Las características esenciales del matrimonio son tres (1):
– la unidad (de uno, con
una),
– la indisolubilidad
(para siempre) y
– la apertura a la fecundidad
(el matrimonio es para procrear).
La unidad
indica que un hombre sólo puede tener una esposa, y la mujer sólo un marido.
Desde el
principio estableció Dios la unidad de la institución matrimonial, cuando dijo:
…dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y vendrán los
dos a ser una sola carne. ( 2) El hecho de formar una sola carne hace de este
vínculo una realidad exclusiva: de uno, con una.
En
efecto, Dios prescribió la unidad matrimonial desde que instituyó el
matrimonio, para asegurar mejor la paz de la familia y la educación y bienestar
de los hijos.
Sí
permite Dios, en cambio, contraer sucesivamente un nuevo matrimonio, una vez
disuelto el vínculo anterior por la muerte de uno de los cónyuges.
Otra
característica esencial del matrimonio es la indisolubilidad.
Significa
que la unión es permanente, es decir, que ha de continuar así mientras vivan
los cónyuges. El divorcio civil no disuelve el vínculo conyugal, aunque así
(falsamente) lo establezca la ley civil. Una vez que un hombre y una mujer se
han unido en matrimonio consumado no hay poder en la tierra que pueda disolver
ese vínculo. Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre, (3) dijo Jesús, con
su autoridad de Supremo Legislador.
El
vínculo matrimonial es, pues, por institución divina, perpetuo e indisoluble,
de modo que una vez contraído no puede romperse sino con la muerte de uno de
los cónyuges.
El que
los esposos tengan clara conciencia de la indisolubilidad de su unión, les
ayudará a poner todo su empeño en evitar las causas o motivos de desunión,
fomentando el amor y la tolerancia mutua.
La
apertura a la fecundidad es otra característica esencial del matrimonio.
Quienes
se casan han de tener la intención de procrear. Si después eso no se da (por
ejemplo, porque uno de los dos es estéril), el matrimonio es válido. Pero no lo
sería, por ejemplo, si establecieran el vínculo matrimonial con la intención de
no procrear, evitando absolutamente la descendencia.
(1) Ver Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1664
(2) Génesis 2,24
(3) Mateo 19,6
Ricardo Sada Fernández
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