Estamos obligados a conocer y creer que: existe un
Dios, creador del cielo y de la tierra, que es eterno, supremo e infinito.
Hay un cielo y un infierno, como ha sido revelado por Jesucristo.
Los
justos serán recompensados por Él con la vida eterna y los pecadores que no se
arrepientan antes de morir serán castigados para siempre con el infierno. En la
Santísima Trinidad hay tres personas, coeternas y coiguales.
ESTAMOS TAMBIÉN
OBLIGADOS A:
– Conocer
el Símbolo de los Apóstoles.
– Conocer
los Mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia, y los Sacramentos,
especialmente de la necesidad del Bautismo para la salvación y de la Eucaristía
como prenda de la gloria futura.
– Creer
que la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura forman un único depósito
sagrado de la palabra de Dios. Saber el Padrenuestro y el Avemaría.
– Creer
todo lo que Dios nos enseña a través de la Santa Madre Iglesia que no puede
engañarse ni engañarnos. “El Romano Pontífice,
Cabeza del Colegio episcopal, goza de esta infalibilidad en virtud de su
ministerio, cuando, como Pastor y Maestro de todos los fieles que confirma en
la fe, proclama por un acto definitivo la doctrina en cuestiones de fe y moral…
La infalibilidad prometida a la Iglesia reside también en el Cuerpo Episcopal,
cuando ejerce el magisterio con el sucesor de Pedro, sobretodo en un concilio
ecuménico”.[1]
[1] Cf. CEC, 261; 265
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