VATICANO, 06 Abr. 16 / 06:54 am (ACI/EWTN Noticias).-Este miércoles,
durante la primera Audiencia General de abril, el Papa Francisco continuó con
las catequesis
sobre la misericordia de Dios para invitar a los fieles a reconocerse
pecadores, porque “todos tenemos la posibilidad de recibir” el perdón del
Padre; y a la vez para llamar a no juzgar a los demás porque todos tenemos
“nuestras miserias”.
“Cuántas veces nosotros decimos: ‘Éste es un pecador, éste ha hecho
esto, aquello…’ y juzgamos a los demás. ¿Y tú? Cada uno de nosotros debería
preguntarse: ‘si éste es un pecador. ¿Y yo?’. Todos somos pecadores, pero todos
somos perdonados: todos tenemos la posibilidad de recibir este perdón que es la
misericordia de Dios”, expresó el Pontífice ante los fieles reunidos en la
Plaza de San Pedro.
Francisco, que había culminado las catequesis sobre la misericordia de
Dios en el Antiguo Testamento, inició este miércoles sus reflexiones sobre cómo
Jesús la lleva a su “pleno cumplimiento” en el Nuevo Testamento, con su culmen
en el sacrificio de la cruz.
“Podemos contemplar todavía más claramente el gran misterio de este amor
dirigiendo la mirada a Jesús crucificado. Mientras está por morir inocente por
nosotros pecadores, Él suplica al Padre: ‘Padre, perdónalos, porque no saben lo
que hacen’”, indicó el Papa, y aseguró que en la cruz Cristo presenta nuestros
pecados a la misericordia de Dios “y con ella todos nuestros pecados son
borrados. Nada ni nadie queda excluido de esta oración sacrificial de Jesús”.
Por ello, dijo que “no debemos temer en
reconocernos y confesarnos pecadores”. “Todos somos pecadores, pero todos somos
perdonados: todos tenemos la posibilidad de recibir este perdón que es la misericordia
de Dios”.
“¡El sacramento de la Reconciliación hace actual
para cada uno la fuerza del perdón que brota de la Cruz y renueva en nuestra vida la gracia de la misericordia que
Jesús nos ha traído! No debemos temer nuestras miserias: no debemos temer a
nuestras miserias. Cada uno de nosotros tiene las suyas. La potencia del amor
del Crucificado no conoce obstáculos y no se acaba jamás. Y esta misericordia
borra nuestras miserias”, afirmó.
En su catequesis, Francisco señaló que “Jesús es
la Misericordia” y recordó que luego de treinta años de vida oculta en Nazaret,
inicia su vida pública haciéndose bautizar por Juan el Bautista, un
acontecimiento que “imprime una orientación decisiva en toda la misión de Cristo”,
pues pudiendo presentarse al mundo con todo su esplendor, lo hizo acercándose
“al río Jordán, junto a tanta gente de su pueblo, y se puso en la fila con los
pecadores”.
“No ha tenido vergüenza: estaba ahí con todos,
con los pecadores, para hacerse bautizar. Por lo tanto, desde el inicio de su
ministerio, Él se ha manifestado como Mesías que asume la condición humana,
movido por la solidaridad y la compasión”, afirmó el Papa.
En ese sentido, todo lo que Jesús ha realizado
después del bautismo –sus milagros y predicaciones- “ha sido la realización del
programa inicial: traer a todos el amor de Dios que salva. Jesús no ha traído
el odio, no ha traído la enemistad: ¡nos ha traído el amor! ¡Un amor grande, un
corazón abierto a todos, a todos nosotros! ¡Un amor que salva!”.
“¡El Hijo enviado por el Padre, Jesús, es
realmente el inicio del tiempo de la misericordia para toda la humanidad! Todos
aquellos que estaban presentes en la orilla del Jordán no entendieron enseguida
el significado del gesto de Jesús. El mismo Juan el Bautista se sorprendió de
su decisión. ¡Pero el Padre celeste no! Él hizo oír su voz desde lo alto: ‘Tú
eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección’”.
“De este modo el Padre confirma el camino que el
Hijo ha iniciado como Mesías, mientras desciende sobre Él como una paloma el
Espíritu Santo. Así el corazón de Jesús late, por así decir, al unísono con el
corazón del Padre y del Espíritu, mostrando a todos los hombres que la
salvación es el fruto de la misericordia de Dios”, explicó.
Por ello, antes de culminar, el Pontífice invitó
a que pedir a Dios en este Año Jubilar “la gracia de tener experiencia de la
potencia del Evangelio: Evangelio de la misericordia que transforma, que nos
hace entrar en el corazón de Dios, que nos hace capaces de perdonar y de mirar
al mundo con más bondad”.
“Si acogemos el Evangelio del Crucificado
Resucitado, toda nuestra vida es plasmada por la fuerza de su amor que
renueva”, aseguró.
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