Análisis comparativo entre
las diversas experiencias del más allá. La traducción al
español ha estado a cargo del también dominico Rafael María Rossi, miembro
argentino de la RIES.
SUPERSTICIÓN E INFLUENCIA DIABÓLICA
El Catecismo de la Iglesia Católica define la superstición como una “desviación del sentimiento
religioso y de las prácticas que impone” (n. 2111). No sólo
contribuye a alejar el culto de su verdadero objeto –es decir, Dios– y de su
auténtica finalidad religiosa, sino que confiere
irracionalmente un valor sobrenatural a lo que no lo tiene (el gato negro, el número 13 ó 17 para la
mala suerte) o quizás una eficacia aplicada a medios absolutamente inadecuados
de por sí y desproporcionados con respecto a los efectos a conseguir (el
amuleto para la suerte, fórmulas específicas, etc.).
Santo Tomás de Aquino hace a este respecto una oportuna precisión: “todo aquello que puede ser explicado por una causa
cierta, natural, humana o divina, no es supersticioso; sólo aquello que no
puede ser explicado por una causa cierta se dice que es vano y supersticioso” (De
sortibus, 5).
Los
daños espirituales derivados de las prácticas mágicas constituyen el objeto
habitual del exorcismo o de la oración de liberación, en tanto que a quien recurre a ellas lo
sustraen de la voluntad divina y lo entregan directamente a la influencia diabólica.
LOS SIGNOS MÁGICOS, “SACRAMENTOS” DEL DIABLO
Los intentos de conocer las
cosas ocultas o futuras implican un rechazo pecaminoso de los
límites de tiempo y de espacio inherentes a la naturaleza humana, creada así por Dios, y no
pocas de estas prácticas comportan una intención de dañar a otros (maleficios) o de dominarlos afectivamente (encantamientos).
Ahora bien, la razón por sí
misma constata la ineficacia intrínseca de los medios típicos de la magia: se sabe, por ejemplo, que las carta no tienen por sí
mismas la capacidad de desvelar las cosas ocultas o futuras por lo que, al
menos implícitamente, el mismo supersticioso, después de haberse alejado de
quien no ha querido procurarle el beneficio buscado, expresa más o menos
conscientemente “un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos” (Catecismo
de la Iglesia Católica, n. 2116).
Estos medios, en suma, “no son adoptados como causas, sino como signos”, es
decir, se convierten, como los sacramentos, en signos eficaces, obviamente no
por intervención divina, sino diabólica, y por lo tanto implican “pactos concertados sobre la base de signos” con
los demonios.
PARA ENTENDER BIEN EL EXORCISMO
Por otro lado, hay que decir
que una mente supersticiosa expresa generalmente un enfoque mágico
del exorcismo y de la oración de liberación, atribuyendo la causa
inmediata de todos nuestros males al demonio o a un maleficio, ya sea
inspirando una búsqueda errática del exorcista “poderoso”
y eventualmente sensitivo, ya sea pretendiendo una liberación sin el
camino indispensable de conversión.
Con estas breves
consideraciones, estamos en grado de entender la urgente necesidad
de una purificación de cualquier contaminación supersticiosa.
Necesidad a la que, entre otras cosas, intenta responder el curso sobre exorcismo y oración de liberación que
ofrece cada año el Instituto Sacerdos, del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum
de Roma, y el Grupo de Investigación e Información Socio-Religiosa (GRIS).
Secretaría RIES
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