No podemos decir a la ligera
que una persona está poseída sin considerar cuales son los componentes de una
posesión y verificar si se dan en el paciente.
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Conoce mas…
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¿CÓMO SE PUEDE SABER SI UNA
VISIÓN ES DEMONÍACA EN ORIGEN O ES UN PROBLEMA PSIQUIÁTRICO?
Lo más simple, dice el padre José Antonio Fortea,
conocido exorcista, es confiar en el paso del tiempo.
El tiempo es el
mejor medio para discernir si algo es un problema psiquiátrico o es acción del
demonio.
Si una visión, locución o algo
que parece extraordinario es una enfermedad mental, se desarrollará
inevitablemente.
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Las psicosis tienden a desarrollarse. No se quedan estancadas.
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Y el tiempo acaba desarrollándolas de manera tal que todo acaba quedando claro.
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Las psicosis tienden a desarrollarse. No se quedan estancadas.
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Y el tiempo acaba desarrollándolas de manera tal que todo acaba quedando claro.
Pero cuando alguien viene
refiriendo un caso de visión y le piden a un teólogo que discierna, la mayor
parte de las veces es absolutamente imposible. Pero al cabo de unos meses los casos más oscuros quedan claros. Y
si se deja que la enfermedad siga su curso, al cabo de unos años queda claro el
asunto hasta para los familiares más neófitos en esta materia. Por poner un
ejemplo de una penitente
desconocida que se arrodilla en el confesionario y le dice al confesor que
la Virgen le ha dicho de forma audible que le quiere y que sea buena. El
sacerdote no puede saber si tiene a una persona que ha experimentado una
alucinación o una locución. Probablemente ni el mejor teólogo del mundo lo
podría saber. Pero si lo confiesa
durante un año, la cosa estará cada vez más clara, y aun en menos tiempo. Porque si
la penitente está enferma paulatinamente irá desarrollando la enfermedad y dirá
que la Virgen le revela más y más cosas, y éstas cada vez serán más peregrinas.
Y si se deja pasar cinco años más, al final lo normal es que la enfermedad
quede patente no sólo al confesor, sino hasta a sus familiares. Pues el
carácter absurdo e ilógico de las alucinaciones suele desarrollarse y
evidenciar que se trata de una enfermedad.
Las patologías mentales
conforme avanzan suelen desligarse cada vez más y más de las leyes de la
lógica.
CRITERIOS DE DIAGNÓSTICO DE
POSESIÓN
No obstante
confiar en el tiempo, el padre Fortea
da una serie de criterios diagnósticos que debería presentar un
sujeto para que sospechemos que padece una posesión, que serían los siguientes:
1.- Ante lo sagrado o lo
religioso se da una gama de sensaciones que van, según el sujeto, desde el
fastidio hasta el horror, desde la leve expresión de molestia hasta la
manifestación de ira y furia.
2.- En estos casos más
extremos, el horror lleva a accesos de furia, acompañados normalmente de
blasfemias o insultos dirigidos hacia el objeto religioso que se ha situado en
la proximidad.
3.- El enfermo en los
episodios agudos de manifestación de ira furiosa, pierde la consciencia.
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Cuando vuelve en sí no recuerda nada. La amnesia es total y absoluta.
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Sin embargo, aunque no recuerde nada, el sujeto durante el episodio ha padecido un cambio de personalidad mientras ha durado esa crisis de furia.
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Durante esa crisis una segunda personalidad emerge.
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Cuando vuelve en sí no recuerda nada. La amnesia es total y absoluta.
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Sin embargo, aunque no recuerde nada, el sujeto durante el episodio ha padecido un cambio de personalidad mientras ha durado esa crisis de furia.
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Durante esa crisis una segunda personalidad emerge.
4.- Esa segunda personalidad
siempre tiene un carácter maligno.
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Es frecuente que durante esos momentos las pupilas se vuelvan hacia arriba, o hacia abajo, dejando los ojos en blanco.
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Los músculos faciales se ponen frecuentemente en tensión.
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También las manos muestran crispación.
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En esos momentos de crisis, la persona articula la voz llena de odio y rabia.
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Es frecuente que durante esos momentos las pupilas se vuelvan hacia arriba, o hacia abajo, dejando los ojos en blanco.
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Los músculos faciales se ponen frecuentemente en tensión.
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También las manos muestran crispación.
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En esos momentos de crisis, la persona articula la voz llena de odio y rabia.
5.- Acabada la crisis furiosa,
la persona vuelve lentamente a la normalidad.
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El tránsito de vuelta a la normalidad es prácticamente similar en cuanto al tiempo y al modo al tránsito que se observa de la vuelta del estado de hipnosis al estado normal de conciencia.
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El tránsito de vuelta a la normalidad es prácticamente similar en cuanto al tiempo y al modo al tránsito que se observa de la vuelta del estado de hipnosis al estado normal de conciencia.
6.- Fuera de las crisis
furiosas en que emerge la segunda personalidad, la persona lleva una vida
completamente normal, sin que esta patología afecte para nada ni a su trabajo
ni a sus relaciones sociales.
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El sujeto aparece como una persona perfectamente cuerda.
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En todo momento distingue perfectamente entre la realidad y el mundo intrapsíquico, no observa una conducta delirante.
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El sujeto aparece como una persona perfectamente cuerda.
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En todo momento distingue perfectamente entre la realidad y el mundo intrapsíquico, no observa una conducta delirante.
7.- En algunos casos sí
exponen cosas que parecen alucinaciones sensoriales.
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Concretamente exponen que, esporádicamente ven sombras, sienten una difusa sensación extraña en alguna parte concreta del cuerpo u oyen crujidos.
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Por el contrario no oyen voces internas, ni sienten que algo les corre bajo la piel.
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Concretamente exponen que, esporádicamente ven sombras, sienten una difusa sensación extraña en alguna parte concreta del cuerpo u oyen crujidos.
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Por el contrario no oyen voces internas, ni sienten que algo les corre bajo la piel.
8.- No se observa ningún
antecedente familiar que pudiera hacer pensar en patologías mentales con base
genética.
Hay que añadir que no se puede considerar dentro de este campo
de posesión los casos en que el sujeto meramente dice sentir una presencia.
En la mayor parte de los casos estos fenómenos de posesión se producen
tras participar en algún tipo de rito esotérico: ouija, práctica de espiritismo, santería afrocubana, macumba, vudú, etc.
Este tipo de personas, tal como se ha mencionado en el punto 7,
sufren alucinaciones sensoriales siempre con una temática muy
precisa, pero no se ven afectadas por ningún tipo de delirio.
Por el contrario hay una total ausencia de construcción
patológica de conjuntos de ideas que puedan justificar ese tipo de trastornos explicados
en los ocho puntos anteriores.
El paciente mantiene un
razonamiento claro, y se muestra sumamente crítico respecto a los síntomas que
él mismo describe al médico.
Es muy frecuente que comience
su exposición al especialista con las palabras “va a pensar que estoy loco”,
“no me va a creer” o “no sé por donde empezar”.
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El mismo paciente es el primero en reconocer que su discurso va a resultar poco digno de crédito.
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El enfermo sitúa perfectamente en el tiempo el inicio de sus trastornos.
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Y suele referir como causa de ellos la participación de ese rito esotérico.
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El mismo paciente es el primero en reconocer que su discurso va a resultar poco digno de crédito.
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El enfermo sitúa perfectamente en el tiempo el inicio de sus trastornos.
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Y suele referir como causa de ellos la participación de ese rito esotérico.
EMERGE LA SEGUNDA PERSONALIDAD
Lo verdaderamente relevante,
el factor predominante, será el hecho de que, en los momentos de mayor furia en los que emerge esa segunda
personalidad, da todos signos el paciente de sufrir un desorden disociativo de
la personalidad.
La presencia de una identidad distinta que toma control sobre la
conducta de la persona entra plenamente en la descripción de esta patología de la
disociación.
Esta segunda identidad siempre
aparece con unos rasgos muy fijos: hablará
con rabia, con ira, exponiendo un gran odio hacia todo lo relativo a la
religión, y hablará además con la expresión facial manifestando una gran
tensión.
En unos pacientes esta segunda identidad es locuaz en cuyo caso
manifiesta una gran procacidad en su vocabulario y expresiones blasfemas.
En otros pacientes esta segunda identidad es casi muda, hablando en contadas
ocasiones y de un modo extremadamente lacónico.
Sus intervenciones cargadas de
odio y tensión tienen en común con el tipo anterior en que la voz cambia por
efecto de esa ira contenida.
El pensamiento en todo momento
(salvo en los momentos de trance) es claro.
Y esa es otra característica
que suele llamar la atención de los especialistas que atienden a estos
pacientes: la claridad de
pensamiento, la capacidad de autocrítica, coexistiendo con los otros rasgos
patológicos que por su gravedad deberían conllevar una evolución hacia una
profunda desestructuración de la personalidad y el raciocinio.
Recapitulando, si un
psiquiatra no supiera nada de posesiones, los síntomas que observaría en un
poseso típico le llevarían a ver en él un desorden disociativo de la
personalidad que provoca alucinaciones sensoriales (escasas).
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Y una aversión aguda a lo sagrado, junto con agitaciones propias de una crisis histeriforme.
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Y una aversión aguda a lo sagrado, junto con agitaciones propias de una crisis histeriforme.
Como se ve un complejo
conjunto de síntomas, todos ellos en un mismo sujeto y manifestándose con
simultaneidad.
Ello nos lleva a rechazar las
clasificaciones simplistas de aquellos que, sin haber visto un caso real,
sentencian que se trata de tal o cual enfermedad mental.
El cuadro sintomatológico aquí
definido refleja un síndrome tan
especial que no se lo puede encuadrar sin más en tal o cual apartado de la
patología psiquiátrica.
Hay que admitir que nos
encontramos no ante un desorden mental simple, sino ante un síndrome para el
que hay que buscar un lugar específico dentro de la catalogación médica.
Y un síndrome porque es un
conjunto de signos y síntomas que existen a un tiempo y definen un cuadro
morboso determinado.
Cuadro morboso que se repite de un modo milimétrico en los pacientes que
lo padecen.
Y cuya simultaneidad en la concurrencia de esos rasgos (antes
descritos) llevan a la perplejidad a los especialistas que los atienden.
DOS CASOS PSICOPATOLÓGICAMENTE
INEXPLICABLES
Como ejemplo podemos
citar dos ejemplos que menciona el
psiquiatra Prof. Dr. Aquilino
Polaino-Lorente como casos de posesión, relatados en primera
persona.
Respecto de mi experiencia
profesional en el ámbito de las manifestaciones psicopatológicas en los casos
de posesión diabólica, he de informar que es muy excepcional y limitada.
Después de casi treinta y seis
años ejerciendo la psiquiatría clínica, he de afirmar que sólo en dos ocasiones me he visto en la
necesidad de dictaminar que, tras la observación y exploración de dos supuestos
pacientes, los comportamientos manifestados en ellos no podían explicarse desde
la perspectiva de la nosología psiquiátrica.
EL PRIMER CASO
El primer caso tuve la
oportunidad de estudiarlo hace ya más de diez años, a fin de realizar el
dictamen que se me solicitaba. Se trataba de un adulto ya anciano, que residía en un país centroeuropeo. Era una
persona de un alto nivel sociocultural que, a los 53 años de edad,
abandonó todo (su familia, su profesión, su país) para marcharse con una
prestigiosa bailarina de ballet, a la que le llevaba casi treinta años. Dos décadas después regresó a su país
empobrecido y deteriorado y con manifestaciones que supuestamente permitían
calificarle como un enfermo psiquiátrico. La exploración psicopatológica
puso de manifiesto en esta persona un perfil sintomático compatible con
el diagnóstico de trastorno de
inestabilidad emocional de la personalidad. Sin embargo, la solicitud
que se hacía en la peritación no se dirigía sólo a que informase acerca de las
manifestaciones clínicas que hubiera podido encontrar en esta persona.
Sino que, principalmente,
debía pronunciarme acerca de si las manifestaciones expresadas por ella,
precisamente en el contexto de las sesiones
de exorcismo a las que el paciente estaba sometido, podían o no ser
calificadas como psicopatológicas.
En favor de la brevedad aquí
exigida, me ocuparé de sólo dos de
las manifestaciones que presencié en esta persona durante una
sesión de exorcismo.
La primera de ellas consistió
en que, sin haber tenido ningún contacto a lo largo de su vida con el arameo ni
con ninguna otra persona que lo hablase, era capaz de comprender y hablar esta
lengua, cuando “estaba en trance”, durante la sesión de exorcismo.
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En esas circunstancias, esta persona sabía discernir el significado de las preguntas que se le hacían y de las afirmaciones que en esa misma lengua oía.
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En esas circunstancias, esta persona sabía discernir el significado de las preguntas que se le hacían y de las afirmaciones que en esa misma lengua oía.
Cuando esas afirmaciones tenían un contenido religioso o se le mandaba
con cierto imperio, en nombre de Dios, que alabara a Dios o besara un
crucifijo, respondía con palabras blasfemas.
A las que seguía un comportamiento radicalmente agresivo y, desde luego, hasta
lesivo para las tres personas que le acompañaban.
Por el
contrario, cuando el exorcista le
hablaba en esa misma lengua aramea de otros temas no religiosos, cuyo
contenido era más bien indiferente o neutro, el supuesto paciente no respondía
en absoluto, sino que guardaba silencio y adoptaba el comportamiento normal que
en él era el habitual.
La
otra manifestación observada consistía en que era capaz de predecir, sin ningún
error, si en el lugar en el que estábamos había o no algún objeto que tuviera
alguna connotación religiosa o cristiana (un crucifijo, un rosario, etc.).
Las circunstancias en que acontecía esta segunda
manifestación aseguraban la imposibilidad de que esta persona se percatara de
la presencia o ausencia de tales objetos. Puesto
que estaba echado sobre una camilla, con los ojos continuamente cerrados y las
personas salían y entraban de la habitación sin hacer ningún ruido, llevando o
no los objetos referidos en sus bolsillos, sin que ninguna de las personas allí
presentes fueran capaces de detectarlos.
En este paciente
concurrían, pues, las dos cosas:
-un conjunto de síntomas
compatibles con el diagnóstico a que ya se aludió, y
-ciertos comportamientos para los que la actual psicopatología no dispone de
ninguna explicación.
Años
más tarde fui informado que el paciente pidió la ayuda al demonio, a los
53 años, para conseguir su fin de “enamorar y marcharse con la bailarina”, a
cambio de lo cual juró servirle de por vida.
EL
SEGUNDO CASO
El otro
caso excepcional lo he estudiado en fecha reciente. Se trataba de una
joven, estudiante universitaria, que venía padeciendo de dolores incurables, a pesar de haber visitado a varios especialistas.
Con malestar generalizado, fracaso en los estudios, imposibilidad de concentrarse, y que se
comportaba de forma muy extraña en las sesiones de exorcismo que le estaban
practicando. También en este caso fui
consultado a fin de emitir un informe acerca de las manifestaciones que
justamente se presentaban en ella en el transcurso de las sesiones de
exorcismo. Sólo mencionaré un hecho pues
entiendo que no disponemos de más tiempo.
En el
curso de la sesión que fui invitado a presenciar, además de otras muchas
manifestaciones de evidente oposición en todo lo que se refiriese a la piedad y
al culto divino, opté por tratar de explorar si era sensible, en ese estado, a
la recepción comprensiva de una
lengua que, según me constaba, en absoluto conocía.
En
esas circunstancias, me atreví a ordenarle que repitiera ciertas frases,
en alemán, relativas al culto a Dios.
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Sus respuestas no se hicieron de esperar, si no que, de forma súbita, arqueaba todo su cuerpo en disposición de ataque, profería insultos.
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Y hacía gestos de una violencia incontenible, de la que forzosamente tuve que apartarme a fin de no ser fatalmente alcanzado por ella.
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Sus respuestas no se hicieron de esperar, si no que, de forma súbita, arqueaba todo su cuerpo en disposición de ataque, profería insultos.
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Y hacía gestos de una violencia incontenible, de la que forzosamente tuve que apartarme a fin de no ser fatalmente alcanzado por ella.
En cambio, cuando en esa misma lengua alemana,
le formulaba preguntas de contenido no religioso o
sobre temas irrelevantes, jamás se produjo en ella ninguna respuesta.
En
opinión de la madre de esta chica, a la que entrevisté a solas, los síntomas de
su hija habían comenzado a presentarse en ella a raíz de que una compañera
blasfema le formulara un maleficio.
La
entrevista que mantuve con la supuesta paciente, fuera del contexto de la
sesión de exorcismo, no me permitió en este caso, tras un afinado y extenso
diálogo exploratorio, llegar a conclusión alguna respecto de la identificación,
apresamiento y comprobación de signos, señales o síntomas de naturaleza
psicopatológica. De donde inferí y sostuve
que no disponía de ninguna
explicación psiquiátrica para las conductas antes relatadas.
RELACIÓN
ENTRE POSESIÓN DEMONÍACA Y ENFERMEDAD MENTAL
Por
otra parte, Aleteia entrevistó al doctor Valter Cascioli,
médico psiquiatra, portavoz y
asesor científico de la Asociación Internacional de Exorcistas (A.I.E), quien
fue asistente del Padre Amorth. Él comienza expresando que
ve un aumento de la actividad demoníaca extraordinaria, es decir de
las infestaciones, obsesiones, vejaciones y posesiones, que aumentan debido a
la falta de fe y por el aumento de prácticas esotéricas, magia y ocultismo.
Estas prácticas involucran millones de personas
y pueden abrir el camino a las posesiones diabólicas o a otras manifestaciones
de la actividad demoníaca extraordinaria. La
posesión diabólica es la más grave actividad demoníaca extraordinaria.
La actividad
ordinaria del diablo está representada en la tentación y la tentación es lo que abre el camino a fenómenos más
graves.
También
diagnostica que la posesión demoníaca se reconoce por la aversión a todo
aquello que es sagrado.
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Repugnancia a la oración, a todo lo que es bendecido aún si no se tiene conciencia de que lo sea, inesperadas reacciones de violencia en personas de una índole diversa.
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Se manifiesta con blasfemia, agresiones físicas, reacciones furiosas si se bendice o se ora ante la persona.
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Aunque por sí solos no son suficientes para hacer una diagnosis de posesión diabólica.
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Repugnancia a la oración, a todo lo que es bendecido aún si no se tiene conciencia de que lo sea, inesperadas reacciones de violencia en personas de una índole diversa.
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Se manifiesta con blasfemia, agresiones físicas, reacciones furiosas si se bendice o se ora ante la persona.
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Aunque por sí solos no son suficientes para hacer una diagnosis de posesión diabólica.
Otros
síntomas son conocer profundamente materias o lenguas desconocidas al sujeto.
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Conocer la ubicación de objetos escondidos a la vista, conocer cosas ocultas.
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Entender y hablar idiomas desconocidos.
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Manifestar una fuerza sobrehumana anormal para la edad y la condición física de la persona.
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A veces, se manifiesta en el marco de una agitación psicomotora, la cuál sin explicación no responde a la terapia sedativa farmacológica.
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Conocer la ubicación de objetos escondidos a la vista, conocer cosas ocultas.
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Entender y hablar idiomas desconocidos.
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Manifestar una fuerza sobrehumana anormal para la edad y la condición física de la persona.
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A veces, se manifiesta en el marco de una agitación psicomotora, la cuál sin explicación no responde a la terapia sedativa farmacológica.
El fenómeno extraordinario de la levitación
puede sumarse a los síntomas antes mencionados de la actividad diabólica.
Es un indicio de posesión. Existen también otros síntomas extraordinarios. Clarividencia del
pasado y del futuro. Materializaciones. Estos
son algunos de los elementos de diagnosis de posesión diabólica. Estos síntomas son
claros solo si se manifiestan juntos. A
veces es difícil reconocerlos. Se
confunden con enfermedades psiquiátricas que
se deben a causas naturales. En cambio, la
posesión demoníaca se debe a causas preternaturales. Las personas que llevan una vida desordenada pueden confundir
los síntomas. Es el padre exorcista decide caso por caso que hacer.
El padre decide si involucrar un médico psiquiatra.
Este profesional debe tener una preparación académica
pero también espiritual. Hay
médicos que no creen en la existencia del diablo. No reconocen la actividad
demoníaca ordinaria o extraordinaria. Los
exorcistas a veces se encuentran en dificultad cuando envían a sus pacientes a
los psiquiatras que no tienen fe y que no reconocen el maligno. Las enfermedades
psíquicas que pueden ser confundidas con una posesión demoníaca son
aquellas como la esquizofrenia, el disturbo obsesivo. Esto por ejemplo en los casos de obsesión diabólica.
En un marco de psicosis delirante podría, depende de
los casos, parecer una posesión demoníaca. Muchas de las cosas que se han mencionado
implican personas que viven fuera de la gracia de Dios en la mayor parte de los
casos. Personas que viven en
situaciones de pecado mortal. Es claro que
para un creyente el primer paso es
reconciliarse con Dios a través de la oración, la sagrada escritura y los
sacramentos. La persona puede seguir un camino de fe acompañado por un
padre espiritual. Por su puesto, si estas
personas manifiestan problemas psíquicos o médicos pueden pedir la ayuda de un
especialista.
CASOS
QUE LE HAN LLAMADO LA ATENCIÓN
Las
historias de los poseídos son diversas porque cada persona es diferente. Lo
único que no cambia es la presencia del maligno. Hay situaciones en
las cuales se requieren años de exorcismo. Son
personas que sufren porque tienen problemas que inciden a nivel afectivo,
laboral y familiar.
Lo que
llama la atención en estos casos de posesión es el gran sufrimiento de las
personas.
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El nivel de postración física, moral, psicológica y espiritual.
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El nivel de postración física, moral, psicológica y espiritual.
Y el
Dr. Cascioli cita un caso:
“Recuerdo el caso de un señor anciano de constitución física frágil que de repente estaba
dotado de una fuerza sobrehumana. Una fuerza
superior a la edad y al cuerpo. El anciano
no respondía a los fármacos. El hombre
estaba solo con el sacerdote exorcista y cuando de un momento al otro con una
sola mano alzó una mesa de roble macizo. Algo
que necesita de la fuerza de varias personas.
Y
afirma que existen casos de posesiones
en niños,
“Lamentablemente se pueden verificar casos de este tipo.
Los maleficios que se han hecho sobre una madre durante
el embarazo pueden ser la fuente del problema. Recuerdo el caso de
un niño de 10 años que había sido objeto de un maleficio. Podríamos decir que se trataba de una venganza transversal
porque primero habían sido afectados sus parientes, sus padres y luego el niño.
Sufría varios
trastornos físicos y psíquicos.
Y se manifestaba en una fenomenología extraordinaria.
Desde
pequeñito, sin estudiar, sabía tocar el piano con dotes de un músico
profesional. Habían otros síntomas.
El sufrimiento era mucho. Un ama de casa
católica nos refiere que en una ocasión se asustó porque cuando era una estudiante ante un grupo de
amigas dijo una blasfemia y su voz cambió inexplicablemente”.
Cita
también otro caso que le ha llamado la atención,
“Recuerdo una
señora anciana analfabeta que se expresaba en sánscrito.
Afortunadamente estaba presente en el exorcismo un
sacerdote estudioso de letras antiguas y ha logrado reconocer el idioma”.
“El
espíritu maligno que poseía la persona expresaba odio hacia Dios y el hombre.
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Rabia hacia quien combate el mal; el padre exorcista.
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El diablo odia al hombre porqué el hombre es el hijo amadísimo de Dios”.
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Rabia hacia quien combate el mal; el padre exorcista.
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El diablo odia al hombre porqué el hombre es el hijo amadísimo de Dios”.
Suponemos
que con estas referencias coincidentes de varios profesionales ha quedado
claro por donde pasa la diferencia entre el diagnóstico de posesión y
de un problema psiquiátrico.
Fuentes:
·
http://rcspiritualdirection.com/blog/2013/08/08/questionable-visions-demonic-or-psychiatric-origins
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