El obispo de San Sebastián, D.
José Ignacio Munilla, reflexiona
en su último artículo, del pasado Domingo de Resurrección, 31 de marzo, sobre
las teorías de la Nueva Era que ponen en entredicho el valor de las religiones,
y más concretamente de la religión católica, para explicar el Misterio de Dios.
El prelado donostiarra sale al paso de lo que dicen estas teorías para las que
lo importante es la “espiritualidad” y no la religión. Lo reproducimos de la web del
Obispado de San Sebastián.
EL VASO, EL AGUA Y EL ELEFANTE
EL VASO, EL AGUA Y EL ELEFANTE
La Iglesia Católica se
encuentra en plena celebración del Año de la Fe. Los obispos hemos recibido el
ministerio de guardar la integridad de la fe. Se trata de una encomienda que
abarca tres niveles: Tener una fe coherente, predicar con pedagogía y rebatir
los errores contrarios. Pues bien, tengo que confesar que me preocupa cómo se
difunden en nuestros días algunas imágenes sobre la religiosidad y la
espiritualidad, que son claramente incompatibles con nuestra fe católica. Me
refiero en concreto a las dos siguientes:
“El
vaso y el agua”: Se pretende diferenciar entre la religión y la espiritualidad
sirviéndose del referido símil. Las religiones serían como el vaso (hay muchos
vasos); mientras que la espiritualidad sería como el agua. Se puede beber agua
en diversos tipos de vasos o sin necesidad de ellos. Así ocurriría también con
las religiones; todas ellas serían igualmente válidas para beber el agua de la
espiritualidad.
“El elefante”: Se representa a un elefante rodeado de una serie de personajes vestidos
con los atuendos típicos de diferentes religiones; todos ellos con los ojos
totalmente vendados: Un obispo católico toca con sus manos la trompa; un monje
budista palpa un colmillo del elefante; un imán acaricia una de las patas
traseras; un rabino manosea una de las orejas del elefante… Y en la parte baja
inferior de esta viñeta se puede leer: “Dios es
mayor que lo que las religiones dicen sobre Él”. Es obvio que la conclusión a la que pretende
hacernos llegar esta imagen del elefante es que todas las religiones se reducen
a un intento infructuoso del hombre de alcanzar a Dios.
Alguien dijo que el
relativismo es el ’santo y seña’ más característico de la cultura occidental
secularizada. Y sin lugar a dudas, la reflexión teológica no está al margen de
este riesgo. La teoría del “pluralismo
religioso” -es decir, la
presentación de todas las religiones como igualmente verdaderas- no es sino la
lectura del hecho religioso a la luz del relativismo. La Nueva Era ha resultado
ser una aliada inestimable para la penetración del relativismo en el campo
religioso. Lo que hoy en día se lleva es el sincretismo y el esoterismo, como
distintivo de una espiritualidad que está abierta a “todo",
sin necesidad de creer en “nada” en
concreto.
Sin embargo, quienes piensan
que por este camino están descubriendo una espiritualidad moderna, están muy
equivocados. En el fondo, nos encontramos ante una reedición del paganismo del
Imperio Romano con el que se tuvo que enfrentar el cristianismo. Pongo un
ejemplo ilustrativo muy concreto; el debate entre Simanco y San Ambrosio en el
siglo IV: Un presidente del Senado romano, de nombre Simanco, colocó un “ara de la
Victoria” en el aula del Senado.
Cada uno de los senadores debía quemar incienso en ese altar,
independientemente de sus creencias, porque a juicio de Simanco tanto el
cristianismo como el paganismo eran igualmente válidos. En su opinión todas las
religiones son igualmente válidas al tratarse de caminos de búsqueda de una
realidad que nos supera y que nunca podremos alcanzar. Su disertación se resume
en la siguiente frase: “A tan gran Misterio es
imposible que se pueda llegar por un solo camino”.
Los cristianos se negaron en
redondo a quemar incienso en ese altar pagano. San Ambrosio, obispo de Milán, fue el encargado de responder a
Simanco: Ciertamente el misterio de Dios es
inaccesible al ser humano por sus solas fuerzas, pero este misterio se nos ha
hecho accesible por la Revelación de Dios. La religión cristiana no es
el camino del hombre a Dios, sino el camino de Dios al hombre. Por lo tanto, en
palabras de San Ambrosio, los caminos de acceso a Dios no son múltiples, sino
uno solo: el camino por el que Dios se ha acercado
al hombre.
El senador pagano Simanco -y
con él, los defensores del pluralismo religioso en nuestros días- piensan que “a tan gran Misterio es imposible que se pueda llegar por
un solo camino”. Sin embargo, San
Ambrosio mantiene que el politeísmo es irracional, y que Dios nos ha librado de
él gracias a la Revelación. A diferencia de otras religiones, la religión
cristiana no es una gnosis, una salvación por el conocimiento, sino que nace
del hecho histórico de la Encarnación, Muerte y Resurrección de Cristo, gracias
a las cuales Dios nos ha abierto el camino de acceso a su Misterio de vida.
Aquí reside la originalidad del cristianismo: El acontecimiento central de la
historia humana ha sido la venida de Dios, quien en Cristo, ha salido al
encuentro del hombre.
La teoría del pluralismo
religioso es totalmente incompatible con nuestra fe en la Encarnación. Las
tendencias relativistas y sincretistas ligadas en mayor o menor medida a la
Nueva Era, tienen muy poco de “nuevas", ya
que en el fondo son una reedición del paganismo romano, que no podía soportar
que Jesucristo fuese presentado como el “único
mediador entre Dios y los hombres” (1
Tm 2, 5). Y es que, después de dos mil años de historia, ¡es muy difícil
inventar una herejía original!
Pasados cincuenta años,
estamos ante una buena oportunidad de redescubrir el Concilio Vaticano II, en
el que de una forma muy equilibrada, se afirma por una parte, que en las
diversas religiones podemos encontrar semillas de verdad, e incluso una cierta
preparación para el Evangelio (cfr. LG 16). Pero al mismo tiempo se recuerda
que solamente en Cristo y en su Iglesia se pueden encontrar la Revelación de
Dios y la plenitud de los medios de la salvación (cfr. UR 3).
En definitiva, Jesucristo no solo es el agua, sino que también es el vaso. Y es que, en el cristianismo no se puede distinguir entre religiosidad y espiritualidad; de la misma forma que en el ser humano no se pueden separar las venas de la carne, sin acabar con su vida.
En definitiva, Jesucristo no solo es el agua, sino que también es el vaso. Y es que, en el cristianismo no se puede distinguir entre religiosidad y espiritualidad; de la misma forma que en el ser humano no se pueden separar las venas de la carne, sin acabar con su vida.
Secretaría RIES
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