El pasado domingo, durante el día, tuve una larga conversación con un buen amigo de Barcelona. Qué agradable es una tranquila conversación con alguien al que estimas.
Por la
noche tuve otra larga conversación con un joven evangélico que se convirtió al
catolicismo. En un momento dado me preguntó que qué me parecía el hombre de una
hermandad que no va a misa, que no ora, y que toda su devoción es rezar a una
imagen de la Virgen María.
Le
contesté que, aunque lo ideal es que ese hombre ore más y cumpla los
mandamientos, la Iglesia Católica siempre ha tenido una visión optimista de la
salvación, y no el pensamiento de que los salvos son un mero remanente. Esa
idea es ajena a los papas renacentistas, a los bonachones párrocos de pueblo
del siglo XVIII, al sentido común del pueblo fiel. No, los que se salvan no son
un pequeño rebaño. Y le di una buena razón:
Es
cierto, muchos no viven en gracia de Dios, pero en la Iglesia siempre hemos
creído en la salvación por la gracia. Ruega por nosotros, ahora y en la
hora de nuestra muerte. Amén.
Sí,
la ortodoxia plena solo existe en la Iglesia Católica. Y la fe evangélica
perfecta solo existe en el seno de la que es Una, Santa y Apostólica.
P. FORTEA
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