miércoles, 18 de abril de 2018

TAMBIÉN ALGUNOS OBISPOS HAN HABLADO SOBRE MARIA DIVINE MERCY



Después de la polémica generada por el artículo titulado “Sobre las profecías de la vidente Maria Divine Mercy”, publicado hace unos días en este mismo blog, su autor, el sacerdote Luis Santamaría, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), ha escrito un nuevo artículo aclarando lo que ya ha dicho la Iglesia, por boca de varios obispos, en torno a las falsas revelaciones privadas que están alcanzando tanta difusión por Internet. Reproducimos el artículo a continuación.
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Sospechaba que pasaría, y que como uno de los resultados de haber escrito algo crítico sobre unas supuestas profecías y revelaciones de parte de Dios y de la Virgen María, y después de varios miles de visitas, habría un balance importante de reacciones de personas que se esconden en el anonimato –¡anda, como la presunta vidente!– para mostrar que se sienten ofendidas (y ofensivas). Alguno que otro ha contestado con su nombre y apellidos. Digo que sospechaba lo que pasaría, porque no es la primera vez. Hay “asuntos sensibles” de los que algunos no quieren que se escriba diciendo una palabra clara desde la fe cristiana y desde el sentido común. Pasó con mi explicación de la tercera parte del llamado “secreto de Fátima”, pasó con las profecías atribuidas falsamente a San Malaquías y pasó con algunos otros temas semejantes. ¿Las respuestas que me dan? Que soy un sacerdote descreído, que más me vale convertirme a tiempo, que rezan por mí –algo bueno… gracias–, que no dejo ni a Dios ni al resto de la corte celestial que hablen, y un largo etcétera.
No creo que valga la pena contestar, porque las personas que se aferran fanáticamente a estos planteamientos no dejan lugar para el diálogo. En una huida hacia adelante, defienden como punto central de toda argumentación, y como criterio supremo para discernir y ordenar todo lo demás, lo que Dios o Jesucristo o su Madre le han dicho al vidente de turno. Eso está, para ellos, por encima de la Palabra de Dios y por encima de la mediación de la Iglesia. Estrictamente están planteando un cisma de facto, porque se sitúan fuera de la comunión eclesial. “La Virgen me ha dicho”, éste es su criterio de autoridad. O, por si acaso, lo ha afirmado el mismo Señor, y así no se puede discutir ni replicar.
En el contexto de estos días, en los que el Papa Francisco precisamente ha consagrado el mundo al Corazón Inmaculado de María en la jornada mariana del Año de la Fe, algo que ha sucedido en el país de donde procede el pontífice me ha llamado la atención. Y, para que no pase desapercibido, lo resumo aquí. El Obispado de San Rafael (en la provincia argentina de Mendoza) emitió un comunicado en torno a una vigilia de oración convocada para el 12 de octubre, en la que se anunciaban también “presuntas apariciones de la Virgen María”. En el texto el Obispado niega el aval a esa actividad mariana y dice que la asociación que está detrás “no tiene ningún reconocimiento de la Iglesia Católica ni ningún respaldo de otras Iglesias o comunidades cristianas”. Pero no sólo se trata de un asunto institucional o formal, no es un problema jurídico, de copyright o de denominación de origen. El Obispado añade que “el modo de presentar las ‘presuntas’ apariciones o locuciones de la Virgen María es contrario al proceder y a la sana prudencia de la tradición de la Iglesia en todo el mundo”. Y recomienda a los fieles y a todo el mundo “que no se dejen engañar en sus creencias o estafar en su generosidad o buena disposición a colaborar”.
Un comunicado breve y sustancioso. Una verdadera preocupación pastoral de los responsables de la Iglesia por los fieles más sencillos, que pueden ser víctimas de estos inventos aparicionistas. Pero tenemos un problema en el caso de las revelaciones privadas de Maria Divine Mercy. Recordarán que, como dije en el artículo anterior, no sabemos quién es la supuesta señora que recibe los mensajes, ni dónde vive. Lo que hace imposible que su obispo local pueda decir una palabra o tomar una decisión según el Derecho Canónico. ¿Entonces nos tenemos que quedar como estamos, esperando quizás una decisión de la Santa Sede? No hace falta, porque ya hay obispos que han hablado alto y claro sobre el tema. Aquí los traigo, resumiendo sus afirmaciones, y esperando que los defensores o convencidos de las revelaciones del “Gran Aviso de Dios” tengan en más consideración las palabras de los sucesores de los apóstoles –maestros de la fe– que las del cura de pueblo que firma estos artículos.
Voy a empezar por el más reciente, es decir, por el último que ha dicho algo. Es Richard J. Malone, obispo de Buffalo (Nueva York), pero en calidad de administrador apostólico de la Diócesis de Portland (Maine), que es el lugar donde la difusión de las falsas revelaciones divinas ha supuesto un problema. En una carta a los sacerdotes de Portland fechada el pasado 27 de agosto, monseñor Malone dice que, como algunos de los mensajes “promueven actitudes negativas contra las enseñanzas del Concilio Vaticano II y del papado” –cosas que ciertamente no son optativas o de libre elección para los católicos–, se ha puesto a investigar. Y preguntando a las Conferencias Episcopales de los EE.UU. (de la que forma parte) y de Irlanda (ya que se dice que la supuesta señora vive en Dublín), nadie dice saber nada.
La técnica del pseudónimo, afirma, hace difícil la investigación. Por lo que cita a un obispo australiano –al que veremos después– y sus duras palabras para concluir que “dado el hecho de que la Iglesia no se ha pronunciado aún sobre la autenticidad de estas ‘revelaciones’, y dado el hecho de que más de un obispo las ha juzgado como algo que socava la fe de la Iglesia en su mismo núcleo, por la presente prohíbo la difusión o promoción de los materiales de Maria Divine Mercy en la Diócesis de Portland. Si alguien se te acerca o te enteras de que alguien en tu parroquia habla sobre ello o promueve estos materiales, por favor adviértelo de esta prohibición. Esta prohibición estará en vigor hasta el momento en el que las ‘revelaciones’ sean autentificadas por la Iglesia”.
Demos un salto ahora hasta mayo, siguiendo en 2013. Así nos encontraremos con la carta que citaba el prelado norteamericano. Se trata de una carta del arzobispo de Brisbane (Australia), Mark Coleridge, dirigida a todos los creyentes de su Archidiócesis, sacerdotes, religiosos y laicos ante la circulación de los mensajes de supuesto origen divino. En ella afirma: “he examinado algunos de estos mensajes y los he hallado evidentemente fraudulentos y corrosivos de la verdadera fe cristiana tal como la enseña la Iglesia Católica. La supuesta receptora de los mensajes opera anónimamente y rechaza identificarse y presentarse a la autoridad local de la Iglesia para un examen teológico del contenido de sus mensajes”.
Monseñor Coleridge continúa diciendo: “los mensajes contienen algunos errores teológicos e históricos, de los cuales algunos caen en la categoría de un falaz milenarismo, y es más probable que provoquen temor más que la paz del Espíritu. Juegan con elementos de la fe católica sólo para socavarla en su núcleo. Además, son escandalosos en sus afirmaciones contra el Papa Francisco. Conclusión de la carta: “los mensajes de Maria Divine Mercy no han de tomarse en serio, ni discutirse ni distribuirse en la Archidiócesis de Brisbane”.
He encontrado otros dos obispos que han tomado una decisión acerca de este tema. El primero de ellos es Štefan Sečka, arzobispo de Spišská (Eslovaquia), que ya en noviembre de 2012 escribió una carta a sus fieles. De nuevo observamos un pronunciamiento claro: “he hallado que se trata de una enseñanza herética, que no está de acuerdo con la enseñanza de la Iglesia y que está dando muestras de sectarismo. Aunque los mensajes coinciden en muchos puntos con la doctrina católica, en ellos “las citas de la Escritura son comentadas y explicadas arbitrariamente y en sentido contrario a las enseñanzas de la Iglesia Católica.
Y aprovecha para recordar que ya en los comienzos del cristianismo pasó esto, como señala San Pedro en su segunda carta: “ninguna profecía de la Escritura puede ser interpretada por cuenta propia” (2 Pe 1, 20). Además, monseñor Sečka advierte a los sacerdotes de que no deben cooperar con este invento bendiciendo el “Sello del Dios Vivo” (un documento que el movimiento de la falsa vidente manda imprimir y rezar). Y dice: “a todos los creyentes que quizás por ignorancia comenzaron a creer en los mensajes mencionados, por favor, les urjo a dejar estas enseñanzas heréticas y a no difundirlas”.
Y el otro prelado es Andreas Laun, obispo auxiliar de Salzburgo (Austria), que en un artículo publicado en julio de 2012 hace algunas precisiones interesantes (sobre la no confirmación celestial de esta revelación privada, o el uso de la expresión “Iglesias cristianas”, que en el lenguaje católico se reserva al catolicismo y a la ortodoxia oriental), y señala que algunas cosas del Gran Aviso, como la lucha de Dios Padre y de las jerarquías celestes en la batalla de Harmagedón “suenan como ‘El Señor de los Anillos’ y no a una revelación privada que reconocerá la Iglesia”. Dice que es confuso lo que se afirma acerca del nuevo sufrimiento de Cristo, cuando creemos que ahora reina a la derecha del Padre.
También critica todo lo relativo a la preparación para la segunda venida de Jesús, y afirma que lo que hay de verdadero en estas profecías ya lo conocemos, mientras que lo demás podemos ignorarlo. Por eso monseñor Laun dice “avisar sobre el aviso”. Si Dios quiere decirnos algo importante en la actualidad, lo hará sin necesidad de jugar al escondite o enviar pistas, como parece aquí. “Si yo quisiera también podría inventar ‘revelaciones’ así todos los días”, concluye. Por lo que he podido ver, además, el arzobispo de Melbourne (Australia) y el de London (Canadá) han sacado sendos comunicados sobre Maria Divine Mercy, que no he podido consultar.
Como siempre habrá anarco-católicos que me dirán que a saber cómo son estos obispos, que son el Anticristo con mitra y báculo y otras cosas por el estilo, me permitirán al menos que termine estas líneas con una revelación procedente del mismo Cristo y cuya autenticidad no me atrevo a poner en duda, me lo diga quien me lo diga: “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16). Como dijo San Pablo –que al parecer no debe de ser nadie sino un pigmeo o una hormiga al lado de la última vidente elegida de la historia, Maria Divine Mercy–, “si nosotros mismos o un ángel del cielo os anuncia un evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea anatema” (Gal 1, 8).
Luis Santamaría del Río
Secretaría RIES

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