Si existe en la tierra una capital
de lo paranormal -con permiso de la jaleada área
51- esa es Barra do Garças, población de 100.000 habitantes situada
entre los ríos Garças y Araguaia, en el Estado de Mato Grosso, en Brasil. Lo
cuenta Miguel Gutiérrez Garitano
en el Diario Vasco, en un artículo
titulado “Aeropuerto de extraterrestres”. Se trata de la única ciudad del mundo dotada de ufódromo, o aeropuerto para platillos volantes, y
meca de místicos, iluminados y sectarios procedentes de medio mundo.
Sus calles son un mosaico de
razas y religiones. Colonos blancos se mezclan en sus calles con indígenas de
la tribu xavante, mulatos, caboclos (mezcla entre indios y negros) y árabes de
origen palestino. Pero la peculiaridad de Barra do Garças radica en los murales
de sus paredes, llenas de alienígenas y mesías, naves espaciales y rayos
celestiales, que confieren su marca registrada a esta ciudad de nuevo cuño.
Abro el periódico local, el Diario do Vale de Araguaia, y abordo el editorial, que es una encendida
soflama en contra del vicio carnal que «campa
por doquier». Lo firma un tal Melquíades Costa, que además de
afamado periodista es miembro de la secta mística del Convento Teúrgico; se
trata de una agrupación de fanáticos -fundada por un tal Luchner- enclavada en Barra, que se
lucra gracias al turismo místico, protagonizado por gentes sedientas de
emociones que se internan en la cordillera que se abre hacia el norte, la
Sierra do Roncador, para vivir su particular experiencia astral, pues creen que
se trata de una suerte de portal a otra dimensión.
Recorro los contornos de la Sierra de Roncador con el biólogo Fernando Mundin, guía de origen
español-árabe. Bajo los enormes monolitos de roca, que recuerdan al Monument
Valley de Arizona, descubrimos un grupo de edificios y una suerte de templo
druídico plagado de enanos de jardín; mi guía me explica que pertenece a la
Hermandad Branca.
Fernando, que a menudo hace de
guía para los adeptos de esta secta, me explica su credo: «Creen que en épocas antediluvianas bajó al Roncador una
nave de seres inteligentes y crearon un mundo subterráneo para sobrevivir al
sol. Con el tiempo estos seres se mezclaron con los primates y dieron lugar al
hombre. Cuando la parte primate se impone, vence la violencia, y entonces los
dioses envían a otro bebé puro, un Mesías, para que lleve a buen puerto a la
humanidad». Después me lleva a un
supuesto «portal mágico» que no es sino una oquedad donde el viento, al
friccionar con la roca, emite un sensual ronroneo y que da el nombre de
Roncador a la sierra.
Toda la región ha sido pasto
de sectas que buscan el cielo en la Tierra. En un bosque que se abre bajo un
enorme acantilado ocre, se erigen restos de edificios y un aljibe. Según
Fernando, nos hallamos en las ruinas del cuartel general de la Asociación Pro
Vespertino, «una comunidad de pseudocientíficos
de todo el mundo que se reunían para mejorar la vida y la convivencia de la
humanidad». En su laboratorio
selvático, una versión ‘new age’ de la isla del Doctor Moreau, trataron, por
ejemplo, «de minimizar el uso del agua,
concluyendo que una persona puede vivir con solo seis litros al día, y cambiar
los roles culturales hombre-mujer. Pues en este campamento, las mujeres hacían
labores de albañilería y los hombres hacían la colada».
El volumen de negocio
procedente del turismo paranormal es tal que incluso las instituciones han
decidido invertir en este mercado. A mediados de los años 90, el famoso Valdon Varjâo -primer senador negro de
Brasil, Prefecto de Barra do Garças y Académico de Mato Grosso- sorprendió al
mundo anunciando la construcción en la localidad del primer ufódromo del Orbe.
Varjâo era, para entonces, un político muy popular, con fama de culto y
encumbrado por su papel en la prohibición de la venta de órganos, que era un
auténtico problema en Brasil. Alguno vieron este golpe de timón como un borrón
en su carrera; se le critique o no, lo cierto es que los números le avalan,
pues de su iniciativa surgió un negocio sin precedentes que impulsó
económicamente a esta región depauperada.
Secretaría RIES
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