La mejor manera para
alejar al demonio es vivir en gracia de Dios, confesarse, participar en Misa al
menos los domingos, recibir dignamente la Eucaristía, leer la Biblia y orar
todos los días. También ayuda usar con fe el agua bendita.
Ante la actual crisis que
afecta al mundo y a la Iglesia, el Papa Francisco nos ha convocado a
intensificar la oración. A los
católicos nos pide que recemos todos los días el Rosario, suplicando a la
Virgen María y al arcángel San Miguel que, por su intercesión ante Cristo, nos
protejan de las insidias del demonio.
El Papa ha recordado la
presencia misteriosa pero real, poderosa y dañina, del demonio. Muchos de los males que aquejan a la sociedad
y a la Iglesia no tendrían explicación sin el influjo diabólico. Esto es
así no sólo porque después del pecado original «el mundo entero yace en poder del Maligno» (1 Jn 5, 19), sino que también porque en
la actualidad el demonio ha intensificado con renovado furor su ataque contra
Cristo, su Iglesia y el hombre. Por eso hemos de tener presente la advertencia
de San Pedro: «Estén
alertas, que su enemigo, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien
devorar» (1 Pe 5,8).
La mejor manera para alejar al demonio es vivir en gracia de Dios,
confesarse, participar en Misa al menos los domingos, recibir dignamente la
Eucaristía, leer la Biblia y orar todos los días. También ayuda usar con fe el
agua bendita.
La herramienta más poderosa
para vencer al demonio es la oración cristiana, según las palabras de Cristo: «Esta clase de demonios con
nada puede ser arrojada sino con la oración» (Mc 9,29). Por
ello el Papa nos invita a unirnos en la oración con la intención de ser
liberados por la victoria de Cristo de las acechanzas del demonio.
El Papa pide agregar
al Rosario diario estas dos oraciones: «Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no
desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien,
líbranos de todo peligro, ¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!».
«San Miguel
Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad y
acechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra
humilde súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que
Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus
malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amén».
+ Francisco Javier
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