EL PADRE DULOISY ADVIERTE: «HAY DEMONIOS SILENCIOSOS Y QUE SE OCULTAN»
El padre Jean-Pascal Duloisy se enfrenta unas tres
veces al mes al demonio en grandes exorcismos.
El sacerdote Jean-Pascal
Duloisy es el responsable de los exorcismos para las ocho diócesis de
Île-de-France [Isla de Francia], la gran región que forman París y su entorno.
Entre tres y cuatro veces al mes se enfrenta al demonio, en un
proceso que explicó a Déborah Grunwald durante una entrevista radiofónica en France Bleu.
No tiene miedo, salvo en
ocasiones especiales y "solo por unos breves
instantes". ¿Cuándo? "Cuando
sucede algo inesperado, que no había previsto y la sorpresa me hace saltar".
Porque no todas las sesiones son como las que aterrorizan desde 1973 a
los espectadores de El exorcista de William
Friedkin: "Hay demonios
silenciosos y que se ocultan", y no todos
reaccionan tan violentamente al agua bendita y al crucifijo como refleja la
película.
TRUCOS
PARA DESENMASCARAR FALSOS POSESOS
Le asustan mucho más, dice, las personas que fingen estar poseídas y consiguen pasar la criba que precede a
la sesión, normalmente casos de histerismo. No es fácil engañar al padre
Duloisy, que desvela alguno de sus trucos para desenmascararlos.
Uno es más trivial: cuando
sospecha durante el ritual, en vez de una oración lee una receta de cocina en latín, ante la
cual el presunto poseso se retuerce con mayor ahínco sin saber que está cayendo
en la trampa.
Otro sirve para entender lo que
es un exorcismo. "Cuando yo le digo 'Cállate' al
demonio, se calla. Cuando es un simulacro, siguen aullando y
retorciéndose".
En efecto, no se trata de un
espectáculo de feria: "El
exorcismo no es más que una oración. Yo
no tengo ningún poder. Cuando tengo a un poseso ante mí, lo que hago es decirle
tranquilamente: 'Te lo ordeno, Satanás, por el poder de Cristo que ha
confundido tu orgullo, sal de este hombre'".
Es esa autoridad la que el obispo
le otorga y solo tienen quienes la reciben, lo que les permite "hablarle directamente al demonio y darle
órdenes de hacer esto o
hacer lo otro". Algo no siempre gratificante, confiesa, porque "si le hablas al diablo, te responde", y no es precisamente agradable: "Cuando uno ataca, conviene saber a quién tienes
enfrente..."
UNA
VOCACIÓN TARDÍA
Duloisy es exorcista desde hace
seis años y cuando se lo propusieron sí que le temblaron las piernas. No se lo
esperaba. Siempre quiso ser sacerdote, desde muy pequeño, porque
encontraba en la misa "la calma, el orden y la seguridad" que
le faltaban en su vida familiar a consecuencia de las continuas disputas.
También políticas, pues la rama materna era católica y simpatizante del
mariscal Philippe Pétain, y la rama paterna era protestante y de simpatías
comunistas.
Un día, su abuelo le regaló una
vida del Santo Cura de Ars, San Juan
María Vianney (1786-1859) y tras leerla se dijo: "Esto es lo que quiero ser: no
lo que quiero hacer, sino lo que quiero ser". ¿Cuál es la
diferencia?, le pregunta Déborah: "Yo
era muy sensible a lo humano. Para mí, relacionarme con alguien era más
importante que hacer cosas".
Cuando le dijo a su padre que
quería ser sacerdote, no le sentó muy bien: "Ya
verás que se te pasará".
Y al principio tuvo razón. El
futuro padre Duloisy empezó la carrera militar.
Pero con el tiempo la vocación pudo más, y tras cursar los estudios
eclesiásticos en Bélgica, fue ordenado sacerdote en 1988, a los 31 años de
edad, por el cardenal Jean-Marie Lustiger, arzobispo de
París, en presencia de su vicario general y sucesor al frente de la
diócesis, André Vingt-Trois, quien con el tiempo le
propondría su actual misión.
SON
UN EQUIPO
El padre Duloisy cree que le
eligieron porque tiene "sentido
común", una cualidad
muy útil en un ministerio que la precisa en grandes dosis. Colabora con él
un equipo de quince personas con esa virtud, que le ayudan a seleccionar
los casos. Cada jueves se reúne con los sacerdotes para estudiarlos, y cuando hace un exorcismo nunca está solo, tiene a dos sacerdotes y un laico junto a
él.
Cada dos años, los exorcistas de
Francia se reúnen en Lyon bajo la dirección de Guy de
Kerimel, arzobispo de
Toulouse, e intercambian experiencias y conocimientos.
"Nos
dejamos aconsejar por personas que tienen competencias distintas a las nuestras", explica, en particular psicología
y psiquiatría. Es importante saber cómo abordar, por ejemplo, "a una persona narcisista, o perversa, o manipuladora",
que puede ser víctima de algún problema psíquico o combinar ese problema
con una posesión real: "No tenemos poderes
extraordinarios. Si alguien está tomando una medicación porque es
bipolar, no puedes decirle que deje de tomarla, eso sería criminal".
CUANDO
LA IGLESIA SE OLVIDÓ DEL DEMONIO
¿Por qué cada vez
hay más exorcismos? "Porque antes no se creía en la existencia del
demonio", responde: "Entre los años 60 y 80, el demonio fue el gran ausente". Ahora las cosas han cambiado, el Papa Francisco habla del
demonio continuamente y muchos sí piensan en él cuando "se
producen hechos con un poder destructor de una gratuidad sin nombre que no
pueden explicarse sino por una inteligencia que las provoca".
El 21 de mayo de 2013, tras la
misa de Pentecostés, Francisco impuso las manos sobre una persona en una forma
que muchos exorcistas consideraron como una oración de liberación. El servicio
de prensa vaticano lo describió como, simplemente, una oración.
Todas las religiones y culturas
se han enfrentado al demonio, añade, pero "se
distinguen en la forma de responder: con miedo, con angustia, con
superstición..." o como lo hace la Iglesia, con esperanza
gracias al poder de un ritual establecido, que no se
improvisa, y que tiene en cuenta lo esencial del combate: "Al demonio solo le importan Dios mismo y la
relación de Dios con el hombre: la fe, la esperanza y la caridad. El
demonio es un agresor teológico. Dios quiere la felicidad del hombre
y pone a nuestro disposición los sacramentos, la imposición de manos, la
oración".
CÓMO
ATACA EL DIABLO
El diablo busca apartarnos de
esos medios con "dos estrategias": "El desánimo, la tristeza, la baja autoestima, la
culpabilidad, el suicidio. O bien el rechazo a perdonar, la dureza de
corazón, los celos, la mendacidad, las disputas, las guerras, el
asesinato".
Para atacarnos "se toma su tiempo": "Aprovecha una debilidad y
te habla a los cinco sentidos. Siempre tiene la misma táctica: sugestión,
delectación y consentimiento".
Tenemos un criterio para detectar
su acción: "¿Qué es lo que me sugiere, con qué quiere que
me deleite y quién va a salir beneficiado?"
"¡CERDO
TRAGA-CRUASANES!"
El anecdotario del padre Duloisy
sí que incluye momentos de clara presencia diabólica. Como una joven que
parecía solamente un caso de histeria, hasta que empezó a hablar perfectamente
en una lengua extraña que
pudieron entender porque la conocía uno de sus sacerdotes asistentes.
En "El exorcista", el
demonio demuestra quién es recordando al padre Karras cosas sobre su madre que
nadie salvo el sacerdote podía conocer, algo que está al alcance de los
ángeles: de los guardianes, pero también de los caídos.
O la vergüenza que pasó un
obispo, presente en uno de sus exorcismos, cuando un endemoniado empezó a
insultarle llamándole "cerdo
traga-cruasanes". Pocos días
antes, en el aeropuerto de Roma, el prelado había cedido a la gula
("confesé ese pecado", le reconoció a Duloisy) y se había
comido casi una docena de cruasanes de mantequilla.
O el momento inesperado en que un
poseso rompió en llanto, sin causa aparente: "Llevábamos
tres cuartos de hora de oración, estábamos rezando tranquilamente el rosario.
Éramos tres sacerdotes rezando. El demonio, cambiando de voz, lloró. El
demonio detesta el silencio, es insoportable para él. El silencio
de Jesús ante Pilatos, el silencio de Jesús en
la Cruz... Él no quiere silencio para el hombre..."
LA
ACCIÓN DE CRISTO
Por eso los exorcismos no le
asustan: "Porque veo que las
personas vuelven a la vida". Como aquella persona
liberada y su gratitud al ver cumplidos tantos pasajes de las Sagradas
Escrituras: "Usted creía que esas oraciones funcionarían,
yo no", le dijo tras quedar exorcizado. "Me di cuenta de que su debilidad le había
abandonado. Había pensado en suicidarse, tenía problemas afectivos", comenta
Duloisy.
"El demonio
roba la paz, la paz entre los hombres, la paz en el corazón, la
generosidad", concluye: "Por eso me emociona cuando veo la acción de
Cristo. El Señor es poderoso. Me maravilla ver, cada día que pasa,
que no estamos solos en la tierra y que Él está a nuestro lado".
Publicado en ReL el
26 de septiembre de 2020 y actualizado.
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