Retoma las audiencias
generales de los miércoles
En la memoria de
san Alfonso María de Ligorio este primero de agosto, el Papa Francisco reanudó
sus Audiencias Generales en el Aula Pablo VI del Vaticano, tras una pausa
estival en el mes de julio.
(Zenit/Vatican.news) El Papa ha continuado su ciclo
de catequesis en torno a los Mandamientos de la ley de Dios. Hoy ha
reflexionado al primer mandamiento: «No
tendrás otros dioses frente a mí» (Ex 20,3).
El Pontífice ha explicado que
al dar este mandamiento, Dios añade: «No te
fabricarás ídolos ni figura alguna, […] no te postrarás ante ellos, ni les
darás culto» (Ex 20,4-5).
Francisco ha ido a los
orígenes de la palabra «ídolo»: El ser humano, sea creyente o no, es propenso
a crearse ídolos. La palabra «ídolo» en griego viene del verbo «ver».
Un ídolo es una «visión» que llega a ser una fijación, una «obsesión» sobre algo que pudiera responder a las
propias necesidades y, por tanto, «se busca y se
hace todo por alcanzarla, pensando que en ella está la felicidad», ha
explicado el Santo Padre.
El ídolo -añadió el Papa- en
realidad es una proyección de uno mismo en objetos o proyectos: y es ésta la
dinámica que utiliza la publicidad. No veo el objeto en sí mismo, sino que
percibo ese automóvil, el teléfono inteligente, ese rol u otras cosas, como un
medio para realizarme y responder a mis necesidades esenciales.
Es así como «lo busco, hablo de eso, pienso en eso» y «la idea de poseer ese objeto o realizar ese proyecto,
llegar a esa posición, parece una forma maravillosa de alcanzar la felicidad,
una torre para alcanzar el cielo (véase Gen 11,1-9), y todo se vuelve funcional para ese objetivo»,
añadió.
«Sin embargo, los ídolos exigen un culto y a ellos se
sacrifica la propia vida con tal de alcanzarlos. Se antepone el dinero,
la fama o el éxito a la familia, a los hijos y a la integridad de la vida. Los
ídolos son mentirosos
prometen felicidad, pero no la dan, sino que esclavizan y terminan haciéndose
dueños de nuestra existencia»
Y porque el Dios verdadero no
pide la vida sino que la dona, reconocer las propias idolatrías es un inicio de
gracia que pone en el camino del amor, sostuvo Francisco, explicando asimismo
que, de hecho, el amor es «incompatible» con la idolatría: si algo se vuelve absoluto e intocable, entonces es más
importante que un cónyuge, un hijo o una amistad.
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