En mi ensayo La decadencia de las columnas jónicas,
recomendaba la creación de un Consejo de censores dedicado a la investigación
de cuestiones de gran trascendencia nacional, pero sin implicaciones penales.
Es decir, la creación de un grupo estable de individuos imparciales que
investigaran motu proprio la verdad en cuestiones, sobre todo políticas,
que son importantes que sean conocidas por la opinión pública. La mayor parte
de las cuestiones debatidas más importantes para la opinión publica quedan, en
todos los países, en el limbo del campo en medio de unos que dicen que sí y otros
que no, pero sin nadie que pueda investigar el asunto y llegar a la verdad.
Uno de esos ejemplos ha sido la
actuación y cese del Director General del FBI. La carta que pongo ayer es la
que le envió Trump a su empleado. Este tipo de cartas es la que uno espera que
nunca va a recibir en toda su vida.
Sobre el caso de este director
tenemos cantidades industriales de información. No se necesitan más datos. Sino
un grupo de expertos que analicen todo del modo más objetivo posible y
determinen quién es el villano en este caso. Yo no lo tengo claro, porque es en
los detalles donde está la respuesta. Es más, el caso es tan complejo que sólo
preguntando al entorno del cesado se podría llegar a la verdad si los que
preguntan son expertos.
Ahora ha ocurrido un cese de
máxima trascendencia, y el Pueblo no sabe si es correcto o no, ni lo sabrá. Yo,
desde luego, no lo sé. Y he seguido este caso capítulo a capítulo desde hace
meses.
Un grupo independiente de
censores que decidiera abrir una investigación por su cuenta sería utilísimo.
Porque, lo repito, la mayor parte de las veces, casi todas, lo que está en
cuestión es la Justicia, la Verdad, no si se cometió un delito.
Sería fabuloso un grupo de
hombres honrados que pudieran decirle a un funcionario que se ha marchado con
deshonores con toda justicia, o que le dijeran a un presidente que está
actuando como un Bananerian President, y que pudieran decirlo delante de todos.
Y que les escuchara el Pueblo con un respeto y prestigio ganado durante años.
Trump lleva haciendo varios ceses fulminantes de altos funcionarios. Entre
otros, ni más ni menos, que a la Fiscal General en enero.
Desde luego la carta es
impresionante. Sólo hubiera faltado que se la enviara con una cucaracha
aplastada dentro del sobre. Me imagino al Director del FBI llorando en su
salita de estar y a su mujer preguntándole que qué pasaba. Y después pidiéndole
que se lavara las manos no sea que le hubiera puesto antrax en la carta o, al
menos, alguna sustancia diarreica.
Los ricos
también lloran. Los Directores Generales del FBI también tienen su corazoncito.
P. FORTEA
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