EL PREDICADOR DEL PAPA OFRECE LAS CLAVES PARA EVANGELIZAR EN EL MUNDO DE HOY EVITANDO LOS ERRORES DE ANTAÑO.
El plan de las
predicaciones del padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia,
en este Adviento 2011, se propone, en respuesta al llamamiento papal a un
empeño evangelizador renovado y preparación al Sínodo de los Obispos de
2012, comentar cuatro olas de evangelización en la historia de la Iglesia. La primera tuvo lugar este
viernes 2 de diciembre en el Vaticano.
Estas son: la expansión del cristianismo en los tres primeros siglos; los siglos
VI al IX y la reevangelización de Europa; el siglo XVI, con el descubrimiento y
la conversión al cristianismo de los pueblos del “nuevo
mundo”; la época actual que ve a la Iglesia comprometida en una
reevangelización del Occidente secularizado.
En cada uno de estos momentos, anuncia el predicador de la Casa Pontificia, “intentaré iluminar lo que podemos aprender en
la Iglesia de hoy: qué errores hay que evitar y qué ejemplos hay que imitar y
qué aportación específica pueden dar a la evangelización los pastores, monjes,
los religiosos de vida activa y los laicos”.
En su primera predicación, hizo una reflexión sobre la evangelización cristiana
en los tres primeros siglos. El periodo –dijo Cantalamessa- en el que el cristianismo hace camino por su propia
fuerza”.
La novedad en los primeros dos siglos es que “la
propagación de la fe se confiaba a la iniciativa personal”.
Eran “profetas itinerantes, de los que habla la
Didaché, que se trasladaban de sitio a sitio; muchas conversiones se debían al contacto personal, favorecido por
el trabajo común ejercitado, de los viajes y de las relaciones comerciales, del
servicio militar y de otras circunstancias de la vida”.
En la segunda mitad del siglo III, “estas iniciativas personales se coordinan cada
vez más y en parte se sustituyen por las comunidades locales”.
“Hacia el final del siglo III, la fe cristiana
penetró prácticamente en cada estrato de la sociedad” y “Constantino no hace más que
constatar la nueva relación de fuerzas. No fue él quien impuso el cristianismo
al pueblo, sino el pueblo quien le impuso a él el cristianismo”. añadió.
¿Cuáles fueron las razones del triunfo del cristianismo?,
se preguntó el padre Cantalamessa y respondió que, además de la caridad
cristiana, destaca “la naturaleza ´sincretista´ de
la fe cristiana, es decir la capacidad de conciliar en sí misma tendencias
opuestas y distintos valores presentes en las religiones y en la cultura de la
época”. “El éxito del cristianismo se debió a un conjunto de factores”.
“Se olvida –dijo- una
cosa sencillísima: que Jesús había dado él mismo, como anticipo, una
explicación de la difusión de su Evangelio y de ella hay que volver a partir cada vez que se asume un
nuevo compromiso misionero” con dos breves parábolas evangélicas, la de la semilla que crece incluso de noche y
la de la semilla de mostaza.
También en esta ocasión quien captó “el
misterio escondido” fue Pablo. “Me llama la atención –afirmó el padre
Cantalamessa--, siempre, un hecho. El Apóstol predicó en el Aerópago de Atenas
y vió el rechazo del mensaje, educadamente expresado con la promesa de
escucharlo en otra ocasión. Desde Corinto adonde fue justo después, escribió la
Carta a los Romanos en la que afirmaba haber recibido el deber de llevar a ´la
obediencia de la fe a todas las gentes´. El fracaso no desanimó su confianza en
el mensaje”.
“Lo que los historiadores de los orígenes
cristianos no cuentan o dan poca importancia es la certeza indestructible que
los cristianos de entonces, al menos los mejores de ellos, tenían sobre la
bondad y la victoria final de su causa”, dijo.
“Esto es lo que más necesitamos hoy: despertar
en los cristianos, al menos en los que pretenden dedicarse a la obra de la
reevangelización, la certeza íntima de la verdad de lo que anuncian”,
aseveró.
“Sembrar y ¡después.... irse a dormir! --afirmó el predicador pontificio--. Es decir sembrar y no quedarse allí todo el tiempo a
mirar, a ver dónde surge, cuántos centímetros crece al día. El arraigo y el
crecimiento no es asunto nuestro, sino de Dios y del que escucha”.
“Las reflexiones desarrolladas en esta meditación
nos empujan --concluyó- a poner en la base del compromiso por una nueva
evangelización un gran acto de fe y de esperanza que se sacuda todo sentido de
impotencia y de resignación. Tenemos ante nosotros, es verdad, un mundo cerrado
en su secularismo, embriagado por los éxitos de la técnica y por las
posibilidades ofrecidas por la ciencia, que rechaza el anuncio evangélico. Pero
¿era quizás menos seguro de sí mismo y menos refractario al Evangelio el mundo
en el que vivían los primeros cristianos, los griegos con su sabiduría y el
imperio romano con su potencia? Si hay una cosa que podemos hacer, después
de haber ´sembrado ´ es la de ´regar´ con la oración la semilla sembrada”.
Se puede leer el texto completo de la predicación
en:http://www.zenit.org/article-41065?l=spanish
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