viernes, 3 de agosto de 2018

FRANCISCO: EL AMOR ES INCOMPATIBLE CON LA IDOLATRÍA


Retoma las audiencias generales de los miércoles

En la memoria de san Alfonso María de Ligorio este primero de agosto, el Papa Francisco reanudó sus Audiencias Generales en el Aula Pablo VI del Vaticano, tras una pausa estival en el mes de julio.
(Zenit/Vatican.news) El Papa ha continuado su ciclo de catequesis en torno a los Mandamientos de la ley de Dios. Hoy ha reflexionado al primer mandamiento: «No tendrás otros dioses frente a mí» (Ex 20,3).
El Pontífice ha explicado que al dar este mandamiento, Dios añade: «No te fabricarás ídolos ni figura alguna, […] no te postrarás ante ellos, ni les darás culto» (Ex 20,4-5).
Francisco ha ido a los orígenes de la palabra «ídolo»: El ser humano, sea creyente o no, es propenso a crearse ídolos. La palabra «ídolo» en griego viene del verbo «ver».
Un ídolo es una «visión» que llega a ser una fijación, una «obsesión» sobre algo que pudiera responder a las propias necesidades y, por tanto, «se busca y se hace todo por alcanzarla, pensando que en ella está la felicidad», ha explicado el Santo Padre.
El ídolo -añadió el Papa- en realidad es una proyección de uno mismo en objetos o proyectos: y es ésta la dinámica que utiliza la publicidad. No veo el objeto en sí mismo, sino que percibo ese automóvil, el teléfono inteligente, ese rol u otras cosas, como un medio para realizarme y responder a mis necesidades esenciales.
Es así como «lo busco, hablo de eso, pienso en eso» y «la idea de poseer ese objeto o realizar ese proyecto, llegar a esa posición, parece una forma maravillosa de alcanzar la felicidad, una torre para alcanzar el cielo (véase Gen 11,1-9), y todo se vuelve funcional para ese objetivo», añadió.
«Sin embargo, los ídolos exigen un culto y a ellos se sacrifica la propia vida con tal de alcanzarlos. Se antepone el dinero, la fama o el éxito a la familia, a los hijos y a la integridad de la vida. Los ídolos son mentirosos prometen felicidad, pero no la dan, sino que esclavizan y terminan haciéndose dueños de nuestra existencia»
Y porque el Dios verdadero no pide la vida sino que la dona, reconocer las propias idolatrías es un inicio de gracia que pone en el camino del amor, sostuvo Francisco, explicando asimismo que, de hecho, el amor es «incompatible» con la idolatría: si algo se vuelve absoluto e intocable, entonces es más importante que un cónyuge, un hijo o una amistad.

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