Recibe a los participantes en una Conferencia sobre
religión y desarrollo sostenible
El papa
Francisco ha asegurado que los proyectos abocados al desarrollo integral
también tienen necesidad de las religiones, porque el desarrollo no puede ser
visto solamente en términos económicos.
(Asia News/InfoCatólica) El Pontídice recibió a los participantes en la conferencia internacional
«Religions and the Sustainable Development Goals(SDGs): Listening
to the cry of the earth and of the poor», organizada por el Dicasterio al servicio del desarrollo humano integral
y por el Consejo Pontificio para el
Diálogo Inter-religioso.
El Papa recordó que las distintas tradiciones religiosas,
incluida la católica, han compartido los objetivos de la Agenda 2030,
aprobados por más de 190 naciones en septiembre de 2015.
Proponer un diálogo sobre un
desarrollo inclusivo y sostenible, observó luego, «también
implica reconocer que ‘desarrollo’ es un concepto complejo, que a menudo es
instrumentalizado. Cuando hablamos de
desarrollo siempre debemos aclarar: ¿desarrollo de qué? ¿Desarrollo para
quién? Por demasiado tiempo, la idea convencional de desarrollo estuvo dedicada
por entero al crecimiento económico».
«En realidad,
tal como resaltó mi predecesor, San Pablo VI, hablar de desarrollo humano significa referirse a todas las personas
–no solo a unas pocas- y a toda la persona humana –no meramente a la dimensión material - (cfr. Enc. Populorum
progressio, 14)». «En efecto, todo debemos
comprometernos a promover y a poner en acto los objetivos de desarrollo que son
sostenidos por nuestros valores religiosos y éticos más profundos. El
desarrollo humano no es solo una cuestión económica o que concierne
exclusivamente a los expertos, sino que es ante todo una vocación, una llamada
que requiere una respuesta libre y responsable (cfr. Benedicto XVI,
Enc. Caritas in veritate,
16-17)».
Según Francisco, “el principio
cardinal de todas las religiones es el amor por nuestros semejantes y el
cuidado de la creación».
DISCURSO COMPLETO
DEL PONTÍFICE
Eminencias, Excelencias,
Estimados responsables de las
tradiciones religiosas mundiales,
Representantes de los
organismos internacionales,
Ilustres señoras y señores,
Os doy la bienvenida a todos
vosotros aquí convocados para esta Conferencia Internacional sobre las
religiones y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
SOSTENIBILIDAD
E INCLUSIÓN.
Cuando hablamos de
sostenibilidad, no podemos pasar por alto la importancia de la inclusión y la
de la escucha de todas las voces, especialmente de aquellas normalmente
marginadas en este tipo de discusión, como las de los pobres, los migrantes,
los indígenas y los jóvenes. Me alegra ver a una variedad de participantes en
esta conferencia, portadores de una multiplicidad de voces, de opiniones y
propuestas, que pueden contribuir a nuevos itinerarios de desarrollo
constructivo. Es importante que la implementación de los objetivos de
desarrollo sostenible siga su verdadera naturaleza original que es la de ser
inclusiva y participativa.
La Agenda 2030 y los Objetivos
de Desarrollo Sostenible, aprobados por más de 190 naciones en septiembre de
2015, fueron un gran paso adelante para el diálogo mundial, a la enseña de una
necesaria «nueva solidaridad universal» (Enc. Laudato
si ', 14) . Diferentes tradiciones religiosas, incluida la católica,
han abrazado los objetivos del desarrollo sostenible porque son el resultado de
procesos participativos globales que, por un lado, reflejan los valores de las
personas y, por el otro, se sustentan en una visión integral del desarrollo.
DESARROLLO
INTEGRAL
Sin embargo, proponer un
diálogo sobre el desarrollo inclusivo y sostenible también requiere reconocer
que el «desarrollo» es un concepto complejo,
a menudo instrumentalizado. Cuando hablamos de desarrollo siempre debemos
aclarar: ¿Desarrollo de qué? ¿Desarrollo para
quién? Durante demasiado tiempo, la idea convencional de desarrollo se
ha limitado casi por completo al crecimiento económico. Los indicadores de
desarrollo nacional se basaban en los índices del producto interno bruto (PIB).
Esto ha guiado al sistema económico moderno por un camino peligroso, que ha
evaluado el progreso solo en términos de crecimiento material, por lo que casi
estamos obligados a explotar irracionalmente tanto a la naturaleza como a los
seres humanos.
En realidad, como destacó mi
predecesor San Pablo VI, hablar de desarrollo humano significa referirse
a todas las
personas, -no solo a unas pocas-, y a toda la persona humana,
no solo a la dimensión material (véase Enc. Populorum progressio,
14). Por lo tanto, una discusión fructífera sobre el desarrollo debería ofrecer
modelos viables de integración social y de conversión ecológica, porque no
podemos desarrollarnos como seres humanos fomentando la desigualdad y la
degradación del medio ambiente[1].
Las denuncias de los modelos
negativos y las propuestas de rutas alternativas no son válidas solo para los
demás, sino también para nosotros. De hecho, todos debemos comprometernos a
promover e implementar los objetivos de desarrollo que están respaldados por nuestros
valores religiosos y éticos más profundos. El desarrollo humano no es solo una
cuestión económica o que concierne solo a los expertos, sino, en primer lugar,
una vocación, una llamada que requiere una respuesta libre y responsable (cf.
BENEDICTO XVI, Enc. Caritas in veritate, 16-17).
OBJETIVOS
(DIÁLOGO Y COMPROMISOS)
Y las respuestas son lo que yo
espero que surja en esta Conferencia: respuestas concretas al clamor de la
tierra y al clamor de los pobres. Compromisos concretos para promover un desarrollo
real de manera sostenible a través de procesos abiertos a la participación de
las personas. Propuestas concretas para facilitar el desarrollo de los
necesitados, haciendo uso de lo que el Papa Benedicto XVI ha reconocido como
«la posibilidad de una gran redistribución de la riqueza a escala planetaria
como nunca se ha visto antes» (ibíd., 42). Políticas económicas concretas que
se centren en la persona y que puedan promover un mercado y una sociedad más
humanos (véase ibíd., 45.47). Medidas económicas concretas que tomen seriamente
en consideración nuestra casa común. Compromisos éticos, civiles y políticos
concretos para desarrollarse junto a nuestra hermana tierra, y
no a pesar de ella.
TODO
ESTÁ CONECTADO
También me alegra saber que
los participantes en esta Conferencia están dispuestos a escuchar las voces
religiosas cuando discuten la implementación de los objetivos del desarrollo
sostenible. Efectivamente, todos los interlocutores de dicho diálogo sobre este
tema complejo están, de alguna manera, llamados a salir de su especialización
para encontrar respuestas comunes al clamor de la tierra y al de los pobres. En
el caso de las personas religiosas, necesitamos abrir los tesoros de nuestras
mejores tradiciones para un diálogo verdadero y respetuoso sobre la manera de
construir el futuro de nuestro planeta. Los relatos religiosos, aunque
antiguos, están normalmente llenos de simbolismo y contienen «una convicción actual: que todo está relacionado, y que
el auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la
naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los
demás.» (Enc. Laudato si ', 70).
En este sentido, la Agenda de
las Naciones Unidas 2030 propone integrar todos los objetivos a través de las
cinco P: personas, planeta, prosperidad, paz y partnership.[2] Sé que esta
conferencia también se articula en torno a estas cinco P.
Acojo con satisfacción este
enfoque unificado de los objetivos; también puede servir para defendernos de
una concepción de prosperidad basada en el mito del crecimiento y el consumo
ilimitados (ver Enc. Laudato si ', 106), para cuya
sostenibilidad dependeríamos solo del progreso tecnológico. Todavía podemos
encontrar algunos que apoyan obstinadamente este mito, y dicen que los
problemas sociales y ecológicos se resuelven simplemente aplicando nuevas
tecnologías y sin consideraciones éticas o cambios fundamentales (cf. ibíd., 60).
Un enfoque integral nos enseña
que esto no es cierto. Si bien es ciertamente necesario apuntar a una serie de
objetivos de desarrollo, sin embargo, esto no es suficiente para un orden
mundial ecuo y sostenible. Los objetivos económicos y políticos deben estar
respaldados por objetivos éticos, que presupongan un cambio de actitud, la
Biblia diría un cambio de corazón (cf. ibíd., 2). Ya San Juan Pablo II hablaba
sobre la necesidad de «alentar y sostener una conversión ecológica» (Catequesis, 17
de enero de 2001). Esta palabra es fuerte: conversión
ecológica. Aquí las religiones tienen un papel clave que desempeñar.
Para una transición correcta hacia un futuro sostenible, es necesario reconocer
«los propios errores, pecados, vicios o
negligencias», «arrepentirse de corazón, cambiar desde adentro», reconciliarse
con los demás, con la creación y con el Creador (ver Enc. Laudato si ',
218).
Si queremos dar bases sólidas
al trabajo de la Agenda 2030, debemos rechazar la tentación de buscar una
respuesta simplemente tecnocrática a los desafíos, - así no va- , estar dispuestos
a enfrentar las causas profundas y las consecuencias a largo plazo.
PUEBLOS
INDÍGENAS
El principio cardinal de todas
las religiones es el amor por nuestros semejantes y el cuidado de la creación.
Me gustaría destacar un grupo especial de personas religiosas, la de los
pueblos indígenas. Aunque representan solo el 5% de la población mundial,
cuidan de casi el 22% de la superficie terrestre. Por vivir en áreas como el
Amazonas y el Ártico, ayudan a proteger aproximadamente el 80% de la
biodiversidad del planeta. Según la UNESCO: «Los
pueblos indígenas son custodios y especialistas de culturas y relaciones únicas
con el medio ambiente natural. Representan una amplia gama de diversidad
lingüística y cultural en el corazón de nuestra humanidad común». [3]Yo
agregaría que, en un mundo fuertemente secularizado, esas poblaciones nos
recuerdan a todos la sacralidad de nuestra tierra. Por estos motivos, sus voces
y preocupaciones deben ser fundamentales para la implementación de la Agenda
2030 y en el centro de la búsqueda de nuevos caminos para un futuro sostenible.
Lo discutiré también con mis hermanos obispos en el Sínodo de la Región Pan
amazónica al final de octubre de este año.
CONCLUSIONES
Queridos hermanos y hermanas,
hoy, después de tres años y medio desde la adopción de los objetivos del
desarrollo sostenible, debemos darnos cuenta aún más claramente de la
importancia de acelerar y adaptar nuestras acciones para responder
adecuadamente al clamor de la tierra y al clamor de los pobres. (Ver Enc. Laudato
si ', 49): están vinculados.
Los desafíos son complejos y
tienen múltiples causas; Por lo tanto, a su vez, la respuesta solo puede ser
compleja y articulada, respetuosa de las diferentes riquezas culturales de los
pueblos. Si estamos realmente preocupados por desarrollar una ecología capaz de
remediar el daño que hemos hecho, ninguna rama de las ciencias y ninguna forma
de sabiduría deben quedar fuera, y esto incluye las religiones y los lenguajes
que les son propios (cf. ibíd., 63). Las religiones pueden ayudarnos a caminar
por la senda del desarrollo integral real, que es el nuevo nombre de la paz
(cf. PAUL VI, Enc. Populorum progressio, 76-77).
Expreso mi sincero
agradecimiento por vuestros esfuerzos en el cuidado de nuestra casa común, al
servicio de la promoción de un futuro sostenible e inclusivo. Sé que a veces
puede parecer una tarea demasiado ardua. Y, sin embargo, »capaces de degradarse hasta el extremo, también pueden
sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse.« (Enc. Laudato
si ', 205). Este el cambio que requieren las circunstancias actuales,
porque la injusticia que hace llorar a la tierra y a los pobres no es
invencible. Gracias.
---
[1] Cuando, por
ejemplo, debido a las desigualdades en la distribución del poder, el peso de la
inmensa deuda se descarga sobre los hombros de los pobres y de los países
pobres, cuando el desempleo es generalizado a pesar de la expansión del
comercio o cuando las personas simplemente son tratadas como un medio para el
crecimiento de otros, necesitamos cuestionar completamente el modelo de
desarrollo de referencia. De la misma manera, cuando en nombre del progreso
destruimos la fuente del desarrollo, nuestra casa común, entonces el modelo
dominante debe ser cuestionado. Al cuestionar este modelo y revisar la economía
mundial, los interlocutores de un diálogo sobre desarrollo deberían ser capaces
de encontrar un sistema político y económico global alternativo. Sin embargo,
para que esto suceda, debemos abordar las causas de la distorsión del
desarrollo, o sea lo que en la reciente doctrina social católica se denominan
»pecados estructurales. Denunciar esos pecados ya es una buena contribución que
las religiones dan a la discusión sobre el desarrollo del mundo. No obstante,
junto con la denuncia, también debemos proponer a las personas y comunidades
formas practicables de conversión.
[2] Cfr United Nations, Transforming our world: the 2030 Agenda
for Sustainable Development, 2015.
[3] [3] UNESCO, Message from Ms. Irina Bokova, Director-General
of UNESCO, on the occasion of the International Day of the World's Indigenous
Peoples, 9 August 2017
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