El 31 de julio es la fiesta de San Ignacio de
Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, conocida como los jesuitas, orden que
desempeñó un importante papel en la contrarreforma. El santo maestro de los
discernimientos de espíritu es además patrono de los ejercicios espirituales,
de los retiros y de los soldados.
El proceso de conversión de San Ignacio se inició al leer el libro “Vida
de Cristo”, así como “Flos sanctórum”. Al
reflexionar sobre estas lecturas y la vida de los santos se cuestionaba a sí
mismo: "¿Y si yo hiciera lo mismo que San
Francisco o que Santo Domingo?".
San Juan Pablo II
señalaba que “Ignacio supo obedecer cuando, en
pleno restablecimiento de sus heridas, la voz de Dios resonó con fuerza en su
corazón. Fue sensible a la inspiración del Espíritu Santo".
"Ad Maiorem Dei Gloriam", que quiere decir en latín "Para mayor
gloria de Dios" era el lema con que más se le identifica al santo,
así como “Ruégale a Dios por todos los que como tú
deseamos extender el Reino de Cristo, y hacer amar más a nuestro Divino
Salvador”.
Una de las grandes obras dejadas por San Ignacio es el libro “Ejercicios espirituales”. El Papa Pío XI indicó
en una oportunidad que el método ignaciano de oración "guía
al hombre por el camino de la propia abnegación y del dominio de los malos
hábitos a las más altas cumbres de la contemplación y el amor divino".
El Papa Francisco, el primer Pontífice jesuita en la historia de la Iglesia, al celebrar la
fiesta de su fundador en el 2013 reflexionó y recordó a sus hermanos de la
Compañía el lema que los identifica "Iesus
Hominum Salvator", que los llama a tener siempre como centro a
Cristo y a la Iglesia, a quienes deben servir.
San Ignacio falleció el 31 de julio de 1556. Paulo V lo beatificó en
1609 y fue canonizado por Gregorio XV en 1622. En la ciudad de Roma (Italia) se
veneran los restos del santo en la Iglesia del Gesù.
Redacción ACI
Prensa
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