El sufrimiento es un tesoro cuando sirve para crecer espiritualmente.
Por: Magaly Llaguno | Fuente: www.vidahumana.org
EL TESORO DEL SUFRIMIENTO
He sufrido mucho en los años que he vivido. Sin embargo, en los últimos
seis experimenté un sufrimiento tan grande que creí morir de dolor. En este
lapso de tiempo tuve que pasar por el rompimiento de mi matrimonio, murieron
mis padres y los médicos me diagnosticaron con cáncer. Todos estos sucesos me
llevaron a comprobar que se puede crecer espiritualmente a través del
sufrimiento. El sufrimiento ha sido para mí uno de los regalos más valiosos de
Dios, una verdadera escuela. Me ha enseñado muchas cosas: a tener paciencia, a
sentir mayor compasión por los demás y a saber expresarla; y a aceptarlo todo
de la mano de Dios. Lo que más agradezco es que me ha acercado mucho más a Él a
través del dolor.
El sufrimiento nos hace mejores personas y nos madura emocional y
espiritualmente si lo aceptamos por amor y obediencia a Dios y si tratamos de
sobreponernos a él, buscando nuestro consuelo y fortaleza en Dios. Son
incontables las veces en que me he sentido acongojada, deprimida, agotada física,
emocional o espiritualmente; pero en todas he acudido a Dios y siempre me ha
dado Su gracia para continuar mi peregrinar hacia Él.
Este documento es el relato de algunas de mis experiencias, las cuales escribo,
con la esperanza de poder ayudar a personas que se encuentren en circunstancias
parecidas a las mías.
DESAHUCIADA Y TRATAMIENTO CON
ARSÉNICO
EL DIAGNÓSTICO
Fue en el mes de febrero del 2000 cuando me diagnosticaron mieloma múltiple; un
raro tipo de cáncer de la médula ósea, lugar donde nuestro cuerpo fabrica la
sangre. Desde entonces he pasado cientos de días recibiendo quimioterapia, en
el hospital como paciente externo o ingresada. Aunque parezca increíble, fue
casi un alivio enterarme de que padecía cáncer, pues había tenido cinco dolorosas
fracturas espontáneas sin saber por qué; tres de ellas en dos costillas y una
vértebra, después de un resfriado. Había sido examinada por cinco médicos y
hablado con seis más, hasta que al fin a uno de ellos (el reumatólogo), se le
ocurrió hacer la prueba de un tipo de proteínas en la sangre. Lamentablemente,
esperó desde noviembre, fecha en que hizo la prueba, hasta que volví a verlo en
su consulta en febrero, para ver el resultado y decirme que tengo cáncer.
Al fin, cuando logré ver por primera vez al doctor hematólogo-oncólogo, me puso
bajo un tipo de tratamiento, el cual no fue efectivo. Luego, durante seis
meses, estuve ingresanda por 5 ó 6 días cada mes para la quimioterapia, la cual
tampoco dió resultado. Del 20% de cáncer en la médula de los huesos, que me
habían descubierto durante la primera biopsia, pasé el 81%. Fue como si en
lugar de matar el cáncer, lo hubieran estado alimentando.
Cuando el doctor me dio esta mala noticia, le pregunté cuánto tiempo me quedaba
de vida y me dijo que menos de un año. Yo le dije que no aceptaba ese
diagnóstico, porque de hecho, Dios me había prometido más tiempo de vida. La
única verdadera alternativa que me dio mi médico fue un tratamiento
experimental con arsénico (¡el veneno!), y vitamina C. Puesto que no tenía nada
que perder, acepté después de orar, investigar, y hablar con mis cinco hijos al
respecto.
TRATAMIENTO INSÓLITO Y
ENTREVISTA TELEVISIVA
EL TRATAMIENTO EXPERIMENTAL
Durante meses iba diariamente al hospital a recibir el arsénico con vitamina C.
Soporté seis terribles ciclos de cinco semanas cada uno, con dos semanas de
descanso seguida de una biopsia después de cada ciclo. Los lunes y los viernes
tenían que hacerme electrocardiograma, análisis de sangre, etc. para saber si
había llegado al punto de estar en peligro de complicaciones graves debido al
arsénico. También me hacían pruebas para conocer el daño que le estaba haciendo
el arsénico a todas las células de mi sangre, tales como las rojas, las blancas
y las plaquetas. Por supuesto, tuvieron que darme un número de transfusiones, y
ni hablar de los demás efectos secundarios de esta quimioterapia experimental.
Lamentablemente, uno de los efectos secundarios graves de esta medicina (el
arsénico), es que daña el sistema inmunológico, porque destruye las células
buenas que están en la sangre, junto con las malas (cancerosas). Por añadidura,
el tipo de cáncer que yo tengo tiene el mismo efecto en la sangre (además de
dañar los huesos). Por tanto, desde hace mucho tiempo he estado luchando contra
las infecciones. Fui hospitalizada por tres semanas debido a una septicemia,
por una infección en el "port" (catéter
colocado quirúrgicamente en la vena cava para administrar la quimoterapia).
Estuve en casa una semana, y acto seguido tuve que ser hospitalizada de nuevo
debido a una neumonía y para remover el catéter infectado y colocar uno nuevo.
Sin embargo, Dios no quiso que muriera en esa oportunidad tampoco y me salvé
para continuar el tratamiento con arsénico. ¡Fui la
primera en EE.UU. en llegar al final de los seis ciclos viva y hasta me
entrevistó un canal de televisión!
CON LA FUERZA DE LA ORACIÓN
Durante la segunda semana de hospitalización por la neumonía, cuando comencé a
mejorar, se me presentaron otras complicaciones, las llamadas "enfermedades oportunistas". Por
ejemplo, contraje la "culebrilla" (muy
dolorosa), sinusitis (la cual me ha dejado sin olfato ni gusto
permanentemente), flebitis en ambos brazos debido a los sueros (muy dolorosa
también), y otras infecciones más. Por supuesto, debido a la debilidad de mis
huesos y la fuerza con que tosía, se me rajó de nuevo una costilla.
Una noche, cuando estaba hospitalizada, después de tantos sueros e inyecciones,
tuve problemas con mis venas. El catéter no se podía utilizar por orden del
médico, hasta que no transcurrieran 48 horas de ser insertado. Sin embargo, las
medicinas había que administrarlas por vía intravenosa. Una hermana en Cristo y
yo, hicimos la Coronilla de la Divina Misericordia y le rogamos a Sor Faustina,
Apóstol de la Divina Misericordia, su intercesión (todavía no había sido
canonizada). Ella nos escuchó. Después de haber tratado de establecer una línea
para el suero tres enfermeras, tres veces cada una, otra enfermera me dijo: "Déjame probar una vez más". ¡Y milagrosamente
lo logró!
EL PRIVILEGIO DE SUFRIR
Durante esa estancia en el hospital, aprendí mucho sobre el valor infinito del
sufrimiento, tanto para nosotros como para los demás. También medité mucho más
sobre la pasión de Cristo. Le doy gracias a Dios por haber derramado tantas
bendiciones sobre mi persona durante esta difícil etapa de mi vida, no sólo al
darme la fortaleza para continuar luchando por sobrevivir, sino también, por
darme el grandísimo honor de compartir su cruz, a pesar de que no soy digna de
hacerlo.
El recordar el sacrificio que Jesús hizo por nosotros en la cruz, me ayudó a
soportar todos los sufrimientos. Cada vez que me pinchaban con una aguja
pensaba en que Jesús fue coronado de espinas y le decía a El: "Esta es una ofrenda tan pequeña, Señor, comparada
con lo que tú sufriste para salvarme." Y cuando me arrancaron dos
pequeñitos pedazos de piel al removerme un esparadrapo (al cual soy alérgica) y
me dolió tanto, recordé que Jesús fue brutalmente azotado, le pusieron una capa
sobre su sangrante espalda y después se la removieron violentamente. Según los
relatos científicos, una gran parte de su sanguinolenta piel le fue arrancada
junto con la capa, pues se le pegó a la tela. ¡Cuán
grandes son los dolores que El sufrió por nosotros! Fue su amor lo que lo
llevó a la cruz y lo hizo permanecer en ella, a pesar de los que le gritaban
que bajara y se salvara. Y ha sido providencial para mí, el que estos
sufrimientos míos hubieran tenido lugar durante el Mes del Sagrado Corazón de
Jesús. ¡Qué hermoso regalo de amor pude brindarle! Ofrecí
mis sufrimientos (y todavía lo estoy haciendo), por el movimiento provida y por
Human Life International y la Sección hispana que dirijo, Vida Humana
Internacional y sus organizaciones afiliadas en el mundo hispano.
Dios me dio el regalo del gozo durante esa etapa en que estuve a punto de
morir, y me enseñó que no debo temerle a la muerte ni al sufrimiento, pues Él
está siempre conmigo.
PARTICULAR EXPERIENCIA DE LA
DEBILIDAD
ENFRENTÁNDOME AL TRANSPLANTE
El doctor me dijo que ya que me había bajado tanto el nivel de cáncer en los
huesos con la ayuda del arsénico y la Talidomida que recibí por meses, era hora
de planear un transplante de células estaminales, utilizando mis propias
células. Puesto que el tipo de cáncer que tengo es incurable, solo se trataba
de alargar un poco mi vida.
Dos semanas antes de mi transplante, me sentía tan agotada de esta lucha que he
estado librando contra el cáncer por los últimos dos años, que no tenía ya las
fuerzas para continuar. Sabía que me esperaban muchas más dificultades y
sufrimientos. Por lo que había leído, este tipo de transplante es un
procedimiento muy largo, difícil y peligroso que requiere mucho tiempo de
recuperación.
Me encontraba "al pie de una enorme
montaña" que sabía tenía que escalar, pero no tenía las fuerzas
para comenzar a hacerlo. Hay momentos en la vida de uno en que súbitamente
sentimos sobre los hombros y sobre el corazón, todo el peso de muchos años de
sufrimientos. Era como si me hubiera caído con mi cruz y no tuviera fuerzas
para levantarme. Hasta ese punto, Dios me había dado una fortaleza sobrenatural
que me llenaba de optimismo, energías y hasta gozo espiritual. Pero fue como si
en aquellos momentos me la hubiera retirado por completo, quizás para que me
diera cuenta de lo débil y frágil que soy, y de lo mucho que dependo de Él. Las
palabras de San Pablo cobraron aún más importancia para mí y me aferré a ellas
con todo mi corazón: "A todo puedo hacerle
frente, gracias a Cristo que me fortalece." (Filipenses 4: 13 ) Y
las de Cristo: "Yo soy la vid y ustedes son
las ramas. El que permanece unido a mí, y yo unido a él, da mucho fruto; pues
sin mí no pueden ustedes hacer nada" (San Juan 15:5), me hicieron
comprender, como nunca antes, que es verdadera y personalmente Cristo quien nos
fortalece.
Y NUEVAS COMPLICACIONES
Antes de poder ingresar para el transplante de células estaminales tuve que
someterme a un procedimiento llamado eféresis. Me insertaron quirúrgicamente en
la vena cava un catéter mucho más grande que los que había tenido
anteriormente. Tenía tres tubos en la parte de afuera: por un lado sacaban la
sangre, por el otro administraban anticoagulante, y por el tercero devolvían la
sangre al cuerpo. Me estimularon primero la médula ósea con unas inyecciones.
El objetivo era separar las células estaminales inmaduras del resto de la
sangre, y hacer que salieran a flote en la sangre.
Durante el procedimiento tuve una complicación: me
bajó mucho el calcio y comencé a sentir como unas terribles corrientes eléctricas
por todo el cuerpo, hasta llegar al punto de que se me engarrotaron ambas manos
y se me paralizaron los dedos. En aquel momento pasé un gran susto porque creí
que me estaba dando un derrame cerebral. De momento no pude evitar las
lágrimas y el desaliento y la desesperación, pero de nuevo Cristo me
fortaleció. Después de quedar una noche ingresada en el hospital, con los
medicamentos que me administraron pudieron seguir el proceso iniciado.
Lamentablemente, no alcanzaron a colectar todas las células necesarias para el
transplante, pero de todos modos, mi médico decidió seguir adelante porque era
la mejor decisión con respecto a mi salud.
UN TRATAMIENTO MUY DURO
EL INGRESO AL HOSPITAL
Era el 7 de octubre de 2002, Festividad en la Iglesia Católica, de Nuestra
Señora del Santo Rosario. El hecho de que iba a ingresar en el hospital en esta
piadosa fecha, me dió ánimos para el suplicio que sabía se acercaba
inexorablemente. Pensé: He pasado tanto tiempo en este complejo de hospitales,
que ya prácticamente son mi segunda casa.
La primera semana de ingreso para el transplante no fue fácil. El primer día me
dieron una dosis extremadamente alta de "Melphalen",
una quimioterapia muy fuerte. Según me informaron, era una dosis diez
veces más alta que la que regularmente les dan a los pacientes. Inmediatamente,
el segundo día, me pusieron por vía intravenosa, las células estaminales que me
habían extraído de la sangre y habían congelado.
Después de la quimioterapia, no pude mantener nada en el estómago por mucho tiempo.
Las náuseas eran una parte constante de mi vida cuando estaba despierta, no
había nada que verdaderamente permitiera que mantuviera líquidos o alimentos en
mi estómago. Por 24 días en el hospital viví mediante los sueros. Las pocas
veces que pude mantener algún líquido fue gracias a la oración. Pero hasta la
oración se me hacía difícil, porque las náuseas eran muy intensas. Con toda mi
alma le pedí al Señor que estabilizara mi estómago, no sólo porque me sentía
muy débil, sino también porque me dolía la quijada izquierda (afectada por el
cáncer), de tanto devolver los alimentos.
UNA ACTITUD EQUIVOCADA Y CORREGIDA
PREPARARNOS PARA ESCUCHAR, TENER PACIENCIA Y PERSEVERANCIA
Una mañana caí en una pequeña depresión, al sentir que todavía no toleraba alimento
en el estómago y que estaba tan débil. De nuevo me fallaron las fuerzas y dejé
de tratar de ingerir alimentos. Para colmo de males, los dolores en el cuero
cabelludo mientras se me caía el cabello, me molestaban mucho cuando ponía la
cabeza en la almohada. Clamé al Señor llorando y su ayuda me llegó de nuevo. El
enfermero me aconsejó, explicándome muy delicadamente, que mi actitud era
negativa y esto alargaría más tiempo mi recuperación. Me dí cuenta de que había
caído en la trampa de pensar negativamente. Dios actúa a veces a través de
quien menos esperamos.
Después recordé el poder sanador de Dios a través de la música. Puse en mi
equipo portátil un cassette de música religiosa que sabía me daría el mensaje
que necesitaba oir de consuelo y fortaleza. La letra de la primera canción
titulada "Amigo, no temas", me
recordó la promesa de Jesús de estar siempre conmigo. Dice la canción: "Amigo, no temas, yo estoy contigo en tu
caminar" y habla de cómo Dios cuida de las aves y las flores del
campo, "y ellas no son más que tú". Si
el Padre Celestial viste los campos de primorosos colores, con muchas flores
que duran solo un día, cómo no va a poner en nuestra alma una y otra vez, el
amor y la fortaleza que necesitamos en momentos difíciles. ¡Acabé por cantar, bailar, y alabar a Dios! Fue
otro encuentro personal con Dios que me fortaleció emocional, física y
espiritualmente.
LA MEJORÍA INTERIOR
Verdaderamente debemos estar atentos a la Palabra de Dios y obedecerle, si
queremos recibir Sus gracias especiales. Si yo hubiera ignorado el consejo del
enfermero de cambiar mi actitud y me hubiera dedicado a sentir lástima de mí
misma, no habría recibido las gracias que recibí. Debemos recordar siempre la
importancia de las "tres p" : Preparar los oídos para escucharle y obedecerle, tener
paciencia y perseverancia.
Como nos aconsejó Santa Teresa de Jesús en su poema "Nada
te turbe": "...confianza y fe viva mantenga el alma". Mi
ánimo había cambiado hasta tal punto, que tuve el valor de dejarme rapar la
cabeza pues de todos modos el pelo se me estaba cayendo. Y le di gracias a Dios
porque al mirarme al espejo, no sentí dolor sino orgullo. Consideré mi
calvicie, una de las cicatrices, producto de la difícil batalla que estoy
librando.
Ahora, cuando me deprimo por todos mis sufrimientos y ni siquiera tengo deseos
de orar; escucho una música religiosa alegre. Entonces comienzo a cantarle a
Dios como nos pide la palabra de Dios: "Canten
y alaben de todo corazón al Señor" (Efesios 5:19), y acabo siempre
dándole gracias y alabándolo. Es indudable que Dios nos da siempre las fuerzas
y hasta el gozo espiritual, sin importar las circunstancias, cuando se los
pedimos de todo corazón.
UNA FUERZA DE CURACIÓN
CONFIRMADA POR LA CIENCIA
NECESITAMOS EL AMOR DE NUESTROS SERES QUERIDOS
Hay evidencias científicas de que el amor y el apoyo de los demás ayudan a
lograr la sanación. Los estudios realizados muestran grandes diferencias con
respecto al tiempo que sobreviven las personas gravemente enfermas que reciben
amor y apoyo, y las que no los reciben. Uno de los estudios, realizado en la
Universidad de Tejas, les preguntó a los pacientes si participaban regularmente
en un grupo de apoyo, como por ejemplo asistiendo a una iglesia, y si esa
participación les proporcionaba fuerzas y consuelo. Seis meses después del
tratamiento, los que contestaron que no a ambas preguntas tuvieron siete veces
más probabilidades de morir que los demás. Otro estudio de la Universidad de
Los Ángeles (UCLA) realizado con grupos de apoyo, investigó a personas a
quienes se les practicó una cirugía debido al cáncer melanoma. Después de dicha
cirugía algunas de las personas participaron en grupos de apoyo por seis
semanas, mientras el resto simplemente se fue a su casa. Cinco años después los
investigadores encontraron que entre los que no participaron en ningún grupo de
apoyo hubo tres veces más muertes y dos veces más metástasis que entre los que
lo hicieron. ("Cancer Recovery Today", boletín de la organización
Cancer Recovery Foundation of America.)
Verdaderamente, el amor y el apoyo de otras
personas constituyen una necesidad básica para los enfermos. El no obtenerlos
es dañino; ¡cuánto más dañino será el ofrecerle a
una persona enferma la eutanasia o el suicidio asistido! Los que estamos
gravemente enfermos necesitamos una verdadera compasión, no la falsa compasión
que ofrecen los promotores de la eutanasia y el suicidio asistido. Y aún más
importante es para los enfermos, el amor de sus seres queridos.
Sí, es cierto que solo Dios basta, como dijo Santa Teresa de Jesús. Si tenemos
que continuar nuestro peregrinar totalmente solos, lo hacemos con la fuerza que
Dios nos da. Sin embargo, el amor de otros seres humanos es para nosotros en
momentos difíciles lo que la lluvia para las flores. A ellas las alimenta y las
hace abrirse en toda su belleza. A nosotros también, porque nos alegra el alma
y nos transforma en personas más humanas. Con ello nos hacemos más compasivos y
tenemos aún más fortaleza para enfrentar nuestro dolor.
GENEROSAS AYUDAS
ENFRENTÁNDOME A LA RECUPERACIÓN
Llegó el momento de salir del hospital después del transplante y no tenía quien
me ayudara (vivo sola), ni siquiera pagándole. Había hecho muchas gestiones,
hablado con varias personas pero al final, las dos que me prometieron ayuda me
llamaron para decir que no podían. Desde el principio había confiado en Dios y
le había pedido que si no podía conseguir a nadie, me diera las fuerzas para
poder cuidar de mí misma. De nuevo, Su gracia no se hizo esperar, pues Dios me
dio las fuerzas para cuidarme durante el mes que estuve en casa recuperándome.
Y cada vez que he necesitado algo que no podía resolver por mí misma, Dios me
ha enviado personas para ayudarme. Una amiga y hermana en Cristo, que es
psiquiatra, me ha ayudado mucho espiritual y psicológicamente. No hubiera
podido avanzar tanto en mi recuperación emocional sin su ayuda. Otra buena
amiga a quien quiero como una hermana y un matrimonio de mi parroquia, fueron
también algunos de los hermanos en Cristo que me ayudaron.
UN FUTURO COMPLICADO
EN DIOS CONFIEMOS
Recientemente mi oncólogo me dijo que aunque mi cáncer al fin parece estar en
remisión, se me ha presentado otra grave enfermedad de la sangre llamada
mielodisplasia, debido a la cantidad de quimioterapia que he recibido o como
consecuencia del tipo de cáncer que tengo. La médula de mis huesos no está
produciendo las células (rojas, blancas y plaquetas), que mi cuerpo necesita, y
algunas de las que produce son anormales. Por lo que me quede de vida, tendré
que continuar recibiendo a menudo transfusiones a través de un catéter en la
vena cava y medicinas para estimular la producción de las otras células. De
este modo podré sobrevivir un tiempo más, puesto que no es posible una
curación. Entre otros, me esperan los riesgos de infecciones y hemorragias.
Además el doctor me dijo que tengo un 80% de posibilidades de contraer un tipo
de leucemia.
Sin embargo, no tengo miedo. Por el contrario, mi alma está llena de gozo,
porque hoy Jesús me dio en la misa las gracias extraordinarias que necesitaba
para enfrentar este nuevo sufrimiento. Instantes antes de recibir la sagrada
comunión, vi claramente en la faz de una escultura de Jesús, una sonrisa.
UN ESPECIAL CERCANÍA DE DIOS
QUE FORTALECE
Hay quienes creen que la religión es solo un bastón en el cual las personas se
apoyan cuando se encuentran en circunstancias difíciles de su vida. Piensan que
la fe es una creencia en "algo" intangible
y esto es cierto, pero es mucho más. La realidad es que la verdadera fe, la fe
fructífera, la que crece cada día más si la nutrimos con la oración, la lectura
espiritual y los sacramentos (esto último para aquellos que somos católicos);
no es algo intangible que imaginamos o que nos hemos inventado. Es una relación
íntima y personal con nuestro Creador, que es más real que la luz que vemos y
el aire que respiramos. Nuestro Dios nos ama tanto, que está involucrado hasta
en los más insignificantes acontecimientos de nuestra vida. Está atento a
nuestras más pequeñas necesidades, sabe lo que queremos y necesitamos, y se
apresura a dárnoslo si es para nuestro bien.
A través de toda mi odisea, que continuará cada día hasta que Dios quiera,
nunca he estado sola, pues Jesús siempre está conmigo y me lo demuestra de
diferentes maneras. Y además, he tenido y todavía tengo la inmensa bendición y
la alegría de poder contar con incontables oraciones (inclusive en diferentes
países del mundo), de personas que he conocido por mi labor en defensa de la
vida y la familia. Las cartas, tarjetas y llamadas que he recibido de líderes del
movimiento provida hispano han sido numerosas. A todos los tengo en mi corazón,
y a Dios he ofrecido mis sufrimientos por la labor que realizan estos valientes
hermanos en Cristo en sus respectivos países. Se están enfrentando a grandes
batallas para defender la vida y la familia, los cuales sufren graves ataques
en los países hispanos.
SIEMPRE OTORGA ESPERANZA Y
OPTIMISMO
UN MENSAJE ESPECIAL
Por último, quiero dirigirte un mensaje personal a ti, que estás enfermo(a) de
cáncer o tienes otra enfermedad grave.
De nuestra actitud depende mucho el poder sobrevivir más tiempo. He leído que
aquellos enfermos graves que tienen una actitud positiva, una vida activa y la
voluntad de vivir, sobreviven más tiempo. No dejes que nada perturbe tu paz, te
entristezca o te deprima. Sonríe siempre, pase lo que pase, porque Dios te ama
y cuida de ti. El apóstol san Pablo nos dice: "Alégrense
siempre en el Señor. Repito: ¡Alégrense! Que todos los conozcan a ustedes como
personas bondadosas. El Señor está cerca. No se aflijan por nada, sino
preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también. Así
Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y
esta paz cuidará sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo
Jesús". (Filipenses 4: 4-7) Cuando me olvido momentáneamente de que
todo lo que sucede es para nuestro bien, aún lo que nos hace sufrir, repito
mentalmente las palabras de San Pablo: "Que la
esperanza os tenga alegres, estad firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración."
(Romanos 12:12) La esperanza de poder estar con Cristo algún día me
proporciona gozo espiritual, el cual me ayuda a mantenerme firme en la
tribulación por medio de la oración.
No temas a los sufrimientos. Cuando me diagnosticaron el cáncer y leí sobre las
posibles complicaciones y lo dolorosas que podrían ser en las últimas etapas de
mi enfermedad, sentí un gran temor. No temía a la muerte, sino a los
sufrimientos que podrían acompañarla. Sin embargo, el Señor me llevó a leer una
cita bíblica que me tranquilizó y me recordó que Él estará conmigo hasta el
final, y nada me sucederá que con la ayuda de su gracia no pueda enfrentar. A
través del Salmo 40, "Oración de un
enfermo", Dios me habló: "El Señor
lo sostendrá en el lecho del dolor, calmará los dolores de su enfermedad".
DIOS NO ME HA DEFRAUDADO
Además Dios nos promete: "...Los que confían
en el Señor tendrán siempre nuevas fuerzas y podrán volar como las águilas,
podrán correr sin cansarse y caminar sin fatigarse." (Isaías 40:
31) Y Jesús mismo nos dijo: "No se angustien
ustedes. Crean en Dios y crean también en mí... Les doy mi paz, pero no se la
doy como la dan los que son del mundo. No se angustien ni tengan miedo."
(Juan 14:1, 27) Por último, si unes tus sufrimientos a los de Cristo, aceptándolos
por amor a Dios y ofreciéndoselos a Él, verás sus frutos en la eternidad.
Probablemente el tener que enfrentarte a tu enfermedad y la posibilidad de
morir debido a ella, ya te han enseñado el valor tan grande que tiene la vida,
regalo de Dios. Atesórala, disfrútala en todo lo posible, diles a tus seres
queridos cuánto los amas. Vive cada día como si fuera el último, porque no
sabes cuándo será el día ni la hora. Utiliza sabiamente ese valioso tiempo de
vida que te queda, que es un regalo que Dios te ha dado, para que te prepares
para vivir con Él para siempre. Trata de acercarte más a El cada día por medio
de la oración, la meditación y los sacramentos (si eres católico). Alguien le
preguntó a Santa Ángela de Merici, la fundadora de las Hermanas Ursulinas, qué
consejo le daba para comportarse debidamente. Ella le contestó: "Compórtese cada día como usted deseara haberse
comportado cuando le llegue la hora de morirse y de darle cuenta a Dios."
No temas a la muerte, el mismo Dios que te ama y cuida de ti, te
recibirá en sus amorosos brazos, donde estarás por toda la eternidad. Dile al
Señor de todo corazón: "Yo, Señor, confío en
ti; yo te he dicho: Tú eres mi Dios!, mi vida está en tus manos." (Salmo
31: 14)
Que Dios te bendiga y aumente tu fe, tu paciencia y tu
fortaleza para enfrentar tus sufrimientos.
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