Donde hay justicia ahí está presente el Reino, donde hay perdón ahí está presente el Reino.
Por: Pbro. Julio Parra Hernández | Fuente:
Semanario Alégrate
En los santos evangelios, particularmente en el de san Lucas, se nos narra que
Jesús después de haber sido bautizado por Juan el bautista en el Jordán y de
haber sido tentado, en el desierto, por Satanás, fue a Nazaret donde se había
criado y como acostumbraba hacerlo los sábados, entró en la sinagoga. Estando
allí, se levantó para hacer la lectura y encontró el pasaje del profeta Isaías
en el que estaba escrito… ‘El Espíritu del Señor
está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva,
me ha enviado para proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los
ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del
Señor’ (Lc 4 16-19).
El Señor Jesús se apropia estas
palabras del profeta Isaías y las hace realidad en su actividad misionera. Él
anuncia de muchas maneras y a través de muchos gestos, o ‘signos’ como leemos en el evangelio de san Juan,
la llegada del Reino de Dios. Jesús invita a sus interlocutores a entrar en la
dinámica de este Reino que Él predica y del cual da testimonio con su vida. Un
Reino que en palabras de san Pablo no es comida ni bebida sino justicia, paz y
gozo en el Espíritu Santo, valores que cuando el hombre los asume lo hacen
grato a los ojos de Dios y lo ponen en una relación de fraternidad y hermandad
con los demás hombres, sus hermanos (Rom 14 16-17).
En consecuencia, el anuncio de la
Buena Nueva a los pobres, la proclamación de la libertad para los esclavos, el
devolver la vista a los ciegos y proclamar que ha llegado el tiempo en el que
el mismo Dios por amor a los hombres, en su propio Hijo y con la unción del
Espíritu de Dios ha decidido abrazar a los hombres para hacerles sentir su
compasión y misericordia, son las coordenadas específicas del Reino anunciado e
inaugurado por Jesús y del mismo modo se delinean, en palabras del evangelista
san Lucas, los destinatarios de este Reino.
En este sentido son palabras
llenas de alegría y esperanza, para nosotros los discípulos de Jesús, aquellas
que nos expresa el evangelio de san Mateo: ‘No son
los sanos los que necesitan el médico si no los enfermos. Vayan y aprendan los
que significa Misericordia quiero y no sacrificios. Porque no he venido a
llamar a los justos, sino a los pecadores’ (Mt 9 12-13) Dios ha venido
por nosotros, los que somos pecadores, los que estamos ciegos, los que vivimos
pobres porque no buscamos los tesoros de arriba, los que estamos ciegos y
pretendemos guiar a otros ciegos. ‘No temas,
pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el
Reino’ (Lc 12 32) Dios nos ha amado y nos ha salvado por el sacrificio
de su propio Hijo y nos ha elegido para ser las semillas de su Reino en este
mundo. Y lo ha hecho de una manera inaudita como lo expresa el mismo Jesús
lleno de júbilo y del Espíritu Santo; ‘Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de
la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has
revelado a la gente sencilla (Mt 11 25).
Por otro lado, la enseñanza de
Jesús a sus discípulos que impedían a los niños acercarse al maestro es
paradigmática: ‘Él les dijo dejen que los niños se
acerquen a mí y no se lo impidan, pues de los que son como ellos es el reino de
los cielos’ (Mt 19 14) Son los pequeños, los pobres, los débiles, los
enfermos, los pecadores, los indefensos, los que sufren en su cuerpo o en su
espíritu, los despreciados, los perseguidos, los humildes, los que confían, lo
que permaneces fieles, los perseverantes, los compasivos, los misericordiosos,
los que lloran, los que tienen hambre, etc., los privilegiados de Dios y de su
Reino.
Por último, aunque las semillas
del Reino inaugurado por Jesús aparentemente son pequeñas, como la levadura que
una mujer vierte sobre la masa, y al final termina fermentándola toda o la
semilla que el hombre siembra en su campo y sin que él sepa como brota la
planta, crecen los tallos y salen las hojas y al final vienen los frutos; así
cada uno de nosotros los discípulos de Jesús, el pequeño rebañito suyo, estamos
llamados a hacer presente ese Reino en el mundo. Donde hay justicia ahí está
presente el Reino, donde hay perdón ahí está presente el Reino, ahí donde se
defiende la verdad y la compasión ahí está presente, vivo y actuando el Reino
de Dios.
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