El pasado mes de septiembre
participé en un congreso internacional que se celebraba en Marruecos y que
abordaba la religión en el mundo contemporáneo y la nueva religiosidad. Allí
tuve una ponencia titulada “Las sectas en el magisterio de Juan Pablo II” (en la que analicé medio centenar
de afirmaciones del Papa polaco sobre este fenómeno). Después de presentarla en
inglés, comencé con temor el turno de preguntas, por lo complicado que podría
ser para mí contestar de forma improvisada en un idioma que no domino muy bien.
Recuerdo que la primera
pregunta fue la siguiente, más o menos formulada así: “usted nos ha expuesto lo que dijo el Papa anterior sobre
el asunto de las sectas. ¿Coincide con lo que dice Benedicto XVI? ¿Qué dice el Papa actual sobre este tema?”. Mi respuesta, necesariamente breve porque no me
había parado a recopilar de manera sistemática las intervenciones del pontífice
alemán, fue que se da una continuidad en el análisis magisterial del fenómeno
de las sectas, por lo que yo sé, debido sobre todo a la coincidencia de las
fuentes que informan al obispo de Roma, que son las Iglesias locales
representadas por sus obispos. Y aclaré que habría que esperar al final de su
pontificado para poder hacer una valoración completa.
Ahora, después del anuncio que
ha pillado por sorpresa a todo el mundo, el de la próxima renuncia al
ministerio de sucesor de Pedro por parte de Benedicto XVI, ya es el momento de
echar una mirada a su magisterio y comprobar qué ha dicho sobre el fenómeno
sectario y la nueva religiosidad. Es verdad que quedan varios días de
pontificado, así que habrá que esperar a su finalización el próximo 28 de
febrero. Pero ya puede hacerse un primer acercamiento, no exhaustivo ni en
profundidad, pero sí bastante panorámico, de lo que este Papa ha manifestado
sobre el tema en sus enseñanzas (encíclicas, exhortaciones, discursos,
mensajes, etc.).
Si se trata de ver cómo ha analizado Benedicto XVI el fenómeno de las
sectas en la sociedad actual y su desafío a la Iglesia, no cabe aquí todo lo
que dijo y escribió con anterioridad, siendo prefecto de la Congregación para
la Doctrina de la Fe, sobre estos temas. Porque fueron frecuentes sus alusiones
a la nueva religiosidad, al ocultismo e incluso al satanismo, sobre todo en sus
artículos y entrevistas. Algo normal si se tiene en cuenta la amplitud de miras
de un estudio exhaustivo de la sociedad y la cultura, del mundo globalizado en
el que está presente la fe cristiana. Y no podemos pasar por alto algo que dijo
como Joseph Ratzinger, pero que
sirve como transición al papado, ya que fue su última intervención pública
antes de acceder a la sede de Pedro: su homilía en la Misa pro eligendo Pontifice, previa al último
cónclave, y que presidió el 18 de abril de 2005 como decano del Colegio
Cardenalicio.
En ella trazó un panorama
crítico de la situación contemporánea, y se recuerda por el uso de la expresión
“dictadura del relativismo”. Frente a ella, presentó a Cristo como la única
verdad. Pues bien, ese pasaje lo empezó diciendo: “¡Cuántos
vientos de doctrina hemos conocido durante estos últimos decenios!, ¡cuántas
corrientes ideológicas!, ¡cuántas modas de pensamiento!… La pequeña barca del
pensamiento de muchos cristianos ha sido zarandeada a menudo por estas olas,
llevada de un extremo al otro: del marxismo al liberalismo, hasta el
libertinaje; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago
misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo, etc.”. Y, a continuación, añadió: “Cada día nacen nuevas
sectas y se realiza lo que dice san Pablo sobre el engaño de los hombres, sobre
la astucia que tiende a inducir a error (cf. Ef 4, 14)”.
Así podemos observar cómo, en
un momento trascendental en la vida de la Iglesia católica, el entonces
cardenal Ratzinger, con una encomienda de gran responsabilidad durante la sede
vacante tras la muerte de Juan Pablo II, y al comentar la Palabra de Dios
proclamada en la eucaristía, se fijó en el pasaje paulino de la segunda lectura
para llamar a la unidad de la fe y de los diversos carismas comunitarios en la
Iglesia, Cuerpo de Cristo, ante los vaivenes doctrinales y las divisiones
originadas por el pecado. Se trata, pues, de una valoración negativa de la
religiosidad alternativa, no sólo representada por una referencia directa a las
sectas, sino también por la inclusión del “vago
misticismo religioso” y del “sincretismo”. Como
puede verse, aparece entremezclado este fenómeno ciertamente ambiguo con el del
extremo contrario, el secularismo. Esto será una constante en su magisterio.
Entrando ya en su pontificado,
tenemos que echar una ojeada, en primer lugar, a las encíclicas que ha escrito.
En ninguna de las tres aparece el tema de las sectas, ni directa ni
indirectamente. Por lo que se ha dicho estos días, parece que ha quedado
pendiente su cuarta carta encíclica, la dedicada a la fe. Habrá que estar
atentos, porque es un ámbito en el que sí podría caber una alusión a la nueva
religiosidad, aunque desconozco cuál será su valor magisterial si se publica
tras la renuncia del Papa, tal como ha señalado el portavoz de la Santa Sede.
Un lugar importante donde se
ha referido al fenómeno de las sectas es la exhortación apostólica Verbum Domini, que publicó en noviembre de
2010 después del trabajo que había hecho el Sínodo extraordinario de los obispos sobre la Palabra de Dios en la vida
de la Iglesia. En este documento, cuando Benedicto XVI llama en su n. 73
a “un particular esfuerzo pastoral para resaltar
el puesto central de la Palabra de Dios en la vida eclesial”, acogiendo la propuesta sinodal de una animación
bíblica de toda la actividad pastoral para que las personas puedan encontrarse
con Dios, tiene en cuenta los efectos secundarios queridos de este cambio de
actitud: “será también el mejor modo para
afrontar algunos problemas pastorales puestos de relieve durante la Asamblea
sinodal, y vinculados, por ejemplo, a la proliferación de sectas que difunden
una lectura distorsionada e instrumental de la Sagrada Escritura”.
La referencia es clara, y
apunta a las sectas de impronta cristiana, las que se basan en la Biblia y confunden
a los fieles cristianos con una interpretación errónea. Y es aquí donde el
desafío para la Iglesia es diáfano, y el Papa lo señala de forma directa: “allí donde no se forma a los fieles en un conocimiento
de la Biblia según la fe de la Iglesia, en el marco de su Tradición viva, se
deja de hecho un vacío pastoral, en el que realidades como las sectas pueden
encontrar terreno donde echar raíces”.
Para evitar este vacío pastoral el obispo de Roma propone dos vías: una mayor
preparación de los agentes (sacerdotes y laicos) y la difusión de pequeñas
comunidades –vinculadas a las parroquias o a los nuevos movimientos eclesiales–
donde se conozca, se lea y se ore la Palabra de Dios. (Continuará).
Después de haber visto cómo aborda Benedicto XVI el desafío que las
sectas plantean a la pastoral de la Iglesia desde el punto de vista de la
Sagrada Escritura, acerquémonos a otra exhortación apostólica postsinodal en la
que también aparece el tema. Estamos hablando, pues, de un documento con el
mismo valor magisterial que tenía el anterior. Se trata de la exhortación Africae munus, publicada en 2011,
dos años después de la celebración de la asamblea especial para África del
Sínodo de los obispos. El tratamiento del fenómeno sectario en este texto puede
sorprender a muchos, ya que está extendida la idea de que el continente más
afectado por las sectas desde la perspectiva eclesial es América del Sur, pero
aquí nos damos cuenta de la magnitud de este problema en África.
El Papa alemán dedica un
número completo de Africae munus a este tema. Así, leemos que “en África han surgido también en los últimos decenios
muchos movimientos sincretistas y sectas”
(n. 91), y que “a veces es difícil discernir si son de inspiración
auténticamente cristiana o simplemente fruto del capricho de un líder que
pretende poseer dones excepcionales”, dando pie a la confusión de la
gente. ¿Los factores que provocan este florecimiento? Se refiere a tres, tanto
sociales como eclesiales: “estructuras estatales
en elaboración, la erosión de la solidaridad familiar tradicional y una
catequesis insuficiente”. Es en
este contexto en el que “numerosas sectas
explotan la credulidad y ofrecen un respaldo religioso a creencias religiosas
multiformes y heterodoxas no cristianas. Destruyen la paz de los cónyuges y sus
familias a causa de falsas profecías y visiones. Seducen incluso a los
políticos”. El panorama es, pues,
bastante negativo.
Después de este sintético
repaso de la realidad y juicio severo, Benedicto XVI plantea a la Iglesia la
necesidad de actuar, de responder al desafío de las sectas. “La teología y la pastoral de la Iglesia debe individuar
las causas de este fenómeno, no sólo para frenar la ‘sangría’ de fieles de las
parroquias que se van a otros grupos, sino también para constituir la base para
una respuesta pastoral apropiada, en vista de la atracción que estos movimientos
ejercen sobre ellos. Esto significa, una vez más: evangelizar en profundidad el
alma africana”. Como dijo
repetidamente Juan Pablo II en
tantas ocasiones, lo verdaderamente importante no es que las sectas sean una
competencia religiosa para la Iglesia católica, sino que han de verse como un
resorte para plantearse en serio el reto de la nueva evangelización, de hacer
que la persona pueda tener una experiencia de encuentro con Cristo.
En otro lugar de la exhortación, cuando se dirige de forma directa a los
jóvenes africanos, enumera algunas realidades negativas ante las que se
encuentran, cuando señala que “pueden tentaros
reclamos de todo tipo: ideologías, sectas, dinero, drogas, sexo fácil o
violencia” (n. 63). Y les
advierte, seguidamente: “estad alerta: quienes
os hacen estas propuestas quieren destruir vuestro porvenir”. Como antídoto, el Papa los llama a una madurez
integral, explicando que “para alcanzar el
discernimiento, la fuerza necesaria y la libertad para resistir a esas
presiones, os animo a poner a Jesucristo en el centro de toda vuestra vida
mediante la oración, y también mediante el estudio de la Sagrada Escritura, la
práctica de los sacramentos, la formación en la Doctrina social de la Iglesia,
así como a participar de manera activa y entusiasta en las agrupaciones y
movimientos eclesiales”.
Aunque no emplee más el
término “sectas”, sí se refiere en este documento a otras
realidades relacionadas, y que podemos englobar bajo el término complejo y
amplio de “nueva religiosidad”. En primer
lugar, habla en el n. 90 de las denominadas “iglesias
autóctonas africanas” o grupos
cristianos independientes, que han surgido del seno de las Iglesias históricas
asumiendo rasgos propios del alma del continente. Es un verdadero desafío
ecuménico, porque introducen elementos nuevos en este empeño por la búsqueda de
la unidad de los cristianos, y es necesario el discernimiento. Aunque el
pontífice no lo comenta, es cierto que se hace difícil distinguir el carácter
cristiano o no de cada movimiento, si se ha de catalogar como comunidad
eclesial, como secta o como realidad sincretista.
Además, Africae munus contiene
una valoración de las llamadas “religiones
tradicionales africanas” (n. 92),
siguiendo los criterios principales del acercamiento católico a las religiones
no cristianas. Benedicto XVI señala que se trata de una amalgama de elementos
espirituales que forman el humus en el que viven su fe los cristianos
africanos, por lo que es preciso conocer “los
verdaderos puntos de ruptura”, distinguiendo
qué es cultura y qué es culto en cada momento y lugar. Eso sí, hay que rechazar
de forma tajante “los elementos mágicos, causa
de división y ruina en la familia y en la sociedad”. Junto a esta valoración negativa encontramos
también una llamada a aprovechar lo que no contradiga a la fe cristiana, con
vistas a la inculturación del evangelio, por lo que la Iglesia podría examinar “ciertos elementos de las culturas tradicionales
africanas que son conformes con las enseñanzas de Cristo”.
Acto seguido, en el n. 93 el
Papa observa la vinculación entre esta religiosidad africana y el fenómeno
contemporáneo que se constata de “un cierto
recrudecer de la hechicería. Renacen los temores y se crean lazos de sujeción
paralizante. Las preocupaciones sobre la salud, el bienestar, los niños, el
clima, la protección contra los malos espíritus, llevan en ocasiones a recurrir
a prácticas tradicionales de las religiones africanas que están en desacuerdo
con la enseñanza cristiana”. Se
señala, a continuación, cuál es el reto, y cuál ha de ser la respuesta de la
Iglesia: “el problema de la ‘doble pertenencia’
al cristianismo y a estas religiones sigue siendo un desafío. Para la Iglesia
en África, es necesario guiar a las personas a descubrir la plenitud de los
valores del Evangelio, mediante la catequesis y una profunda inculturación.
Conviene determinar cuál es el significado profundo de las prácticas de
brujería, identificando las implicaciones teológicas, sociales y pastorales que
conlleva este flagelo”. (Continuará).
Hemos visto la forma en la que
Benedicto XVI ha aludido a las
sectas en relación con la Palabra de Dios
(exhortación Verbum Domini) y en el concreto contexto africano
(exhortación Africae munus). Si, como
he señalado en los artículos anteriores, se trata de las referencias de valor
magisterial más destacado, no son las que ganan en cantidad. Éstas, como puede
adivinar el lector que tenga algún conocimiento de la realidad de la Iglesia
católica en el mundo, son las referentes a Iberoamérica (concretamente al
continente suramericano, descontando a España y Portugal).
A lo largo de su pontificado,
y sobre todo en los encuentros que ha tenido el pontífice con los obispos de
aquella región en sus visitas ad limina
apostolorum, las palabras del Papa sobre el fenómeno de las sectas y
su desafío a la comunidad eclesial se han repetido, y aunque no tienen el mismo
valor doctrinal que las exhortaciones apostólicas postsinodales, nos muestran,
sin embargo, la preocupación de Benedicto XVI por este tema. Y, como dice una
conocida expresión entre los vaticanistas, “de
Roma viene lo que a Roma va”, es
decir, que en las palabras del obispo de Roma puede adivinarse el eco de lo que
previamente le han comunicado sus hermanos de las otras Iglesias locales.
Como punto de partida tenemos
que señalar la V Conferencia General
del Episcopado Latinoamericano (CELAM), que se celebró en mayo de 2007
en Aparecida (Brasil), y que inauguró el mismo Papa. En enero de ese mismo año,
al dirigirse a la Pontificia Comisión para América Latina, Benedicto XVI afirma
que “los hombres y mujeres de América Latina
tienen una gran sed de Dios”. Es
por ello, sigue diciendo, que “cuando la fe no
se alimenta de la oración y meditación de la Palabra divina; cuando la vida
sacramental languidece, entonces prosperan las sectas y los nuevos grupos
pseudo-religiosos, provocando el alejamiento de la Iglesia por parte de muchos
católicos. Al no recibir éstos respuestas a sus aspiraciones más hondas, que
podrían encontrarse en la vida de fe compartida, se producen también situaciones
de vacío espiritual”.
Un mes después, les dice a los nuncios del continente, reunidos en el
Vaticano para preparar el gran evento eclesial, que la presencia consolidada de
la Iglesia católica en la región debe hoy tener en cuenta, entre otras cosas, “el proselitismo de las sectas y la creciente influencia
del secularismo hedonista posmoderno”. Para
responder a lo que denomina una vez más “desafío
de las sectas”, el pontífice
alude al “cuidado de los valores y la conciencia
para formar laicos maduros, la educación de los jóvenes con planes vocacionales
apropiados, el compromiso por informar en modo adecuado la opinión pública
sobre las grandes cuestiones éticas según los principios del Magisterio de la
Iglesia y una presencia eficaz en el campo de los instrumentos de comunicación”.
Todo esto se refiere al
período preparatorio de la Conferencia del CELAM. Cuando Benedicto XVI viajó en
mayo a Brasil, ya en el avión un periodista le preguntó por el avance de las
sectas en el continente, lo que supone una “hemorragia” de fieles católicos. De forma improvisada, como
suele hacer en estas ocasiones, el Papa afirmó que el “éxito de las sectas demuestra, por un lado, que hay una
difundida sed de Dios, una sed de religión, las personas quieren estar cerca de
Dios y buscan un contacto con Él. Y naturalmente, por otro lado, aceptan
también a quien se presenta y promete soluciones a sus problemas de la vida
cotidiana”. ¿Pistas del obispo de
Roma? Ser más misioneros y más dinámicos al ofrecer respuestas a esa sed de
Dios que tiene el ser humano, y ayudar a las personas para encontrar
condiciones justas de vida, tanto en las situaciones concretas de pobreza como
en las grandes cuestiones de la justicia social.
No entraremos en el análisis
de lo que se dijo en la reunión episcopal continental sobre el tema, ya que se
sale del objeto de este artículo, porque no es magisterio papal, pero sí a las
palabras de Benedicto XVI en su visita. Por ejemplo, en su discurso a los
obispos brasileños reunidos en la Catedral de São Paulo leemos que “entre los problemas que abruman vuestra solicitud
pastoral está, sin duda, la cuestión de los católicos que abandonan la vida
eclesial. Parece claro que la causa principal, entre otras, de este problema,
pueda ser atribuida a la falta de una evangelización en la que Cristo y su
Iglesia estén en el centro de toda explicación”. Añade que “las
personas más vulnerables al proselitismo agresivo de las sectas –que es motivo
de justa preocupación– e incapaces de resistir a las embestidas del
agnosticismo, del relativismo y del laicismo son generalmente los bautizados no
suficientemente evangelizados, fácilmente influenciables porque poseen una fe
fragilizada y, a veces, confusa, vacilante e ingenua, aunque conserven una
religiosidad innata”.
Por fin, en su discurso de
inauguración de la V Conferencia del CELAM,
en el santuario mariano de Aparecida, después de señalar los principales logros
positivos de las Iglesias locales iberoamericanas, el pontífice afirma que se
percibe “un cierto debilitamiento de la vida
cristiana en el conjunto de la sociedad y de la propia pertenencia a la Iglesia
católica debido al secularismo, al hedonismo, al indiferentismo y al
proselitismo de numerosas sectas, de religiones animistas y de nuevas
expresiones seudorreligiosas”.
Y al igual que este evento
tuvo un prólogo, también contó con un epílogo. Un mes después de su vuelta a
Roma, Benedicto XVI recibió a los representantes de la Fundación “Populorum Progressio” para América Latina y el
Caribe. En su discurso leemos que “frente a la
secularización, la proliferación de las sectas y la indigencia de tantos
hermanos, es apremiante formar comunidades unidas en la fe, como la Sagrada
Familia de Nazaret, en las que el testimonio alegre de quien se ha encontrado
con el Señor sea la luz que ilumine a quienes están buscando una vida más
digna”. Y, como curiosidad, en un
encuentro con sacerdotes italianos en el verano de ese mismo año, les dijo en
el diálogo que encontró en Brasil una Iglesia con notable vitalidad, donde “no sólo crecen las sectas”.
Después de todo esto, y como
ya he dicho al comienzo, las referencias repetidas del Papa a este tema como
preocupación pastoral las encontramos en el contexto de los discursos a los
obispos iberoamericanos en sus visitas ad limina
apostolorum, es decir, sus viajes periódicos a la Santa Sede
–normalmente cada cinco años– para encontrarse con el sucesor de Pedro. A los prelados de Puerto Rico (julio de
2007) les habla del cambio religioso de los últimos tiempos, refiriéndose al “avance de las sectas o de otros grupos religiosos de
amplia difusión actual” entre la
población juvenil, que necesita por eso “una
sólida formación religiosa”.
Cuando es el turno de los obispos costarricenses (febrero de
2008), les dice: “conocéis bien los riesgos de
una vida de fe lánguida y superficial cuando se enfrenta a señuelos como el
proselitismo de las sectas y grupos pseudorreligiosos, la multitud de promesas de
un bienestar fácil e inmediato, pero que terminan en el desengaño y la
desilusión, o la difusión de ideologías que, proclamando ensalzar al ser
humano, en realidad lo banalizan”.
A los pastores de las diócesis de Guatemala (marzo de 2008) les indica
que “la firmeza de la fe y la participación en
los sacramentos hacen fuertes a vuestros fieles ante el riesgo de las sectas o
de grupos pretendidamente carismáticos, que crean desorientación y llegan a
poner en peligro la comunión eclesial”. Ante
los obispos hondureños (junio de
2008) constata una vez más que “la difusión del
secularismo, así como el proselitismo de las sectas, es fuente de confusión
para muchos fieles, y provoca además una pérdida del sentido de pertenencia a
la Iglesia”, lo que debe traer consigo
una reacción eclesial de “impulsar una extensa y
audaz labor de evangelización, que se apoye, más que en la eficacia de los
medios materiales o de los proyectos humanos, en el poder de la Palabra de
Dios, acogida con fe, vivida con humildad y anunciada con fidelidad”.
Continuamos con los obispos de Panamá (septiembre de
2008), a los que el Papa señala, entre los desafíos principales de la Iglesia
en su país, “el acoso de innumerables sectas”, y traza una vez más el
camino a seguir: sembrar la Palabra de Dios en los corazones para una mejor
maduración en la fe. Y saliéndonos del género pero no del contexto geográfico,
hay que destacar el discurso de Benedicto XVI al embajador de El Salvador ante la Santa Sede, cuando presenta sus
credenciales en octubre de 2010, y el pontífice afirma que “sería extraño que los discípulos de Cristo fueran
neutrales ante la presencia agresiva de las sectas, que aparecen como una fácil
y cómoda respuesta religiosa, pero que, en realidad, socavan la cultura y
hábitos que, desde hace siglos, han conformado la identidad salvadoreña,
oscureciendo también la belleza del mensaje evangélico y resquebrajando la
unidad de los fieles en torno a sus Pastores”.
Tras analizar de forma
sintética las palabras de Benedicto XVI sobre las sectas y la nueva
religiosidad a lo largo de su pontificado de casi ocho años constatamos, pues,
una línea continua de pensamiento y una llamada clara a la nueva
evangelización, con sus diversos acentos según los lugares y situaciones, como
respuesta a lo que es un claro desafío a la acción misionera de la Iglesia.
Como en el resto de temas, su magisterio ha sido brillante y apropiado para la
situación del mundo actual y el papel de la comunidad cristiana en él. En el
centro, siempre, Dios.
Luis Santamaría del Río
Secretaría RIES
No hay comentarios:
Publicar un comentario