SU HERMANA Y SU CUÑADO RECUERDAN LOS ÚLTIMOS MESES DEL JOVEN CARMELITA SALMANTINO
Han pasado casi dos
semanas desde el fallecimiento, el pasado 15 de
julio, víspera de la Virgen del Carmen, de Pablo Alonso Hidalgo.
El joven de 21 años, perteneciente a una comunidad del Camino Neocatecumenal en Salamanca, había dejado a su novia porque quería ser carmelita y se le autorizó a hacer su profesión solemne in articulo mortis. Fue así como el 25 de junio se convirtió en
fray Pablo María de la Cruz. Su funeral fue una celebración de la alegría de acudir
al encuentro del Amado.
El impacto de su vocación y muerte no acabó ahí, porque
tanto quienes ya le conocían como quienes han conocido su testimonio a través
de los medios y las redes han llegado al punto que él quería: hacerse preguntas.
TOCAR
EL CORAZÓN DE LOS JÓVENES
"Cuando Pablo
dejó todo preparado, tenía dos ideas", recuerda su hermana Miriam: "La
primera, que el funeral fuera una fiesta porque estábamos celebrando
su vida y que se iba con su Amado. Y la segunda era tocar
el corazón de los jóvenes; y el velatorio y el funeral le han hecho
cuestionarse a mucha gente: 'Si nosotros podemos estar así ante la muerte,
quizá exista algo más'..."
Miriam
Alonso y su esposo Daniel (que en 2019 se fueron como misioneros a Argentina)
fueron entrevistados el pasado domingo en Radio María por
un hermano de Daniel, el sacerdote Jesús Colado, quien
les interrogó sobre algunos detalles de los últimos meses de vida de Pablo y de
su forma de afrontar la muerte.
LA
OBRA DEL SEÑOR
Miriam sintetiza los últimos seis
años de vida de su hermano pequeño: "El Señor
lo eligió para confiarle la cruz de tener un cáncer y esta cruz le ha ido
evolucionando como persona hasta que ha fallecido de una manera excepcional, en
el sentido de que ha abrazado este sufrimiento que el Señor le ha mandado
y ha llegado a dar gracias por él".
Pero no fue un camino de rosas,
no solamente desde el punto de vista físico, sino tampoco espiritual. Al cabo
de un mes de terminar con la quimioterapia, tuvo una recaída y eso le provocó "una crisis de fe muy profunda y se enfadó mucho con Dios". Lo superó porque
"durante todo este tiempo, la obra
que el Señor ha estado haciendo en él ha sido la de la aceptación de esta cruz".
Es aceptación, que fue también
gratitud, tenía un motivo: "Gracias a esta
enfermedad se ha encontrado con Cristo y gracias a ella se
va al cielo con Él, y esto le hace inmensamente feliz",
explica su hermana.
Felicidad que quedó colmada
cuando supo que le concedían la excepción, inédita en dos siglos en Salamanca,
de hacer los votos solemnes in articulo
mortis: "La alegría le llenaba la
cara, no podía parar de sonreír".
A consecuencia de los dolores
estuvo ingresado varias veces en paliativos, y su consuelo fue que el capellán
le permitió tener el Santísimo
expuesto en la habitación. "Eso le
ayudó mucho", dice su hermana, que es enfermera: "A mí me impresionaba que, cuando tenía dolores
fuertes, siempre lo quería ofrecer todo. En una ocasión le pregunté si
esos dolores le estaban mermando la fe, y él me decía que estaba tranquilo
porque si Jesús y su madre María, que son las personas que
más le quieren, permitían esto, es que tenía que ser muy necesario,
y él vivía aceptándolo".
LA
NOCHE OSCURA
Aconsejado por su director
espiritual, Pablo rezaba mucho -y pedía que se rezase- "por la noche oscura que vendrá".
Y se le puede poner fecha concreta: "La
noche oscura llegó la tarde-noche del 11 de julio. Nos lo dijo el pobre en la
habitación del hospital. Estaba bastante afectado, bastante triste".
Pidió a sus familiares que le
sostuvieran con la oración, y "el Señor no le
falló": "Fue en el transcurso de esa noche y en la siguiente mañana
cuando el Señor hizo su obra, y fue pasar de verle llorando y angustiado y con
miedo (su director espiritual le decía: '¡No vas a ser tú menos
que Nuestro Señor, que las pasó canutas en el huerto de Getsemaní!') a
estar animado y deseando estar con su Dios".
LA
CRUZ FLORECIDA
Este sentido de aceptación, de
decirle a Dios "Señor, tú sabes más, vamos con
ellos", ha sido la característica fundamental de los últimos meses
de Pablo. Los asistentes al velatorio y al funeral lo vieron reflejado en un
símbolo que estuvo presente: la Cruz
florecida. "Es el secreto que nos ha querido explicar él: que
la Cruz, que es un trozo de madera ensangrentado y que te mata, si la abrazas, si
abrazas ese sufrimiento y lo aceptas, el Señor lo hará florecer", explica Miriam.
El día antes de la sedación
previa a su muerte, hubo una misa familiar que Daniel recuerda como "preciosa, muy emotiva y una acción de gracias
completa". Con su buen humor característico, cuando el sacerdote le
preguntó durante la celebración si amaba a Jesús, Pablo respondió sonriendo: "¡Bueno, me he casado con Él, así que imagínatelo!"
Pudo despedirse brevemente de
todos sus seres queridos y su cuñado percibió algo que le impresionó: "Estaba en paz. En esa lucha del cuerpo que esta
sufriendo y por eso necesitaba la sedación, pero no expresaba ningún tipo de
desesperación ni de miedo, al revés, decía que estaba preparado y listo. Quería
dejar un mensaje claro a los jóvenes y a la gente de su alrededor: que
la vida no acaba aquí y que la muerte no tiene que darnos miedo".
El impresionante mensaje de
aceptación del dolor y de la muerte que dejó Pablo.
LA
HUELLA DE PABLO
La huella que ha dejado Pablo se
está dejando ya sentir. Daniel cuenta que una compañera de trabajo suya, que no
es creyente, le dijo, emocionada: "No sé qué
hay más allá, lo que sí sentí es muchísima paz y muchísimo amor".
Para el propio Daniel, la muerte
de su cuñado es toda una lección, y le comentaba a su madre: "He visto que la muerte no da miedo siempre y cuando
se lleve así, agarrado a Jesucristo, agarrado a todos los dones que el Señor te
da en ese momento. Me gustaría morirme así".
Y el influjo es también en la
propia vida de su hermana. Así lo desvela Miriam: "Todo
este tiempo ha sido una carta de amor del Señor para mí, un toque de atención,
porque ha llegado en un momento de mi vida en el que estaba siendo muy
mezquina, me estaba guardando muchas cosas para mí en todos los ámbitos de mi
vida. A mí el Señor me estaba diciendo con esto: 'Bueno, le he dado este regalo
a tu hermano, ¿cuál es tu excusa para no convertirte hoy? ¿Cuál
es tu excusa? Si te quiero dar esta paz, esta alegría... abraza
la cruz conmigo, no tengas miedo'".
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