Desde la época de los
Apóstoles, la Preciosa Sangre del Señor ha sido símbolo de la Redención. Aunque
la devoción particular a la Preciosa Sangre se debe, sobre todo, a la
iniciativa de San Gaspar del Búfalo, ya desde mucho antes se practicaba dicha
devoción en varias Iglesias.
Por ejemplo, en 1582, se
concedió a la arquidiócesis de Valencia, España, el rezo de un oficio “de la
Sangre de Cristo”; la diócesis de Sarzana, en la Toscana, obtuvo la misma
gracia en 1747. A principios del siglo XIX, se concedió a la congregación de
San Gaspar el privilegio de celebrar la fiesta de la Preciosa Sangre.
LA DEVOCIÓN
Instituida
en 1849 por el papa Pío IX, la fiesta de la Preciosísima Sangre de Nuestro
Señor, fue elevada al rango de doble de la clase por Pío XI, con ocasión del
decimanono centenario de la muerte del Salvador.
En
el año 1960 dispuso Juan XXIII introducir en las letanías de la Bendición
eucarística la alabanza: Bendita sea su Preciosísima Sangre.
La
extraordinaria importancia de la Sangre salvadora ha hecho que su memoria tenga
un lugar central y esencial en la celebración del misterio del culto: ante todo en
el centro mismo de la asamblea eucarística, en la que la Iglesia eleva a Dios
Padre, en acción de gracias, el “cáliz de la bendición” (1 Cor 10,16) y lo
ofrece a los fieles como sacramento de verdadera y real “comunión con la sangre
de Cristo” (1 Cor 10,16), y también en el curso del Año Litúrgico.
La
Iglesia conmemora el misterio de la Sangre, no sólo en la solemnidad del Cuerpo
y Sangre de Señor, en el jueves siguiente a la solemnidad de la Santísima
Trinidad,
sino también en otras muchas celebraciones, de manera que la memoria cultual de
la Sangre que nos ha rescatado (1 Pe 1,18) está presente durante todo el Año,
así en el Tiempo de Navidad, en las Vísperas, la Iglesia, dirigiéndose a Cristo
canta: “Nos quoque, qui sancto tuo/ redempti sumus sanguine,/ ob diem
natalis tui/ hymnum novum concinimus”: “Nosotros los redimidos por tu sangre,
en el día de tu nacimiento te cantamos un himno nuevo”. Y en el Triduo
pascual, el valor y la eficacia redentora de la Sangre de Cristo son
conmemoradas y adoradas constantemente.
El
Viernes Santo, durante la adoración de la Cruz, resuena el canto: “Mite corpus perforatur,
sanguis unde profluit;/ terra, pontus, astra, mundus quo lavantur flumine!”;
“Traspasado el cuerpo manso, de donde brotó la sangre que lavaron la tierra, el
mar y los astros”.
En algunos lugares y
Calendarios, la fiesta de la Preciosísima Sangre de Cristo se celebra el 1 de
Julio, pues: en ella se recuerdan los títulos del Redentor, afirma el
Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia.
EL CULTO DE LATRÍA A LA SANGRE
DE CRISTO
Jesús, en la Última Cena, le
atribuye a su preciosa Sangre el mismo poder dador de vida que corresponde a su
Carne.
Los Apóstoles, San Pedro (1 Ped. 1,2.19), San Juan
(1 Jn. 1.7; Ap. 1,5 etc.), y sobre todo San Pablo ( Rom. 3,25; Ef. 1,7; Heb.
9,10) la consideran como sinónimo con Pasión y Muerte de Jesús, la fuente de
redención. La Preciosa Sangre es por
tanto una parte de la sagrada humanidad y está hipostáticamente unida a la
Segunda Persona de la Santísima Trinidad.
En
el siglo XV algunos teólogos, a fines de determinar si la Sangre derramada por
el Salvador durante su Pasión permanecía unida al Verbo o no, suscitaron el
punto de si la Preciosa Sangre es una parte esencial o solamente un
concomitante de la sagrada humanidad. Si
es una parte esencial, argumentaban, nunca podría ser separada del Verbo; si es
un concomitante sólo, podría serlo.
Los
dominicos sostenían la primera opinión, y los franciscanos la segunda. Pío II, en cuya
presencia se realizó el debate, no tomó ninguna decisión doctrinal sobre el
punto en disputa. Sin embargo, principalmente desde que el Concilio de Trento
(Ses. XIII, c. 3) llamó al Cuerpo y la
Sangre de Jesús “partes Christi Domini” la tendencia del pensamiento teológico
ha estado en favor de la enseñanza de los dominicos.
Suárez y de Lugo ven con recelo la opinión de los
franciscanos, y el padre Faber escribe: “No es meramente un concomitante de
la Carne, un accidente inseparable del cuerpo. La Sangre misma, como Sangre, fue asumida directamente por la Segunda
Persona de la Santa Trinidad” (Precious Blood, I).
La
Sangre derramada durante el triduo de la Pasión, por consiguiente, volvió a
unirse al cuerpo de Cristo en la Resurrección, con la posible excepción de unas pocas partículas
que inmediatamente perdieron su unión con el Verbo y se convirtieron en santas
reliquias santas para ser veneradas pero no adoradas.
Algunas
de tales partículas pueden haberse adherido y se adhirieron a los instrumentos
de la Pasión, es decir, clavos, columna del azotamiento, la Scala Santa. Varios lugares
como Saintes, Brujas, Mantua, etc. reclaman, basándose en antiguas tradiciones,
que poseen reliquias de la Preciosa Sangre, pero a veces es difícil decir si
las tradiciones son correctas.
Vista
como una parte de la Sacra Humanidad hipostáticamente unida al Verbo, la Preciosa
Sangre merece culto de latría o adoración.
Puede
también, como el Corazón o las Llagas de las cuales fluyó, ser singularizada para honor
especial, del modo que se lo rindieron desde el principio San Pablo y los
Padres, quienes alabaron tan elocuentemente su virtud redentora y apoyaron en
ella el espíritu cristiano de auto sacrificio.
Como señala Faber, las vidas de los santos están repletas con la devoción a la Preciosa
Sangre. En el debido transcurso del tiempo la Iglesia dio forma y
sanción a la devoción, mediante la aprobación de sociedades como los Misioneros
de la Preciosa Sangre; enriqueciendo confraternidades como la de San Nicolás in
Carcere, en Roma, y la del Oratorio de Londres; atribuyendo indulgencias a
oraciones y escapularios en honor de la Preciosa Sangre; y estableciendo
fiestas conmemorativas de la Preciosa Sangre, el viernes siguiente al cuarto
domingo de Cuaresma y, desde Pio IX, el primer domingo de julio.
INSTAURACIÓN DE LA FIESTA
Para
muchas diócesis hay dos días a los que se les ha asignado el Oficio de la
Preciosa Sangre, siendo el Oficio el mismo para ambos días. La razón es
ésta: al principio el Oficio se concedió sólo a la Congregación de la
Preciosísima Sangre. Más tarde, como uno de los oficios de los viernes de
Cuaresma, fue asignado al viernes después del cuarto domingo de Cuaresma. En
muchas diócesis estos oficios también fueron adoptados por el Cuarto Concilio
Provincial de Baltimore (1840).
Cuando
Pío IX fue exiliado a Gaeta (1849) tenía como su compañero el santo Don
Giovanni Merlini, tercer superior general de los Padres de la Preciosísima
Sangre. Al llegar a Gaeta, Merlini le sugirió a Su Santidad que hiciera un voto
de que si el volvía a obtener la posesión de los dominios papales, extendería
la fiesta de la Preciosa Sangre a toda la Iglesia.
El
Papa consideró el asunto, pero pocos días después envió a su prelado
doméstico Jos. Stella a Merlini con el mensaje: “El Papa no considera
oportuno obligarse por un voto, sino que Su Santidad se complace en extender la
fiesta inmediatamente a toda la cristiandad”. Esto fue el 30 de junio 1849, día en que los franceses
conquistaron a Roma y los republicanos capitularon.
El 30 de junio había sido un sábado antes del
primer domingo de julio, por lo cual el
Papa decretó (10 de agosto de 1849) que en adelante cada primer domingo de
julio debe estar dedicado a la Preciosísima Sangre.
Foros de la
Virgen María
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