Ceremonia en el
Vaticano para festejar los 65 años de la ordenación sacerdotal de Benedicto XVI
Por: ZENIT | Fuente: ZENIT (https://es.zenit.org)
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(ZENIT- Ciudad del Vaticano, 28 de junio de 2016).- El papa emérito Benedicto XVI cumple mañana 65 años de sacerdocio, motivo por el cual el santo padre Francisco ha querido participar hoy en el homenaje que se ha celebrado en el Vaticano, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico.
Además del homenajeado participaron también
diversos cardenales, entre los cuales Gerhard Müller, responsable de la edición
de la Opera omnia de Joseph Ratzinger y el Card. Angelo Sodano, decano del
Colegio Cardenalicio. El coro pontificio de la Capilla Sixtina estuvo también en
el evento, entonando diversos cantos polifónicos
El papa Francisco en su discurso ha recordado la
pregunta de Jesús a Pedro: ‘¿Me amas?’. Así, ha querido citar una reflexión de
Benedicto XVI, en la que indica que en ese ‘me amas’ se funda la misión que Jesús
da de pastorear el rebaño.
Señaló también que el Monasterio de Mater
Ecclesiae no es un lugar de la cultura del descarte donde se envía a quienes no
tienen más fuerzas, sino un sitio del cual se irradia tranquilidad, fuerza,
confianza, madurez, una fe, una dedicación y una fidelidad “que me hacen tanto
bien y me dan fuerza, así como a toda la Iglesia”. Y Francisco concluyó
refiriéndose al papa emérito y afirmando que esta “es la nota que domina una
vida entera entregada al servicio sacerdotal y la teología, que no por
casualidad usted ha definido como ‘la búsqueda del amado’”. Sobre la cual,
concluyó Francisco, “usted siempre ha dado testimonio y da testimonio aún hoy
en día”.
Palabras
del papa Francisco:
«Santidad, hoy festejamos la historia de una
llamada que inició hace 65 años con su ordenación sacerdotal el 29 de junio de
1951 en la catedral de Freising. ¿Pero cuál es la nota de fondo que recorre
esta larga historia y que desde el primer inicio hasta hoy la domina cada vez
más?
En una de las tantas hermosas páginas que usted
le dedica al sacerdocio, subraya cómo en la hora de la llamada definitiva de
Simón, Jesús mirándolo en profundidad le pregunta una sola cosa: ‘¿Me amas?’.
¡Qué bello
y verdadero es esto! Porque es aquí –usted dice– es en aquel ‘me amas’ que el
Señor fundamenta su pastoreo, porque solo si hay amor por el Señor, Él puede
realizar el pastoreo a través de nosotros: ‘Señor tú sabes que te amo’.
Es esta la nota que domina una vida intensa
empleada en el servicio sacerdotal y a favor de una verdadera teología que Ud.
no por casualidad ha definido como ‘la receta del amado’; sobre esto usted
siempre ha dado testimonio y testimonia todavía hoy: que la cosa decisiva en
nuestras jornadas –de sol o de lluvia– aquello con la cual solamente viene todo
el resto, es que el Señor esté verdaderamente presente, que lo deseamos, que
interiormente estamos cerca de Él, que lo amamos, que realmente creemos
profundamente en Él y creyendo lo amamos realmente.
Es este amar que verdaderamente nos llena el
corazón, este creer es aquello que nos hace caminar seguros y tranquilos sobre
las aguas, también en medio de la tempestad, justamente como sucedió con Pedro.
Este amar y este creer es lo que nos permite amar al futuro no con miedo o
nostalgia, sino con alegría, también en los años avanzados de nuestra vida.
Y así, justamente viviendo y dando testimonio hoy
de manera tan intensa y luminosa esta única cosa verdaderamente decisiva -tener
los ojos y el corazón dirigido a Dios- usted santidad sigue sirviendo a la
Iglesia, no deja de contribuir realmente con vigor y sabiduría a su
crecimiento; y lo hace desde aquel pequeño monasterio Mater Ecclesiae, en el
Vaticano, que se revela así ser algo muy diverso que uno de esos rincones
olvidados en la cual la cultura del descarte de hoy tiende a relegar a las
personas cuando debido a la edad, las fuerzas faltan.
Es todo lo contrario. Y permita que lo diga con
fuerza su sucesor ¡que ha elegido llamarse Francisco! Porque el camino
espiritual de san Francisco inició en San Damián, pero el verdadero lugar
amado, el corazón palpitante de la Orden, allí donde la fundó y donde al final
de cuentas entregó su vida a Dios fue en la Porziúncola, la ‘pequeña porción’,
el rincón junto a la Madre Iglesia; junto a María que, por su fe así firme y
por su vivir así enteramente el amor y en el amor con el Señor, todas las
generaciones la llamaron bienaventurada.
Así la providencia, quiso que usted, querido
hermano, llegara a un lugar por así decir propiamente ‘franciscano’ del cual se
irradia tranquilidad, paz, fuerza, confianza, madurez, una fe, una dedicación y
una fidelidad que me hacen tanto bien y me dan fuerza así como a toda la
Iglesia, así como y un sano y alegre sentido del humor.
El deseo con el cual quiero concluir es por lo
tanto un deseo que dirijo a usted junto a todos nosotros y a la Iglesia entera:
que usted, santidad, pueda continuar sintiendo que la mano del Dios
misericordioso la sostiene, que pueda sentir y darnos testimonio del amor de
Dios; que con Pedro y Pablo pueda continuar a exultar con gran alegría mientras
camina hacia la meta de la fe».
Concluidas las palabras del Santo Padre,
Benedicto XVI recordó que “hace 65 años, un hermano ordenado junto a mi decidió
escribir sobre la estampa de recuerdo de su primera misa una palabra en griego:
Eukaristomen” que significa celebrar y vivir el misterio eucarístico. Y añadió:
“Estoy convencido que con esta palabra en sus diversas dimensiones se diga todo
lo que se puede decir en este momento”, y agradeció a todos los presentes por
este sentido homenaje.
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