7 puntos importantes
para tener en cuenta en tu vida de oración.
Por: H. Edgar Henríquez Carrasco | Fuente: Catholic-link.com
Por: H. Edgar Henríquez Carrasco | Fuente: Catholic-link.com
La oración es el oxígeno de nuestra vida
cristiana: nos permite respirar, estar sanos, aliviar nuestras dolencias,
seguir caminando y sobre todo acrecentar nuestra relación con Dios. La oración
pasa por momentos de aridez y de grandes frutos, este ritmo es parte de nuestra
vida espiritual. Es normal que pases por momentos de gran gozo y consolación
interior, y otros donde parece todo oscuro y desolado. ¡No te desanimes nunca al orar! Hay que orar con perseverancia.
Recuerda que la oración es un diálogo con el Señor, es sobre todo escuchar su
voz tenue que resuena en nuestro interior. Hay que orar, pero como dice el Papa
Francisco: "orar, permítanme decirlo, con
la carne: que nuestra carne ore. No con ideas, sino orar con el corazón". Este
es un verdadero desafío, pero, ¡sí se puede! ¡no tengas miedo! Si te cuesta
orar ten en cuenta estos 7 elementos
que pueden ayudarte a mejorar tu vida espiritual y tu oración.
1. ¿Te fijas en la postura en la que rezas?
Hay diversas posturas para orar. Recuerda la
celebración de la Santa Misa, sueles estar de pie, luego sentado, luego de
rodillas. Cada una de estas posturas tiene detrás un significado profundo.
Estar de pie denota atención y respeto, es señal de bienvenida, es acoger al
invitado. Cuando nos sentamos solemos tener una actitud de escucha, de recibir
lo que el otro quiere decirme, de aprender, como un discípulo al maestro.
Arrodillarse tiene un significado más profundo, solemos arrodillarnos en
momentos de gran solemnidad sobre todo en la Adoración Eucarística. Luego
podemos agregar la postración, que es una actitud de humildad y abandono en
Dios. Esta postura del cuerpo suele ser característica de una ordenación
sacerdotal o una profesión religiosa. ¡La postura suele comunicar mucho! Pero cuidado con las posturas demasiado cómodas que
pueden provocarte sueño o pereza, quizá no te ayude estar sentado o acostado a
la hora de orar. Utiliza una postura
adecuada para hablar con Dios, así dispones tu cuerpo entero a la escucha de
Dios que habla al corazón.
"Y entrando en la
casa, vieron al niño con María, su madre, y postrándose le adoraron; luego,
abrieron sus cofres y le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra" (Mateo
2,11)
2. ¿Reconoces tu momento personal?
No es lo mismo hablar con Dios cuando estamos en
un momento de gran alegría personal o cuando pasamos por una crisis
existencial. Debes reconocer tu momento
personal y desde allí hablar con Dios. Los salmos son un claro ejemplo
de ello, hay de todos tipos: desde los más alegres, a los más tristes cuando el
mundo parece conspirar contra nosotros. Por ejemplo en la tristeza el salmista
clama al Señor con estas palabras: "Desde lo
hondo a ti grito, Señor. Señor, escucha mi voz, estén tus oídos atentos a la
voz de mi súplica" (Salmo 129). Reconoce tu momento y sé sincero
con el Señor, porque Él ya conoce tu estado personal. Otro ejemplo está en el
salmo 69, que dice: "Sálvame, Dios mío, que
las aguas me llegan hasta el cuello. Estoy hundido en un fango profundo, no
puedo apoyar el pie; he llegado a las profundidades del agua, me arrastra la
corriente. Estoy fatigado de gritar" (Salmo 69, 2-3). En fin,
nuestra vida es dinámica y nos afectan los cambios, los problemas y los
acontecimientos ajenos. ¡Reconoce tu momento personal y acércate a Dios con
humildad!
"El Señor está cerca.
No se preocupen por nada; al contrario: en toda oración y súplica, presenten a
Dios sus peticiones con acción de gracias. Y la paz de Dios que supera todo
entendimiento custodiará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús"
(Filipenses 4, 5-7).
3. ¿Buscas un lugar recogido?
Si buscas orar en medio del bullicio será
difícil. Dios habla con voz tenue, como una brisa, un viento suave que es
presencia de Dios. Para ello debes alejarte del ruido, buscar la calma y la tranquilidad de un lugar sereno y reposado.
Por eso las iglesias son un lugar propicio para la oración debido al silencio
que reina allí. También puedes ir a una montaña, como lo hacía el mismo Jesús,
o caminar solo por ahí en medio de los árboles. Busca un momento de soledad y
silencio. Ah, cuidado, que el silencio suele espantar a muchos en este mundo
tan ruidoso. Pero haz la experiencia de descubrir el gran tesoro que hay allí.
Pide al Señor que esta soledad y silencio externos te ayuden a disponer tu corazón
para que así puedas escuchar la voz de Dios que te habla de verdad. Dios habla,
lo malo es que nosotros no lo escuchamos. El lugar es importante, pero sobre
todo será importante que tu corazón sea aquel lugar que reciba al Señor y le
deje habitar en el.
"Tú, cuando te pongas
a orar, entra en tu cuarto y, con la puerta cerrada, ora a tu Padre que está en
lo oculto; y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará" (Mateo
6, 6).
4. ¿Dialogas?
Cuando te acercas a tu papá o tu mamá y sólo
hablas tú, no esperes que ellos intervengan con algún consuelo o consejo, no
hay espacio para que puedan expresarse. Por eso es necesario hablar con Dios,
sí, contarle tus cosas, pero también dejarle tiempo para que te hable a ti.
Solo escucha, detente, mírale a Él. Espera con calma, sin prisas ni
aceleraciones. Calma. Te aseguro que escucharás la voz de Dios resonar dentro
de ti. Deja que Dios te hable, que te
llame por tu nombre, que te consuele o que te abrace con su mirada. Déjale.
Este diálogo es de un Padre con su hijo, es un diálogo de intimidad, de perdón,
de amor, de conexión profunda. No pierdas tu tiempo en largos discursos,
escucha mejor la dulce voz del Padre.
"Al orar no empleen
muchas palabras como los gentiles, que piensan que por su locuacidad van a ser
escuchados. Así pues, no sean como ellos, porque bien sabe su Padre de qué
tienen necesidad antes de que se lo pidan" (Mateo
6, 7-8).
5. ¿Entras en ti mismo?
Yo diría que esto es una de las cosas más
difíciles hoy en día. "Entrar en sí mismo para
salir de sí mismo" es una frase que espanta. ¿Qué significa
esto? Entrar en sí mismo es vernos desde dentro, desde el corazón. Quizá la
imagen sea difícil de entender. Entrar en sí mismo es reflexionar sobre la
propia vida, es examinarse, es recogernos dentro de nosotros. Es hacer una
pausa del exterior donde lo importante somos nosotros mismos. Y desde esa conciencia de sí mismo podemos
elevarnos hacia Dios. Es hacer un “break” en nuestra vida, sabernos amados por Dios descubriéndole a Él. Un proceso que comienza con lo externo, luego va a lo
interno y por último hacia lo eterno. ¿Comprendes? Quizá es difícil explicarlo,
pero intenta liberarte del ruido, de aquellas cosas externas a tí, para tomar
conciencia de tu propia vida y desde ahí podrás subir a Dios y entrar en
oración. ¡Inténtalo! Verás que te ayudará mucho en tu vida espiritual.
"Vivo, pero ya no vivo
yo, sino que Cristo vive en mí. Y la vida que vivo ahora en la carne la vivo en
la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gálatas
2, 20).
6. ¿Te dejas acompañar?
"Sin mí no pueden
hacer nada dice Jesús. Y es cierto, solos no podemos hacer nada.
Primero es necesario dejarnos acompañar por Dios, y si lo estoy buscando aún y
no lo encuentro, es bueno dejarnos acompañar por alguien que te acerque a Él:
sacerdotes, religiosos y religiosas, un catequista, un familiar, un amigo, etc.
Lo importante es que no recorras este
camino solo, que siempre sientas la compañía de alguien en esta tierra
que te guíe por el sendero de la Voluntad de Dios. Esto claramente va contra la
autosuficiencia y el individualismo, porque la fe tiene una necesaria dimensión
personal pero también una profunda dimensión comunitaria. Somos Iglesia, nos
ayudamos a llegar a Dios, nos dejamos acompañar, nos dejamos instruir, corregir.
Con esta actitud crecerá también la humildad, actitud que a Dios le gusta
mucho: "aprendan de mí que soy manso y humilde
de corazón, y encontrarán descanso para sus almas" (Mateo 11, 29).
¡Busca ayuda, pídela y déjate guiar!
"Se levantó Saulo del
suelo y, aunque tenía abiertos los ojos, no veía nada. Lo condujeron de la mano
a Damasco, donde estuvo tres días sin vista y sin comer ni beber" (Hechos
9, 8-99).
7. ¿Confías en la gracia de Dios?
Sobre todo confiar en Dios. Santa Teresa lo
tenía muy claro al exclamar: "Quien a Dios
tiene nada le falta, solo Dios basta". Y es el secreto de los
secretos en la vida espiritual. Quien a Dios tiene no le falta nada, quien en
Dios confía puede estar tranquilo y en paz de corazón y espíritu. Confía en el
Señor. Confía en sus planes, en sus caminos, en sus proyectos, en su infinito
amor. La confianza requiere humildad,
desprendimiento y amor. En Dios no sirve la frase popular "en la confianza está el peligro" sino
al contrario, "en la confianza en Dios está la
salvación". Dios es cercano, es justo y misericordioso, es lento a
la ira y a la cólera. Dios es Padre y como buen Padre nos corrige con amor.
Confiar en Dios da al alma una enorme paz, una conciencia tranquila y un
corazón desapegado de las cosas materiales. Un corazón confiado en Dios apunta
siempre hacia lo alto porque sabe que su destino no es esta tierra, sino la
bienaventuranza eterna con Dios en los Cielos.
"Bendito el hombre que
confía en el Señor, y el Señor es su confianza. Será como árbol plantado junto
al agua, que extiende sus raíces a la corriente, no teme que llegue el calor y
sus hojas permanecerán lozanas" (Jeremías
17, 7-8).
La oración no es tanto hacer, sino dejarse
hacer. Por último, dejemos que sea el mismo Papa Francisco que nos ayude en
este camino de oración con dos frases que de seguro serán aliento en esta
lucha:
La oración hace milagros, ¡pero tenemos que
creer! Creo que podemos hacer una hermosa oración… y decirla hoy, todo el día: "Señor, creo, ayúdame en mi incredulidad" …y
cuando nos piden que oremos por tanta gente que sufre en las guerras, por
todos los refugiados, por todos aquellos dramas que hay en este momento, rezar,
pero con el corazón al Señor: "¡Hazlo!", y
decirle: "Señor, yo creo. Ayúdame en mi
incredulidad" Hagamos esto hoy (20 de mayo de 2013).
La oración, frente a un problema, en una
situación difícil, en una calamidad, es abrir la puerta al Señor para que
venga. Porque Él atrae las cosas, Él sabe arreglar las cosas y acomodar las
cosas. Orar es esto: abrir la puerta al Señor, para que haga algo. Pero si
cerramos la puerta, ¡el Señor no puede hacer nada! (8 de octubre de 2013).
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