Uno de los
argumentos favoritos de todos aquellos que niegan las apariciones guadalupanas,
es el llamado "argumento del silencio".
Por: Enciclopedia Guadalupana | Fuente: CatolicoDefiendeTuFe.org
Sobre las apariciones de la Virgen de Guadalupe,
uno de los argumentos favoritos de todos aquellos que niegan las apariciones marianas, es el llamado "argumento del silencio". Que
básicamente dice que: no existen
testimonios, relatos, menciones, sobre las apariciones guadalupanas, de época
inmediata a que éstas ocurrieron y que es en épocas muy tardías, cuando
tales relatos sobre Guadalupe surgen. Siendo esto, según ellos, una prueba de
que las apariciones nunca ocurrieron y que tales testimonios fueron inventados
por la Iglesia Católica mucho tiempo después.
¿Son verdaderas estas
afirmaciones? ¿Es verdad que no existen testimonios, ni menciones de la Virgen
de Guadalupe en época cercana a sus apariciones en 1531? Veamos.
Tan
sólo 37 años después del portento ocurrido en el Tepeyac. Un
soldado de Hernán Cortés, llamado Bernal Díaz del Castillo, terminó de escribir
su "Historia
verdadera de la conquista de la Nueva España". Un libro que
recuerdo con mucho cariño, porque lo leí o mejor dicho, devoré en unas vacaciones,
como un reto personal que me llevó 3 días, en los que apenas me levanté para
comer, pues me comprometí a mí mismo a no levantarme de la cama hasta haber
terminado de leerlo.
Historia verdadera de la conquista de la Nueva
España, es uno de los primeros testimonios contemporáneos al hecho guadalupano,
que mencionan a la Virgen de Guadalupe, destruyendo el mito del "argumento del silencio". Demostrando
que tal silencio, no existe más que en
la imaginación y prejuicios de los antiaparicionistas.
Bernal
Díaz del castillo (1495-1583) nació en Valladolid, España y murió
en Guatemala. Vino a América en 1514. Su testimonio sobre la Virgen de
Guadalupe es de un valor excepcional, por la calidad del que lo escribe,
compañero de Cortés desde Cuba a México, y que escribió su historia para
corregir las falsedades y exageraciones de otros autores, dando a conocer cómo
realmente sucedieron "las ciento diez y
nueve batallas y encuentros de guerra" en que estuvo presente. Iba escribiendo sus "memorias
y borradores" de cuanto acontecía. De ellos tomó el material
para redactar la historia definitiva,
en Guatemala en 1568.
Es testigo inmediato y muy fidedigno de la
aparición, pues vivía en México por el año 1531. Su testimonio es invaluable: "Mandó Cortés a Gonzalo de Sandoval que fuese por
tierra a poner cerco a toda calzada que da desde México a un pueblo que se dice Tepeaquilla: adonde ahora
llama Nuestra Señora de Guadalupe, donde hace y ha hecho muchos admirables
milagros".
En el capítulo 210 en que trata "de otras cosas y provechos que se han seguido de
nuestros ilustres trabajos", empieza así: "Ya habrán oído en los capítulos pasados por lo mí
recontado acerca de los bienes y provechos que se han hecho con nuestras
ilustres hazañas y conquistas: miren los curiosos lectores qué de ciudades,
villas y lugares... y tengan atención a los Obispados que hay, que son diez,
sin el Arzobispo de la muy insigne Ciudad de México, y como hay tres Audiencias
reales... y miren las santas iglesias y catedrales, y los Monasterios donde
están Dominicos, como Franciscos y Mercedarios y Agustinos; y miren qué hay de
hospitales, y los grandes perdones que tienen, y la santa casa de Nuestra Señora de Guadalupe que está en lo de
Tepeaquilla, donde solía estar asentado el real de Gonzalo de Sandoval
cuando ganamos a México; y miren los
santos milagros que ha hecho y hace de cada día y démosle muchas gracias a Dios
y a su bendita Madre Nuestra Señora por ello, que nos dio gracia y ayuda
que ganásemos estas tierras donde hay tanta cristiandad y también tengan cuenta
como en México hay Colegio Universal..."
Este solo testimonio de un militar y escritor
contemporáneo, que escribe de la Virgen de Guadalupe y de su santuario, como de
cosa conocidísima, y que alega milagros que ha hecho y hace cada día, resulta
una prueba que no admite réplica; atendidas las circunstancias del escritor, de
su modo de escribir y del fin que le mueve a redactar esas palabras tiene,
según la regla de la Congregación de Ritos, toda la autoridad de un testigo
mayor, de excepción, certeza y seguridad.
¿Cuál es la respuesta de
los antiaparicionistas ante este documento? Fácil,
afirman que todo es mentira. "Para quien quiere creer tengo mil pruebas, para quien no, no tengo
ninguna" decía San Agustín.
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