sábado, 9 de abril de 2016

¿QUIÉN REALMENTE FUNDÓ LA IGLESIA CATÓLICA?


¿Jesús fundó la Iglesia? En realidad actualmente pensamos que la Iglesia Católica tiene sus raíces en los Evangelios y que Pedro fue la roca sobre la que se fundó la Iglesia, como se registra en Mateo 16.

Sin embargo la respuesta más razonable es que Jesús fundó la Iglesia en consuno con su enviado de Pentecostés, el Espíritu Santo.

LA INTERPRETACIÓN DE BENEDICTO XVI

Joseph Ratzinger en el “El Camino Pascual” dice que Pentecostés representa para San Lucas el nacimiento de la Iglesia por obra del Espíritu Santo, porque el Espíritu desciende sobre la comunidad de los discípulos –“asiduos y unánimes en la oración” –, reunidos “con María, la madre de Jesús” y los once apóstoles.

Podemos decir, por tanto, que la Iglesia comienza con la bajada del Espíritu Santo y que el Espíritu Santo “entra” en una comunidad que ora, que se mantiene unida y cuyo centro son María y los apóstoles.

Y a partir de ahí Ratzinger saca 4 conclusiones:

1 – La Iglesia es apostólica, “edificada sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas” (Efe 2:20). La Iglesia no puede vivir sin este vínculo que la une, de una manera viva y concreta, a la corriente ininterrumpida de la sucesión apostólica, firme garante de la fidelidad a la fe de los apóstoles.

2 – El Espíritu penetra en una comunidad congregada en torno a los apóstoles, una comunidad que perseveraba en la oración. Encontramos aquí la segunda nota de la Iglesia: la Iglesia es santa, y esta santidad no es el resultado de su propia fuerza; esta santidad brota de su conversión al Señor. La Iglesia mira al Señor y de este modo se transforma, haciéndose conforme a la figura de Cristo.

3 – La comunidad de Pentecostés que se mantenía unida en la oración, era “unánime” (4,32). Después de la venida del Espíritu Santo, San Lucas utiliza una expresión todavía más intensa: “La muchedumbre… tenía un corazón y un alma sola” (Hch 4:32). Con estas palabras, el evangelista indica la razón más profunda de la unión de la comunidad primitiva: la unicidad del corazón.

4 – El día de Pentecostés manifiesta también la cuarta nota de la Iglesia: la catolicidad. El Espíritu Santo revela su presencia en el don de lenguas; de este modo renueva e invierte el acontecimiento de Babilonia: la soberbia de los hombres que querían ser como Dios y construir la torre babilónica, un puente que alcanzara el cielo, con sus propias fuerzas, a espaldas de Dios.

El Espíritu Santo, el amor divino, comprende y hace comprender las lenguas, crea unidad en la diversidad. Y así la Iglesia, ya en su primer día, habla en todas las lenguas, es católica desde el principio. Existe el puente entre cielo y tierra. Este puente es la cruz; el amor del Señor lo ha construido.

PARA LOS PROTESTANTES LA IGLESIA SE CENTRA EN LA PALABRA ESCRITA

Si seguimos la explicación de Ratzinger, esto significa que la Iglesia no fue algo que pasó o evolucionó después de la resurrección, que no fue una institución humana formada en respuesta al mensaje de Cristo. Esto significa que ni siquiera Pedro ni los apóstoles fueron los fundadores de la Iglesia.

En este punto, sorprendentemente, los católicos y los protestantes están actualmente de acuerdo: Jesús es el fundador de la Iglesia. Para un ejemplo de una perspectiva protestante, aquí está la declaración sobre el asunto de un Ministerio Anticatólico. Ver también el capítulo 25 de la Confesión de Westminster y el cuarto libro de los Institutos de la Religión Cristiana por Juan Calvino.

La siguiente pregunta entonces es: ¿Cómo pueden los Protestantes reclamar la continuidad con la Iglesia fundada por Cristo?

Si se lee la Confesión de Westminster y los otros documentos, parece ser que allí donde se predica el Evangelio y los sacramentos son celebrados, es donde está la verdadera Iglesia. Aunque esto es incompleto, no es una mala definición.

Pero aquí está la trampa. Para Calvino y los otros protestantes afines, esa definición está fuertemente condicionada por su compromiso con el falso principio de la sola scriptura, o sea la Biblia como la única autoridad para la fe.

Esto significa que Calvino acepta sólo los dos sacramentos para los que veía clara evidencia bíblica: el bautismo y la comunión. Pero Calvino no vio los sacramentos como canales de la gracia o un lugar de encuentro. En su lugar, eran meros símbolos de la salvación en la que un cristiano había llegado a creer a través de la predicación del Evangelio.

Ahora, cuando Calvino habla de la predicación del Evangelio, significa el Evangelio escrito. En los Institutos declara:

“Que esto sea un firme principio: Ninguna otra palabra se dará como la Palabra de Dios y expresada en la Iglesia que la que está contenida en la Ley y los Profetas, y a continuación, en los escritos de los apóstoles; y la única forma autorizada de enseñanza en la iglesia es por la prescripción y el estándar de su Palabra”.

Una organización evangélica puso esta interpretación contundente sobre la cita anterior:

“Calvino deja claro que Cristo limita la misión de los apóstoles cuando les ordenó no ir y enseñar lo que habían fabricado ellos, sino todo lo que les había mandado Él. Sin la Biblia no tenemos ninguna revelación de Dios que sea capaz de salvarnos del pecado y de la muerte”.

LA IGLESIA FUE ANTES QUE LA BIBLIA

Aquí está el problema: esta historia de la Iglesia está muy en desacuerdo con lo que vemos en las Escrituras mismas. Esto se debe a que la predicación del Evangelio, como más tarde será registrada en los Hechos de los Apóstoles y en otros lugares, en realidad comenzó antes de la escritura del Nuevo Testamento.

Parece que hay un consenso general entre los expertos de que el primer libro escrito en el Nuevo Testamento es 1 Tesalonicenses, alrededor del 50 dC. Y de acuerdo con la cronología tradicional, el último fue el Evangelio de Juan, alrededor del año 85 o posterior.

Eso significa que transcurrieron unos 20 años entre Pentecostés y el primer libro del Nuevo Testamento y que la Biblia tal como la conocemos hoy en día no estaría completa hasta casi un siglo después.

E incluso entonces, no había un solo libro. Tampoco había un consenso sólido sobre lo que pertenecía a él. Por ejemplo, uno de los primeros Padres, Ireneo, escribiendo a finales de los 100s, cita los libros del Nuevo Testamento, pero no Filemón, 2 Pedro, 3 Juan, o Judas)

La cuestión no es trivial. ¿La Iglesia existía o no existía en los años que van desde Pentecostés hasta 1 Tesalonicenses? Si no existía, es difícil concebir cómo todavía se puede creer que Jesús fue su fundador.

Además, lo que sucedió en Pentecostés se parece mucho a la construcción de una iglesia. Pedro está predicando el Evangelio y está llamando a su audiencia al arrepentimiento y al bautismo (Hechos 2:38).

Por supuesto, la Escritura – sólo el Antiguo Testamento –juega un papel importante en el sermón de Pedro en Hechos 2. Él cita explícitamente a Joel y los Salmos y también hace alusión al Deuteronomio, 2 Samuel, e Isaías.

Pero al igual como se basa en el testimonio escrito, también se basa en su propio testimonio personal de haber encontrado a Cristo resucitado (Hechos 2:32).

El enfoque de Pedro aquí se ajusta a la Gran Misión que aparece en Mateo 28:20

Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.

Hay que prestar mucha atención no sólo a lo que se dice, sino a lo que no se dice. Como Johannes Eck, un teólogo católico de la primera mitad de los años 1500, ha señalado en respuesta a los reformadores protestantes:

Nuestro Señor Jesucristo no escribió ningún libro, ni les mandó a los apóstoles escribir, sino que él mandó el gran encargo concerniente a la iglesia. Por lo tanto, cuando Él envió a los apóstoles no dijo ‘Vayan y escriban’ sino ‘salgan a predicar el Evangelio a todas las criaturas’.

Una vez más, esta es una observación importante, porque en el Antiguo Testamento tenemos ejemplos claros de Dios realmente dando instrucciones que sus palabras sean escritas. Aquí está un ejemplo de Jeremías 30:

Esta palabra vino a Jeremías de parte del Señor: así dice el Señor, el Dios de Israel: escribe en un libro todas las palabras que he hablado (Jer 30:1-2).

Así también Habacuc:

Yahvé me respondió de este modo: Escribe la visión, ponla clara en tablillas para que pueda leerse de corrido. (Hab 2:2).

LOS PRIMEROS CRISTIANOS SE ENCONTRARON CON LA PALABRA HECHA CARNE

El ejemplo que Eck mismo da es de Moisés escribiendo los diez mandamientos en tablas de piedra. Eck contrasta esta palabra escrita de la ley con la forma en que San Pablo describe el Evangelio en 2 Corintios 3:2-3:

Vosotros sois nuestra carta, escrita en vuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres. Evidentemente sois una carta de Cristo, redactada por ministerio nuestro, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne, en los corazones.

Lo que esto sugiere es que la Iglesia primitiva tenía una relación diferente de la Palabra de Dios de lo que tenían los israelitas de la antigüedad. La Palabra no era meramente escuchada sino también íntimamente interiorizada en el corazón. En otras palabras, la Palabra se había hecho carne.

Escuchar y creer en esta Palabra, entonces, significaba ser transformado por ella. Es por eso que la Iglesia está llamada apropiadamente el Cuerpo místico de Cristo. Esto es exactamente lo que Pablo indica en su conclusión:

Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu. (2 Corintios 3:17-18).

La Iglesia primitiva por lo tanto se ha centrado en la Palabra, pero no tanto en la palabra escrita como en la Palabra viva encontrada a través del Espíritu.

Por supuesto esto no quiere decir que la palabra escrita, el Antiguo Testamento, no era importante. De hecho, el Antiguo y el Nuevo Testamento ahora son increíblemente importantes.

Pero entonces, como debe ser ahora, las Escrituras no eran la fuente y cumbre de la vida de la Iglesia primitiva. Era el encuentro directo con Dios, como Pablo tan bien y ricamente lo pone en los versos anteriores de 2 Corintios.

Si el Evangelio no se propaga a través de la letra, sino del Espíritu, entonces su medio esencial de transmisión es de boca en boca desde un testigo vivo con autoridad, como vemos en Pentecostés.

A lo largo de las generaciones, el boca a boca se convierte en tradición oral. Y la tradición no es algo que un individuo pasa discretamente a otro, sino más bien se pasa en el seno de una comunidad.

Y al igual que con todas las comunidades verdaderas, la comunidad de los primeros cristianos tenían un punto de autoridad que las sustentaba, guiaba, y aseguraba su continuidad: Pedro y los apóstoles.

Esta es la verdadera Iglesia: la Iglesia como fue ordenada por Jesús y descrita por los Hechos. Esta visión de la Iglesia también pasa a ser, precisamente, la católica.

Fuentes:


Foros de la Virgen María

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