martes, 5 de abril de 2016

¿PODRÁ EL CRISTIANISMO SOBREVIVIR A ESTA SEGUNDA REVOLUCIÓN SEXUAL?


Las grandes transformaciones morales del mundo actual tienen como centro el cambio en la moral sexual, que ha desatado el aborto, el feminismo, la promoción de la homosexualidad y la desintegración de la familia.

Desde fuera de la Iglesia se suele decir que los cristianos están más obsesionados con el sexo que lo que lo estuvo Jesús, e incluso dentro de la Iglesia los sectores progresistas acusan de lo mismo a los sectores conservadores.

Esta acusación es un recurso inteligente porque, además de socavar la moral sexual tradicional también sugiere que aquellos que están preocupados con el tema están actuando por alguna segunda intención secreta. ¿Voyeurismo? ¿Proyección? ¿Represión? Cualquiera que sea la causa precisa, definitivamente suena poco saludable.

Por ejemplo Tom Ehrich, católico progresista, en un artículo da por hecho que los cristianos están obsesionados con el sexo y especula que este es el resultado de una especie de adolescencia perpetua. La esencia de su argumento es que:

Nos obsesionamos con el sexo, tema que el mismo Jesús ignoró. Nuestra presencia pública se ha reducido a las luchas en torno al aborto y la homosexualidad. La agenda política “cristiana” se ha convertido en nada más que en la elección de los candidatos que se ocuparán correctamente del aborto y la homosexualidad.

JESUCRISTO TUVO ALGO QUE DECIR SOBRE EL TEMA

Se podría sugerir unas cuantas cosas en las que Jesucristo no tuvo nada que decir al respecto, pero el sexo no podría estar en la lista.

Él reafirmó la enseñanza moral central de la fidelidad en decirle a la mujer sorprendida en adulterio a “deja tu vida de pecado” (Juan 8:11), pero luego fue mucho más lejos y afirmó que

“cualquiera que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón”. (Mateo 5:28).

Hay también algún lenguaje más severo sobre arrancarse los ojos y cortar las manos seguido con la discusión sobre el divorcio y la fornicación. Esto es en cuanto al supuesto silencio de el Salvador sobre el tema del sexo.

NI EL ABORTO NI EL MATRIMONIO GAY ESTÁ RELACIONADOS CON EL SEXO

Es desconcertante la afirmación de que el aborto es una cuestión sexual para los cristianos pro-vida. Hay un montón de maneras en que el movimiento pro-vida considera aborto.

La gente de Feministas por la Vida lo ven como un asunto de mujeres. La gente Secular Pro-Life lo ven como un problema secular de derechos civiles.

El denominador común de todos los grupos pro-vida, incluyendo los religiosos, sin embargo, es el tema de la vida. No del sexo.

Tampoco el sexo es relevante para la política cristiana en el tema de la homosexualidad.

El tema más destacado del día, el matrimonio gay, no tiene literalmente nada que ver con quien puede tiene sexo con quién. Es sobre la definición de institución social más importante de la sociedad la familia.

EL CENTRO DE LA PREOCUPACIÓN SON LOS MÁS VULNERABLES

Lo que motiva a los cristianos a oponerse al aborto y al matrimonio entre personas del mismo sexo no es una obsesión con el sexo, sino una obsesión con lo que fue siempre el centro de la preocupación de Cristo: servir a las personas vulnerables y los más débiles, en este caso, el no nacido y el recién nacido.

Los defensores de la legalización del aborto quieren despejar el camino para tener sexo sin la amenaza de incurrir en responsabilidad de concebir un niño.

La mayoría de los defensores del matrimonio entre personas del mismo sexo ven la institución del matrimonio como fundamentalmente para el beneficio y satisfacción de los adultos (por lo tanto, la retórica sobre la igualdad) en lugar de considerar las obligaciones de los padres con su descendencia.

En ambos casos, los cristianos destacan que los niños necesitan protección en el útero y necesitan la riqueza y los recursos de un padre y una madre en el hogar. No se trata de sexo. Se trata de cuidar a aquellos que son dependientes e indefensos.

LOS CRISTIANOS, FIELES A LA DOCTRINA, SIEMPRE HAN MANTENIDO LA MISMA POSICIÓN, PERO AHORA LA SOCIEDAD CAMBIÓ LA SUYA

Los cristianos no han virado a estos temas en los últimos tiempo, sino que estos temas se volvieron centros de discusión, porque la sociedad laicista está tratando de modificar una posición tradicional que los cristianos tuvieron desde siempre.

El aborto es un tema muy divisivo porque los poderes occidentales han decidido impulsarlo en todo el mundo desde la década de los ’70 y está matando millones de vidas al año.

El matrimonio gay se convirtió en un tema importante, no porque los cristianos decidieron al azar que sería un tema divertido centrarse en él, sino debido a que la comunidad gay ha cambiado sus puntos de vista sobre el tema en la década de 1990 y adoptó una estrategia que hizo hincapié en la asimilación con la corriente principal y ser su brazo ejecutor.

Los puntos de vista cristianos sobre las obligaciones de los padres hacia los hijos no cambiaron de repente y se volvieron extremas. Ellos simplemente se convirtieron, en opinión de la sociedad, en un inconveniente.

Desde entonces, el único problema real ha sido que los cristianos, en general, se niegan a seguir las tendencias de estos tiempos. Incluso cuando se burlan de ellos por estar obsesionados con el sexo.

Sin embargo la Revolución Sexual continúa y se robustece.

¿PODRÁ EL CRISTIANISMO SOBREVIVIR A ESTA SEGUNDA REVOLUCIÓN SEXUAL?

El adulterio, el divorcio, la fornicación y la promoción de la homosexualidad están generando millones de niños que no viven con su padre, condenados a mayor pobreza, mayor incidencia de problemas psicológicos, de salud, financieros y de drogadicción. Y a la vez que generan esos problemas a las personas, afectan a toda la sociedad en un círculo vicioso que se amplía cada vez más.

Hay suficiente investigación que correlaciona ambos elementos, sin embargo quien lo mencione públicamente resulta estigmatizado y discriminado, aún dentro de nuestras propias comunidades cristianas.

Cuando nos preguntamos si el cristianismo podrá sobrevivir a esta segunda revolución sexual (la primera ola fue en la década de los 60 del siglo XX) no estamos hablando sobre si el cristianismo nominal podrá hacerlo, sino si podrá sobrevivir el cristianismo basado en los mandamientos de Jesús.

Porque la otra forma de sobrevivencia es la que está creciendo ahora, un ‘buenismo’ que no se preocupa por lo que la gente hace a nivel privado, ni por las consecuencias sociales de la expansión del círculo del pecado que su conducta genera, que incide en el aumento de los problemas sociales y en que más personas se verán excluidas de la salvación.

Un ‘buenismo’ que para ser compatiblemente cristiano tiene que declarar que Dios salva a todos, excepto a una docena en la historia que hicieron grandes genocidios como Hitler, Stalin, Mao, Pol Pot, Kemal Ataturk, y siempre y cuando a último momento digan que se arrepienten y aceptan a Jesús, pero que no predica cuales son las condiciones de tal arrepentimiento.


EL CRISTIANISMO SE REPLIEGA

¿Cuándo fue la última vez que escuchaste una homilía que condene los males de la fornicación o adulterio, o la cohabitación, o el divorcio, o tener hijos fuera del matrimonio, o tan sólo que llame a dejar la homosexualidad?

El control de estos pecados ha dejado de ser un valor central cristiano.

En un tiempo se podía esperar que un predicador prestara atención prolongada a estos pecados. Y se podía esperar que los condenara inequívocamente.

Sin embargo, hoy en día, tanto los pastores como los sacerdotes parecen cada vez más decididos a evitar hablar de ellos así como de las consecuencias sociales y económicas de estas prácticas, que son cada vez más evidentes y graves.

Por supuesto, el cura viejo y desaliñado despotricando sobre el libertinaje sexual se convirtió en materia de caricatura, y como ningún cura quiere ser visto como pasado de moda, porque la mayoría quiere ser moderno y atractivo para la juventud, nunca se oyen prédicas sobre los pecados del sexo ilícito.

De hecho, las iglesias y los sacerdotes que se consideran altamente ortodoxos o bíblicos o tradicionalistas o conservadores, se describen a sí mismos y por otros como “fundamentalistas”, y aun así evitan el problema de la libertad sexual fuera de control.

La mayoría de las revistas y periódicos cristianos no publican artículos sobre esto y los encuentros del clero no discuten cómo controlarlo. Ninguna iglesia ni ningún sacerdote hoy soñarían con amonestar o censurar, por no hablar de excomulgar, a un miembro debido a la mala conducta sexual.

Sin embargo, es cada vez más visible que estos pecados están causando estragos en toda nuestra sociedad.

A nuestro alrededor podemos ver, si estamos dispuestos a abrir nuestros ojos, las consecuencias sociales del sexo sin control. La decadencia sexual en la música popular en la cultura, en la televisión y los vídeos es sólo la manifestación más obvia. Cada uno de nosotros podrá hacer una lista de los programas de TV que promocionan todo tipo de estas conductas que técnicamente y de acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica, son pecados, incluso mortales.

FUNESTOS RESULTADOS SOCIALES

Más allá del lamento, sus consecuencias son de concretas y serias. La gran proliferación de hogares monoparentales está teniendo consecuencias devastadoras en nuestra sociedad, la economía y la política.

Las epidemias de la cohabitación y el divorcio fuera de control han dejado a millones de niños sin padre.

La falta del cuidado de la crianza ha extendido la delincuencia, el abuso de sustancias y el absentismo escolar en nuestras comunidades.

Estos problemas están ahora llevando a la bancarrota a las generaciones futuras con una “crisis financiera” que será atribuible casi en su totalidad a los efectos multiplicadores en la delincuencia y la anomia social del gasto social.

Las universidades y secundarias se han convertido en poco más que predios de entrenamiento de la laxitud sexual, donde nada de esto se puede cuestionar so pena de perder prestigio, posición y trabajo.

De hecho, ahora domina el adoctrinamiento no sólo en la educación sexual, sino la ideología política sexual a través de disciplinas como “estudios de la mujer” y “estudios queer”, que califican a todo conocimiento alternativo como agravios sexuales-políticos.

El lado tiránico de esta cultura orgiástica se está convirtiendo en demasiado evidente para ignorarlo, a pesar de años de negación. Y el corolario inevitable de esta indulgencia licenciosa es el autoritarismo.

Esto ahora se manifiesta claramente en una agenda política impulsada por los mismos radicales sexuales que promueven esta cultura.

Nadie se atreve públicamente si quiera a analizar los pro y los contra de estas políticas públicamente, porque inmediatamente le caerán encima los medios de comunicación, los periodistas y los políticos, tachándole de intolerancia y haciéndole pagar un alto precio por no aplaudir la apertura total.

LOS CRISTIANOS, EN GENERAL, NO SABEN QUÉ HACER CON ESTE AUTORITARISMO

Tienen miedo de cuestionar y existe la tentación de jugar a lo seguro apoyando mecánicamente a los proveedores de la nueva indulgencia, porque son tantos los problemas por los que la Iglesia está cada vez más aislada, que posiblemente no quiera abrir otros frentes cuyos contendores mas furiosos serán muchos de los que se sientan en los bancos de los propios templos.

Porque ya los cristianos que osan alzar alguna vez su voz, se encuentran siendo acusados de “odio” y “fanatismo” y amenazados con castigo por los políticos y los medios por criticar la agenda homosexual por ejemplo.

Es verdaderamente diabólico cómo este descuido se vuelve sobre nosotros y nos corrompe también. Porque como no somos capaces de controlar el pecado, el pecado nos controla. Al negarnos a enfrentar el pecado en términos de Dios, y en lugar de volver a etiquetar a estas cosas por su nombre bíblico, permitimos que el pecado nos aliste como sus agentes.

Entonces llegamos a que los radicales han hecho redefinir el pecado. En lugar de la definición bíblica que se establece en el lenguaje bíblico claro, ahora lo hemos redefinido ideológicamente, con una jerga politizada. La indulgencia sexual ya no es un pecado contra Dios.

Los pastores y sacerdotes hoy en día son mucho más propensos a tratar los pecados sexuales en la forma que se ha redefinido y politizado por la ideología secular radical.

Los pastores y sacerdotes deben saber precisamente lo que constituye la fornicación y el adulterio, porque la Biblia lo dice. Pero es más seguro predicar acerca del “acoso sexual” y sobre la “violencia contra la mujer”, aunque sean hechos muchísimo menos frecuentes que la fornicación y el adulterio, porque hoy las feministas tienen mucho más poder en la sociedad y no hay nadie que defienda a pobres párrocos aislados.

Por lo tanto la misma fe cristiana se transforma poco a desde la teología y la moralidad a la ideología política.

La crisis actual de la iglesia no es de una doctrina imprecisa o falsa, sino que la iglesia falla ahora en el coraje de aplicar su doctrina en la cara de una inmoralidad sexual desafiante y politizada, apoyada por los medios de comunicación y el sistema político todo.

¿Por qué los pastores ahora evaden los pecados básicos que afectan a todas las congregaciones y los pecados más críticos que amenazan con abrumar a nuestra sociedad? ¿Por qué tienen que permanecer mudos a la simple sugerencia de que deberían hacerlo o balbucear excusas poco convincentes y palabras equívocas evasivas?

La respuesta es que están asustados porque no tienen respaldo. Ningún pastor o sacerdote quiere tocar el tema del pecado sexual, porque va a enojar a las mujeres liberales que controlan la mayoría de las congregaciones. Esto no significa una condena, sino simplemente un reconocimiento de la realidad.

Esta misma dinámica que sucede a los sacerdotes se produce entre los periodistas y los profesores universitarios.

LOS MALES DE LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO

La libertad sexual es el corolario inevitable de la ideología de género porque los radicales entienden que la libertad sexual transfiere poder a los que pueden utilizar una identidad sexual como apalancamiento: las mujeres politizadas y los homosexuales.

Mi generación dejó pasar todas esta confusión sexual sin sentido, el feminismo radical, y la ruptura de la familia y que siguieran adelante, sin darse cuenta que hemos herido gravemente a las generaciones actuales”, dice el cardenal Leo Burke.

La Iglesia no ha reaccionado de manera efectiva a estas fuerzas culturales destructivas y en su lugar se ha vuelto demasiado influenciada por el feminismo radical”.

Y la primera víctima de la feminización es el coraje, la valentía que se exige ante todo a los hombres, incluyendo el clero.

Esta es la razón por la que la fe cristiana y la ideología sexual radical están hoy en curso de colisión directa, y por qué los radicales creen que la fe cristiana ha de perder.

Rod Dreher, en The American Conservative, cuestiona abiertamente si la misma cristiandad occidental puede sobrevivir a la revolución de la sexualidad, al igual que el ex arzobispo de Canterbury en el Daily Telegraph. La pregunta exige una respuesta de una manera u otra.

Tenemos que preguntarnos qué es lo que queda todavía cristiano.

Si hemos perdido nuestra voluntad para hacer cumplir la moralidad sexual en nuestras congregaciones, si los pastores no defienden los mismos matrimonios que ellos mismos han consagrado, o no hacen cumplir la disciplina en las parejas de hecho, entonces ¿en qué sentido la fe cristiana todavía tiene algún significado práctico en nuestra vida común?

Nos quejamos de que el cristianismo está siendo “desterrado de la plaza pública”, pero difícilmente podemos sorprendernos cuando no hemos tenido el estómago para defender a nuestros propios feligreses, congregaciones y comunidades en contra de ls violaciones de la ley de Dios.

Pero el resto de nosotros no somos más valiente que el clero. Pocos de nosotros expresan desaprobación moral cuando nos encontramos con amigos que están en cohabitación o cometen adulterio o se divorcian de sus cónyuges e hijos.

La religión es esencial para la regulación sexual en casi todas las sociedades”, escribe el estudioso homosexualista Dennis Altman.

“De hecho, es muy posible que la función social primordial de la religión sea el control de la sexualidad“.

Abdicar de su responsabilidad de regularlo en el nombre de Dios nos deja vulnerables no sólo a la anomia social, sino también frente a los que van a intervenir y regularlo para sus propios fines, imponiendo sanciones y la racionalización de sus medidas invocando diversas alternativas, teologías generalmente politizadas.

“Irónicamente, los países que rechazaban la religión en nombre del comunismo tendían a adoptar su propia versión del puritanismo sexual, que a menudo se emparentaba a las religiones que asaltaban”.

Quizás sea hora de que tengamos el coraje de admitir que el cura viejo desaliñado que predicaba en contra del sexo ilícito era un hombre sabio y sensible, y más fiel que nosotros que nos burlamos de él. Tal vez deberíamos empezar a fomentar el autocontrol que exigía y el coraje que desplegaba.

Tal vez también es el momento de recuperar algo de respeto por la sabiduría de los ancianos y abandonar el mundo de Pinocho donde los jóvenes (junto con sus impulsos) son adorados como un logro en sí mismo, mientras que los ancianos, a los que la Biblia establece como figuras de autoridad, se espera que mantenga sus voces mudas.

Tal vez también es el momento de desprenderse de las palabras políticamente obligatorias (“Nadie es quien para juzgar”) y aceptar que la libertad sexual abierta nos pone en una trayectoria que sólo extiende el caos, la ruina de más vidas, destruye nuestra libertad, y debilita nuestra civilización.

Fuentes:


Foros de la Virgen María

No hay comentarios: