Me gustaría continuar el post
anterior. Todos los canonistas aceptan que el matrimonio rato y no consumado se
puede disolver. Disolver, sí, no anular. Ahora bien, yo no veo gran diferencia
entre la existencia del vínculo sagrado matrimonial si se ha consumado el acto
sexual o si no se ha consumado. Entiendo qué significa la existencia de un
compromiso irreversible y ratificado por Dios. Pero nunca he acabado de
comprender por qué una mera cuestión como el acto sexual puede cerrar las
puertas a un acto autoritativo pontificio.
La actual legislación canonística
es clara. Pero no veo que la actual canonística agote las posibilidades de
ejercicio posible de la autoridad apostólica.
¿En qué se concreta todo esto? En
una conclusión muy clara: en la cuestión matrimonial yo estaré a lo que diga la
Iglesia. Creeré lo que la Iglesia me diga que crea. No haré ni enseñaré lo que
la Iglesia me diga que no lo enseñe o no lo haga.
Ahora mismo hay una cierta
discusión teológica no cerrada sobre algunos puntos. Lo cual no es raro. Hay en
otros muchos campos cuestiones sobre las que cabe el debate teológico. Estamos
inmersos en una lucha de argumentos que atañe a la interesántísima relación
entre el ser y el obrar. En esta civilizada batalla teológica entre caballeros,
yo me he posicionado claramente (por razones exegéticas y teológicas) en la
postura de que eclesialmente se puede hacer más de lo que hasta ahora se estaba
haciendo.
No me enfado por los que no
piensan como yo. Respeto sus posiciones y atiendo a su razones. Debemos
mantener este debate dentro de los límites de la cortesía, sin caer en lo
personal. Es fácil descalificar al otro. Es más difícil escuchar y tratar de
comprender las razones del otro.
El Papa Francisco no es un hereje
como alguna que otra alma inquisitorial va predicando por los cruces de
caminos. Por otra parte, tengo la mayor admiración por el cardenal Muller.
Sapientísimamente dijo que no le eligieron para ser una copia servil del
Papa. Bravo. Tenía un alto concepto de él como teólogo, pero su declaración
le pone muy alto también como persona.
En este tema los teólogos, no
deben ser serviles. El mayor servicio que ahora se puede hacer a la Iglesia es
trabajar por la verdad. La verdad acerca de un tema complejo, por eso ha sido
algo tan debatido. Lo que nos debe animar es la búsqueda de la verdad dentro de
la obediencia a la Iglesia. Por favor, no nos descalifiquemos, tengamos caridad
para todos. Todos creemos estar en posesión de la verdad. Todos queremos que
los otros sigan nuestras conclusiones. Pero fue el Señor el que quiso que en la
Iglesia hubiera diálogo, confrontación de posturas teológicas, discusión
fraterna.
Claro que si yo fuera Papa, todo
esto se acabaría: gobernaría a golpe de decreto. Como me encantaría poder
enviar a algunos como párrocos a un pueblo de Siberia o a alguna isla de Papua.
Si yo fuera Papa, le preguntaría a mi confesor: ¿Pero no me puedo vengar
sólo un poquito?
P.
FORTEA
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