Me entero de los 200 años, ayer, de la congregación Marista, cuyo carisma es la educación y cuyo lema es: Todo a Jesús por María (justamente hoy día, que se exalta el Santo nombre de Jesús). En ese carisma fui educado por jóvenes religiosos europeos, monjes de comunidad, en mi maravillosa tierra huachana; también los había peruanos.
Hace 84
años, sobre los campos de una magnífica casa Tudor frente al mar de Huacho, los
hermanos Maristas armaron un colegio particular, bien hecho, al que entregaron
sus afanes de juventud e ideales religiosos para brindar una educación exigente
y de calidad.
Celebro
el llegar a 200 años, pero no con júbilo; pues hay que lamentar que cada vez
existan menos hermanos Maristas y el carisma se esté disolviendo, pues ya no es
cercanamente inspirado por su fundador, se labora pero
no se ora. Ahí va mi oración, para que la congregación sepa adaptarse a
los nuevos tiempos, quizás a abrirse a tener además una: tercera orden (seglares,
también llamados laicos comprometidos) para
mantener el carisma de San Marcelino Champagnat en
sus colegios y universidades.
Después de
ya casi 85 años, te alcanzan los dedos de una mano para contar los hermanos
Maristas huachanos, no tengo la cuenta de los que por los legítimos encantos de
mujeres huachanas colgaron los hábitos; además, estoy seguro que ninguno de sus
exalumnos puso el nombre, Marcelino, a uno de
sus hijos. Brindo por los 200 años los hermanos Maristas.
Alejandro Smith Bisso. Jose Luis Ventocilla
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