Oraciones para cada
día de la novena, la puedes hacer tantas veces desees, de manera especial los
días previos a la festividad (30 de julio al 7 de agosto)
Por: n/a | Fuente: www.op.org.ar
Dios todopoderoso que hiciste de nuestro Padre Domingo un testimonio
vivo de la verdad y del amor, te rogamos nos concedas la gracia y la fuerza de
seguir sus caminos, dejándonos guiar por tu sabiduría que viene de lo alto. Haz
que por su mediación, sintamos en nosotros la urgencia de anunciar al mundo el
Evangelio.
Haznos, Señor, vivir siempre en la esperanza y en la confianza de tu
santa voluntad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
DÍA PRIMERO
DOMINGO HABLABA CON
DIOS Y DE DIOS
Ha sido siempre el objetivo de las almas grandes. Desde la experiencia
cristiana que habla del Dios encarnado, a ese Dios se le busca en el propio
interior, somos carne de Dios y en el otro, también encarnación de Dios. Surge
así la relación clásica entre el cultivo de la vida interior y el darse a los
demás: contemplación y acción; ¿complementarias?,
¿opuestas?
Santo Domingo fue un fraile de su tiempo. Por lo tanto esencialmente
contemplativo. Los momentos de oración eran los momentos más propios de su vida
de canónigo regular. Pero las circunstancias – a través de las cuales es
necesario descubrir el plan de Dios, y él lo descubrió, – le pusieron en
contacto con una humanidad doliente y extraviada en el sur de Francia. Esto dio
forma nueva a su oración.
La espiritualidad de Domingo es una espiritualidad de encarnación. Desde
los hombres y para los hombres. Sus primeros biógrafos insisten en cómo
continuamente hablaba de Dios. Pero también de cómo hablaba largamente con
Dios. En este dialogo con Dios. La oración siempre es diálogo, y por lo tanto
más escucha que charla, quería saber que sería de los pecadores.
A partir de ese momento su contemplación se centró en descubrir a Dios,
su proyecto de amor a los hombres en esos hombres y mujeres con los que se
encontró. Santo Domingo sabía de Dios en momentos de oración individual o
comunitaria, en el estudio de su palabra. La contemplación le hizo a Domingo
descubrir la necesidad de la predicación. Esta predicación, este contacto con
esa humanidad, le hicieron humanizar su insistente oración.
Mirar a Domingo es necesario para entender y saber llevar a la práctica
la siempre dialéctica relación entre oración y acción, silencio y predicación.
Para que la espiritualidad no sea espiritualismo alienante, sino espiritualidad
de ser humano que vive entre seres humanos, siente, goza y sufre con ellos, y
está a su servicio para entregarles una Palabra escuchada, orada, estudiada, es
decir, contemplada.
En la contemplación es donde más se une la inteligencia y la voluntad;
gracia y naturaleza; y allí en la contemplación nace la predicación.
Con este espíritu Domingo fundó el Monasterio de Prulla, y desde
entonces nuestras monjas dominicas están dedicadas al servicio divino, en
oración continua y austeridad de vida que implica obras de penitencia, así como
renuncias, con plena madurez de libertad. Su oración es contemplativa, pero en
razón del carisma de toda la Orden, del que ellas participan, su oración es
también apostólica. Las monjas predicadoras, sin abandonar el claustro, ni
hacerse oír fuera de él, según requiere su vocación, cooperan de manera propia
al ministerio de los frailes, invocando la iluminación del Espíritu Santo para
que los predicadores, llevados por el amor de Dios, que es el alma del
apostolado, sean voz de la palabra divina, en espíritu y en verdad, con
integridad y pureza. Y a la vez instan al Espíritu Santo a que disponga, en
actitud ampliamente receptiva, superadora de toda sabiduría humana, a los que
escuchan el acto profético de la predicación, para que la palabra germine
y obre eficazmente en ellos.
ORACIÓN FINAL
Santo Domingo, inspíranos a vivir un Evangelio integral, como respuesta
a un mundo que busca y nos reta; y así, Padre, tu ejemplo nos estimule, y la
Verdad nos ilumine en el estudio y la oración; y ambos nos urjan a transmitir a
los demás lo que contemplamos y vivimos. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
DÍA SEGUNDO
DOMINGO HOMBRE DE LA
PALABRA: PREDICADOR
A la oración Domingo, lleva los problemas de su predicación, las
circunstancias en las que se hayan las personas a las que se dirige, las
dificultades que encuentra en su misión: dificultades durante el día, oración
más intensa durante la noche. Oración en la que, junto a la experiencia de
Dios, une la experiencia de la humanidad pecadora, extraviada, con la que se
encuentra, que le lleva a las lágrimas.
Ora de noche y de día. En realidad su predicación es oración y su
oración predicación. Es una vida con dos vertientes, pero que se juntan en la
cima. En ese lugar de conjunción es donde se sitúa la espiritualidad de
Domingo.
En el santo es una oración cargada de afecto: oración “afectiva” como la llaman los teóricos de la
mística. Afectiva porque en ella se junta el amor a Dios, el sentirse amado por
él, con el amor a los hombres, por los que llora. Y su petición más continua
que le diera Dios “verdadero amor para cuidar y
trabajar eficazmente en la salvación de los hombres…” como nos dice el
Beato Jordán. Es el mismo afecto que le impulsa en su misión de predicador.
Santo Domingo ha pasado a la historia precisamente por ser predicador y
por fundar la Orden de los Frailes Predicadores. La predicación es el signo más
distintivo de su relevancia histórica. Pero no fue el fundador de la
predicación, que va unida al mismo ser de la Iglesia, sino un modo de predicar.
Es el corazón de Domingo quien le lleva a sus compromisos con las
personas. Ese afecto le hace ser paciente con ellas. El diálogo largo y
continuado es el modo de manifestar su interés por las personas. No es el
catedrático que expone y defiende una tesis, para que triunfe la verdad, sin
más, Domingo es predicador, va directamente al interior de la persona, les
predica porque sufre con ellas, sus preocupaciones son las suyas, hace suyo su
dolor, su error, su pecado y quiere caminar junto con ellas para
superar todo lo que haya de negativo.
ORACIÓN FINAL
Concédenos, Santo Domingo, vocaciones nuevas, que continúen tu obra de
la “Sagrada Predicación”, hablando con Dios
o de Dios, para que, así, padre, se cumpla lo que tú mismo prometiste, en honor
a la Verdad. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
DÍA TERCERO
“CARITAS VERITATIS”
A la espiritualidad de su Orden pertenece la expresión, que completa el
lema general “veritas”, de “caritas veritatis”. La verdad querida, buscada,
apasionadamente buscada incluso, con estudio, es decir con fervor. Sin embargo
la expresión “caritas” va más allá de lo que
podíamos llamar apasionamiento por la verdad. Hace alusión directa a las
personas. Es la verdad de las personas y para las personas, la que se busca y
ofrece: sólo la persona puede ser objeto de la
caridad.
Por ello a su predicación pertenece la escucha del otro, el captar sus
preocupaciones y también sus argumentos. Cuenta con el encuentro con las
personas. Y con el diálogo con ellas. Y es que el predicador ha de estar
pendiente de las dos direcciones de la verdad: la
verdad escuchada, y la verdad expuesta. Amar la verdad es amar su
escucha y su transmisión.
Al predicador le toca comunicar la verdad. Pero antes ha de tener
capacidad de recibirla. En la recepción de la verdad los oídos han de estar
abiertos, ser perspicaces para encontrarla. Domingo la encuentra en la Sagrada
Escritura. El evangelio de San Mateo y las cartas de San Pablo las sabe de
memoria.
Pero también en la gente con los que se encuentra, incluso en los
herejes. Una vez más la verdad está en las personas. La caridad hacia la verdad
empieza por la cercanía cordial a las personas, para descubrir en ese trato
cordial, primero el valor absoluto del ser humano y segundo, que, serán
herejes, pero la herejía está secuestrando verdades que existen en esa
personas, verdades que hay que liberar.
La caridad es el núcleo del seguimiento radical de Cristo, y el núcleo
del perfil evangélico de Domingo. El testamento de Domingo es muy sencillo:
caridad, humildad, pobreza. Legó todo lo que poseía, diciendo; estas cosas son,
hermanos carísimos, las que os dejo, como a hijos, para que las poseáis por
derecho hereditario: “tened caridad, guardad la
humildad y abrazad la pobreza voluntaria”.
Domingo dejo como herencia a sus hijos lo que él mismo había considerado
el mejor tesoro de su vida al servicio del Evangelio.
ORACIÓN FINAL
Confiamos en tu ayuda, Santo Padre Domingo, y en la de los intercesores
de la Orden que la Providencia ha querido para un servicio de “caridad en la verdad” en beneficio de toda la
humanidad. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
DÍA CUARTO
LA VERDAD
TRANSMITIDA
La Compasión Se usa con frecuencia la palabra compasión para manifestar
el sentimiento que le producían las gentes a las que se dirigía en su
predicación. Puede resultarnos un tanto paternalista en el significado que
tiene en nuestra lengua. Pero si buscamos su etimología, vemos que es la misma,
que la palabra “simpatía”. Las dos quieren decir “compartir
sentimientos”. Es decir lo que se necesita para predicar es sintonizar
afectivamente con la gente, sentir sus alegrías y sus tristezas. En expresión
sencilla y evangélica querer a aquellos a los que se predica: no buscar ni la
gloria propia, ni el triunfo de una idea, sino su salvación, su liberación. Esa
es la compasión de Domingo. Sin esa compasión no hay predicación evangélica.
El problema que encierra ese estilo evangélico de predicación, puede ser
su lentitud. Se somete al ritmo de la reflexión y decisión libre del ser
humano.
Se enfrenta con las prisas de la necesidad del éxito experimentado y
celebrado. Algo que fue de siempre y que hoy se hace más apremiante en esta
sociedad que tiene necesidad de satisfacciones inmediatas.
Domingo se muestra como persona de una gran riqueza afectiva. El Beato
Jordán decía de él:
“Consideraba un deber suyo alegrarse con los que se
alegran y llorar con los que lloran y, llevado de su piedad, se dedicaba al
cuidado de los pobres y desgraciados.”
“Todos los hombres cabían en la inmensa caridad de
su corazón y, amándolos a todos, de todos era amado.”
La compasión de nuestro Padre, es una de las notas más claras de la
espiritualidad dominicana y anima toda la vida de sus hijos, porque no
solamente me reconstruye a mí, sino también construye la
fraternidad, no me aísla, no me encapsula, sino que soy más santo, cuanto más
puedo llorar y dolerme con mi hermano.
ORACIÓN FINAL
Te confiamos a todos los que se han alejado de la Iglesia que puedan
recuperar la luz de la fe, el consuelo de la esperanza y la alegría del amor
que se nos da. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
DÍA QUINTO
LA ALEGRÍA DE
DOMINGO
Esta alegría es subrayada tanto por el beato Jordán como por Sor
Cecilia: alegría de su mismo semblante, expresión, como dice el beato Jordán,
de su mundo interior; y que subraya también sor Cecilia. Y como el corazón
alegre, alegra el semblante, la benignidad del suyo trasparentaban la placidez
y el equilibrio del hombre interior. Y ciertamente no le faltaron motivos en la
vida a santo Domingo para turbar esa alegría. No se puede decir que su
predicación hubiera sido plena de éxitos, ni que sus frailes y monjas no le
dieran motivos de preocupación, que su Orden no fuera rechazada en diversos
lugares. Incluso su sensibilidad le hacía reconocerse pecador y sufrir
interiormente por su propio pecado. Por eso, el ver que mantenía esa alegría
tan manifiesta, y, por ello, tan resaltada en quienes le conocieron, constituye
una peculiaridad relevante de su carácter.
La alegría y la afabilidad en su trato, la proximidad de Domingo con la
gente, su capacidad de amistad con cuantas personas se acercan a él… son el
mejor testimonio de una personalidad madura y de la integración de los valores
del amor humano en un proyecto de vida evangélico y apostólico. Domingo puede
dar cauce a estas virtudes humanas precisamente porque ha conseguido liberar al
amor humano de todas sus desviaciones. Por eso puede vivir la amistad humana
con pleno equilibrio y serenidad. Y este es el objetivo más inmediato de la
opción por la virginidad y el celibato.
Sólo las penas del prójimo quebraban ese carácter risueño. El hacer suyo
el dolor del otro, es algo que sobresale en las descripciones de sus
contemporáneos. Deberíamos detenernos en esa, llamemos, sensibilidad, de
Domingo hacia el otro: sensibilidad que le llevaba a padecer con él y a
alegrarse con él, a disfrutar de la presencia de los suyos frailes, monjas y
laicos.
Domingo lloró mucho, dicen sus biógrafos. Siempre en el silencio y en la
soledad de la oración, oración espiada por sus frailes. Las lágrimas, para
muchos tratadistas de la mística son un don de Dios, que se encuentra en personas
de alta sensibilidad espiritual. Cuando Domingo llora manifiesta efectivamente
su sensibilidad exquisita a los motivos de sus lágrimas, los pecados de los
demás y sus propios pecados. Y, en efecto, tener esa delicadeza interior de
quien se duele de la falta de fidelidad propia y la de los demás al plan
amoroso de Dios hacia los hombres, retrata un modo de ser. Nada humano le es
ajeno y menos aquello que degrada la condición humana, el pecado.
Haznos, padre, como tú: confiados en la
Providencia, dóciles al Espíritu, constantes en contemplar, convincentes en
predicar, prudentes al enseñar, generosos en servir, valientes en emprender; en
la alegría agradecidos, en el dolor esperanzados, en el cansancio
perseverantes, en el convivir sinceros. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
DÍA SEXTO
HOMBRE DE IGLESIA
Domingo quería una predicación con sentido de Iglesia (in medio
Ecclesiae) y una predicación desde la comunidad.
Domingo tenía un profundo afecto a la Iglesia, a pesar de todo lo que
veía en ella. Lo había adquirido como acólito con su tío en Gumiel, como
canónigo en Osma, en sus viajes a Roma y en sus contactos con fieles,
sacerdotes, obispos, cardenales y papas… Sabía que el mandato misionero o la
misión apostólica nos llega a través de la Iglesia. No quiso predicar sin la
misión eclesial y, menos, contra la Iglesia. Y le decía a sus frailes: “Cuando vayan a predicar, visiten primero al obispo…
Y quiso predicar desde una comunidad o en equipo: por eso, nació la
familia dominicana. Para que ni la muerte de Domingo ni la muerte de las
sucesivas generaciones terminara con ese ministerio tan esencial en la Iglesia.
La leyenda habla del encuentro entre santo Domingo y san Francisco. Es
verosímil, aunque no haya comprobación histórica. Lo importante es que quienes
le conocieron y se impregnaron de su estilo de vida vieron algo lógico el
abrazo entre los dos patriarcas. Veían en ellos hombres de abrazo. Son muchos
los testigos de canonización y otros biógrafos que en santo Domingo destacan el
cariño que tenía a los religiosos de otras órdenes.
Hay que subrayar no sólo su fidelidad a la Iglesia, fidelidad que se
realiza en el intento de reformar y dar nuevo impulso a la predicación, sino
también esas relaciones cordiales con otros miembros significados de la
Iglesia. Santo Domingo fundó una Orden, no una secta. No necesitaba cerrarse en
sí misma, dedicar tiempo a defenderse o a valorarse frente a otras instancias,
sino abrazarse a ellas, colaborar con ellas, mantener cordiales relaciones
entre los miembros de distintas órdenes o grupos de Iglesia. La historia nos
dice que es necesario destacar este hecho porque más de una vez han surgido
entre los institutos, movimientos, organizaciones eclesiásticas disputas poco
evangélicas, sobre todo, propósitos poco eclesiales en la pastoral, en el
intento de cultivar cada uno su huerto. ¡Qué
lejos todo eso del estilo de santo Domingo!
ORACIÓN FINAL
Santo Domingo, padre y fundador nuestro, hombre del Evangelio, de
oración y apostolado. Mira a tu familia que es llamada a seguirte consagrada a
Cristo, y a su Iglesia en pobreza y fraternidad. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
DÍA SÉPTIMO
ACTIVO EN LA
CONTEMPLACIÓN; CONTEMPLATIVO EN LA ACCIÓN
Anuncia salvación en Cristo Jesús. Es una predicación llena de optimismo
teológico. Este es un rasgo esencial de la espiritualidad y de la tradición
dominicana. Los temas preferidos de Domingo son: la
persona de Jesucristo, la cruz que redime, la salvación, la gracia, el amor y
la misericordia de Dios.
No es una predicación negativa, de anatemas, de amenazas, de preceptos
morales… Esa predicación inhibe y paraliza, pero no convierte, no es capaz de
engendrar la fe.
Le interesa fomentar la experiencia de fe y confianza en la bondad de
Dios. Es una predicación llena de esperanza, de buena noticia. La predicación
del evangelio es liberadora. “Para ser libres os ha
liberado Cristo”. Aviva la esperanza de pobres, pecadores, cautivos,
herejes…Es una predicación profética, que ayuda a discernir en cada momento y
en cada situación la voluntad de Dios y los caminos de Dio.
Este es un rasgo fundamental de la misión dominicana. La familia
dominicana ha tomado hoy especial conciencia de que su misión debe ser una
misión de fronteras.
Domingo predica sobre todo a aquellos que se encuentran en los márgenes
de la sociedad (pobres y esclavos) y de la Iglesia (pecadores, herejes,
paganos). “No he venido a llamar a los justos, sino
a los pecadores.”
No anunciamos meras doctrinas o teorías, que es preciso aprender:
anunciamos vida…, y por tanto hay que comenzar por mostrar en qué consiste la
verdadera vida. El que anuncia el evangelio debe vivir, pues, conforme al
Evangelio.
Domingo aprendió esto con la experiencia. Quiere imitar la vida
apostólica, es decir, el estilo de vida de los Apóstoles: caminando a pie, sin
oro ni plata, acompañado por otros que compartan su misión, itinerando de
ciudad en ciudad, siguiendo a Cristo pobre… Así Domingo anuncia lo que él mismo
está viviendo. Es la única forma de que le crean.
Santo Padre Domingo, llamado desde siempre “Luz
de la Iglesia” y “Maestro de la Verdad”,
con gran confianza nos dirigimos a ti. Intercede por los hombres, que
encuentren en Cristo el modelo ideal del hombre nuevo y en su Evangelio la luz
que orienta en el camino de la vida. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
DÍA OCTAVO
EL LEMA DE SU ORDEN:
ALABAR – BENDECIR – PREDICAR
LAUDARE – ALABAR
La alabanza es un deber de toda criatura frente a su creador, por el
cual la criatura reconoce la belleza de su creador y la pequeñez de ella misma.
Domingo quiso que este oficio fuera también para su Orden, porque hasta
esa época, era exclusivo de la Órdenes monásticas y canónicas, que hacían del
oficio el corazón de su trabajo. Para Santo Domingo la alabanza es la que le da
vitalidad a la predicación del dominico.
La alabanza va llenando la vida del dominico, impidiendo que ese día sea
absorbido por lo mundano que pasa; evita que la fugacidad de las cosas pierda
el día y este se escape. “Desde el Ángelus, hasta
el Salve, el dominico debe alabar al Señor”.
Entonces, esto de “hablar con Dios y de
Dios”, se hace realidad, porque para santo Domingo la alabanza le pone
al apóstol la meta hacia donde debe dirigirse el alma.
La alabanza va impregnando el pensamiento y el alma de los misterios de
Cristo. Celebro la vida del que amo, y del que después puedo hablar por
abundancia del amor.
Estamos llamados a tocar la realidad. En la alabanza se produce el
milagro de hablar de lo que hemos visto y oído.
BENEDICERE – BENDECIR
Es una Orden sacerdotal canonical, por eso tomó la regla de San Agustín,
que era propia de las reglas sacerdotales, y pidió a sus hermanos ser fieles a
sus compromisos canónicos, que no dejen esta condición sacerdotal.
Santo Domingo, no sólo quiere predicar, sino salvar a los hombres,
asumir el oficio redentor del Verbo. De la humanidad de Cristo, Domingo y sus
hijos, quieren ser servidores, ministros, porque Jesús ha querido participar su
sacerdocio, para ser mediador entre Dios y los hombres, con el inmenso poder de
comunicar la pascua del Señor, los frutos de la redención, por eso se dice que
es una orden canónica.
Santo Domingo ha querido hacerse ministro y predicador de la gracia, que
es irrenunciable para el dominico. ¿Cómo no va ha
dejar este legado sacerdotal, aquel que no podía terminar la Misa sin ponerse a
llorar? Quiere asemejarse tanto al único sacerdote, que es capaz de
desgarrarse en un grito de angustia: “¿Padre, qué
será de los pecadores?”
Es el ser de todo dominico “Amar a todos y
en todos ser amados”. Esto es lo que Santo Domingo le pedía a Dios:
caridad, para entregarse el mismo por la salvación de los hombres.
PRAEDICARE – PREDICAR
Así como la alabanza está en primer lugar, la predicación está en último
lugar; porque así lo ha entendido nuestro padre, como una conquista, una consecuencia,
y como el fin último hacia el cual Santo Domingo ha querido orientar a sus
hijos. El modo en que Santo Domingo ha querido imprimir un rasgo en su Orden,
es el oficio del Verbo, ser palabra viva y eficaz de revelación y salvación.
Por eso es que la Orden tiene esta constante figura, como modelo, “la predicación de Jesucristo”.
Esta función por primera vez la iglesia, la confía a la Orden de Santo
Domingo. En las primeras constituciones de la Orden, Santo Domingo establece
que la orden desde sus orígenes fue instituida para la predicación y salvación
de las almas. La Orden de predicadores es la única institución eclesial que
tiene como función y como vida la predicación. En la Bula de Diciembre de
1.221, Honorio III aprueba la Orden, y reconoce que Dios mismo ha inspirado
este carisma: “ustedes son
predicadores”. Es la firma de la propia Iglesia.
ORACIÓN FINAL
Bienaventurado Padre Domingo, te aclamamos tus hijos, por ser tú nuestra
esperanza y te damos gracias por hacernos herederos de tu vida y misión. Varón
evangélico, amigo de cristo y de los hombres, Domingo, intercede por nosotros.
Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
DÍA NOVENO
LA DEVOCIÓN A MARÍA,
REINA DEL SANTÍSIMO ROSARIO
La devoción a María es parte integrante del ideal de Domingo. La
devoción particular de los dominicos, a María Reina de Rosario, tiene su lógica
explicación en el hecho de que el Rosario consiste en la contemplación de los
misterios de la salvación, en los cuales María ha participado directamente y
más intensamente que cualquiera otra criatura.
El Rosario, además, es para el dominico escuela de contemplación y
fuente fecunda de celo apostólico. Los “misterios”,
son objeto de contemplación y de predicación.
A María, Reina de la Misericordia, como a su especial patrona, Domingo
había confiado toda la Orden. Los primeros frailes predicadores, son
conscientes de que gozan de una especial protección de María y la consideran “singular auxiliadora”, “abogada de la Orden”; porque
ella “promueve la Orden y la defiende”. Cuando
María se aparece a los frailes, llama a la Orden Dominicana “mi Orden”, y a los frailes “mis frailes”. Ella asiste a sus frailes durante
la vida y en el momento de su muerte.
A cambio de esta protección especial, la Orden mantiene una devoción
particular a María, desde sus comienzos. La vida dominicana es considerada por
los primeros frailes como un servicio a María y a su hijo.
En la mañana, se canta las alabanzas de María recitando su oficio; en la
noche, antes de ir a descansar, se invoca nuevamente a María con el canto de la
Salve. También se introdujo la costumbre de invocar a María con el canto de la
Salve en el momento del tránsito de los religiosos, a la vida eterna.
A María, “Patrona singular de la orden, y Madre
de Misericordia”, se confía de esa manera el alma de sus hijos.
ORACIÓN FINAL
Santa María que elegiste a tu siervo Domingo de Guzmán para que,
empuñando el santo Rosario, extendiera tu nombre a lo largo y a lo ancho del
mundo. Haz que tu nombre y el nombre de tu Hijo sean siempre nuestro programa y
nuestra consigna, y lleguemos así limpios y salvos al eterno hogar donde el
Padre de todos nos espera. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
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