miércoles, 10 de enero de 2024

PROMESAS DE JESÚS A LOS QUE VISITAN AL SANTÍSIMO SACRAMENTO:

Yo prometo al Alma que me visite con frecuencia en este Sacramento del Amor, que la recibiré cariñosamente junto a todos los Bienaventurados y Ángeles del Cielo; que cada visita suya será inscrita en el libro de su vida y le Concederé:

Todas las peticiones que sean presentadas ante el altar de Dios a favor de la Iglesia, el Papa y las almas Consagradas.

La anulación del poder de Satanás sobre su persona y seres queridos.

La protección especial en caso de terremotos, huracanes y otros desastres naturales, que de otro modo lo afectarían.

Será apartada amorosamente del mundo y de sus atractivos, que son causa de perdición.

La elevación del Alma, deseando alcanzar la SANTIFICACIÓN, en visitas a la contemplación de mi rostro.

El alivio de las penas del purgatorio de sus seres queridos.

Mi Bendición para todos los proyectos materiales y espirituales que emprenda, si son para el bien de su propia Alma.

Recibir mi visita, en compañía de mi Madre, en el momento de la muerte.

Escuchar y atender las necesidades de las personas por las que pida.

La intersección de los Santos y Ángeles a la hora de la muerte, para disminuir la pena temporal.

Que mi Amor suscite santas vocaciones consagradas a DIOS entre sus seres queridos y amigos.

El Alma que conserve una verdadera devoción a mi presencia en la Eucaristía no se condenará, no morirás sin los sacramentos de la iglesia.

A los Sacerdotes y Religiosas que propaguen la devoción a la adoración, les otorgare muchas gracias especiales, el reconocimiento total de sus pecados y la gracia de enmendarse.

Les ayudaré a formar comunidades fieles devotas y Santas y alcanzaran muchos privilegios.

Prometo estas cosas a todas las personas, con solo dos condiciones; que son fruto del genuino amor hacia mi presencia Real en la Eucaristía, y que son absolutamente imprescindibles para hacer realidad en sus vidas mis promesas.

1. QUE LUCHEN POR CONSERVAR LA DIGNIDAD EN MIS ALTARES.

2. QUE SEAN MISERICORDIOSOS CON SU PRÓJIMO.

Ana Patricia Ticona Campana

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