El orden es más
importante de lo que a menudo creemos.
Todas las virtudes y valores
humanos están interrelacionados. La virtud del orden es la coordinadora de
todas las virtudes, la que consigue que mejoremos de una manera armónica y
equilibrada; por eso para estrenar un año es bueno empezar con la mente clara,
con orden.
Tengo un amigo que se quejaba
mucho porque su esposa era tan ordenada para las cosas de la casa, todo en su
sitio, limpio, ordenado y reluciente que él se sentía como aprisionado,
incómodo por no poder actuar con espontaneidad.
Todos le comprendemos y somos
conscientes de que el orden no es una
manía que nos cohíbe sino un valor que mejora las personas.
El orden empieza en la cabeza y, desde ahí, se transmite y se ejecuta en todos los aspectos de la
vida. Ese orden mental consiste en una clara escala de valores, de prioridades.
La esposa citada de mi amigo
olvidaba esas prioridades y ponía el frío orden material de las cosas por
delante de la afabilidad.
Esa escala de valores va a
establecer el orden de prioridades
de los aspectos claves de nuestra vida y de cada día:
- La vida espiritual que es
el mejor patrimonio que puedes dejar a tu familia y a la sociedad.
- El matrimonio, los hijos
- El trabajo
- Parientes
- Amigos
- Relaciones sociales
- Salud, descanso
- Cultura, formación
Para respetar ese orden mental
es preciso tenerlo bien entendido y asimilado y un esfuerzo constante de la voluntad para respetarlo.
Todas las empresas e
instituciones tienen un programa anual de objetivos que lleva asociado un
presupuesto anual. Esos programas y presupuesto son los puntos de referencia
para saber si está cumpliendo con las prioridades seleccionadas.
En el plano individual ocurre
exactamente lo mismo, hay que señalarse
unos objetivos personales, unas metas, planes, orden mental, y,…respetarlo.
Tanto las personas como las
instituciones tienen inteligencia y
libertad para cambiar el orden de sus prioridades pero deben hacerlo de manera
razonada y no caprichosa.
Los que pertenecemos a la
cultura latina tenemos mucho que aprender del sentido del orden y disciplina de
las culturas nórdicas y los nórdicos deben incorporar de la cultura latina la
capacidad de improvisar y adaptarse
cuando surgen imprevistos, lo que es muy frecuente.
La primera consecuencia práctica y real de ese orden mental va a ser el
horario de cada día, que estará marcado por las prioridades marcadas.
Tener un horario nos consigue
un aprovechamiento del tiempo, nos permite sacarle más horas al día. Vivir con
un horario no nos ata, al revés, nos abre las puertas a una gran variedad de
actividades diversas.
De la misma manera, el orden
material, que las cosas estén cada una
en su sitio, nos da la tranquilidad de encontrar todo siempre, en lugar
de como pasa a algunas personas, que tienen que dedicarse a buscar algo
que han perdido u olvidado, lo que genera insatisfacción, inseguridad y mal
humor, además de pérdida de tiempo.
El orden hace habitable el hogar, que cada uno tenga su lugar en condiciones, permite la armonía en el funcionamiento de cada
parte de la casa.
La primera expresión del orden es la limpieza de los ambientes, de los
útiles, de la ropa; se expresa igualmente en la higiene personal, en el modo
como nos presentamos ante los demás, en cómo cuidamos los ambientes que usamos.
Un niño educado a no tirar papeles al suelo en su hogar, no los tirará en la
calle pública.
Cuando alguien entra en un
lugar limpio y ordenado tiende a respetar esa limpieza y orden pero si llegamos
a un lugar sucio y desordenado no sentiremos ningún respeto por ese ambiente.
También el orden nos lleva a concentrarnos en lo que estamos haciendo, no pretendiendo hacer varias
cosas al mismo tiempo, que, generalmente, es no terminar ninguna. Es mucho más
eficiente terminar una cosa e iniciar la siguiente.
Con la virtud del orden nos respetamos a nosotros mismos y a los
demás.
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