martes, 14 de junio de 2016

SUPREMACÍA DEL AMOR


"También habéis oído que antes se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.’ Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos e injustos. Porque si amáis solamente a quienes os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¡Hasta los que cobran impuestos para Roma se portan así! Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¡Hasta los paganos se portan así! Vosotros, pues, sed perfectos, como vuestro Padre que está en el cielo es perfecto."


En realidad, lo que no deberíamos tener es enemigos. El que piensa distinto a nosotros, aunque sea totalmente contrario a lo que nosotros pensamos, no tiene por qué ser nuestro enemigo. Seguro que si nos paramos a dialogar, encontramos más cosas que nos unen, que cosas que nos separan.

Pero en la vida real encontramos personas que nos hacen daño, que nos quieren mal. Jesús nos dice que debemos amarlas. Nuestra tendencia natural es devolverles, como veíamos ayer, mal por mal. El modelo que Jesús nos pone puede parecernos inalcanzable: ser perfectos como el Padre es perfecto. Jesús nos pide que amemos a todo el mundo. Sólo así lograremos transformar nuestra sociedad.
La esencia del cristianismo no son las normas, ni los ritos; es el amor. Porque amando a los hombres, es como amamos a Dios.



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