JOSÉ LUIS ORELLA EXPLICA EL ORIGEN DEL ANTICLERICALISMO Y EL ODIO A LA FE EN ESPAÑA
José Luis Orella es el director de la Cátedra CEU
de Historia, Memoria e Identidad.
España es un país de grandes
contrastes, cuna de algunos de los santos más universales, como Santo Domingo de Guzmán, San Ignacio de Loyola o Santa Teresa, pero también ha sido testigo de una de las
persecuciones más sangrientas contra la fe cristiana, dejando miles
de mártires en la Guerra Civil Española. Para entender por qué este odio
irracional a la cruz en un país tan creyente la Revista Misión,
publicación de suscripción gratuita dirigida
a las familias católicas, ha entrevistado al profesor José Luis Orella, director de la Cátedra CEU de
Historia, Memoria e Identidad, y que por su gran interés ofrecemos íntegramente
a continuación:
ESPAÑA,
UN PAÍS DE CONTRASTES
“Los españoles
siempre hemos ido detrás de los curas: con un cirio o con un palo”, reza un
conocido dicho popular. Es el curioso caso de una tierra que esparció la
semilla del Evangelio por el mundo y que a la vez alberga un fuerte sentimiento
anticlerical, que se aprecia en la educación, la cultura y la política. Para
entender por qué se da este fenómeno basta con remontarse al pasado.
“La Iglesia ha
vertebrado nuestra sociedad. No se puede hablar de la historia de España sin la
Iglesia Católica, ni de nuestra cultura. Forma parte de nuestra identidad
nacional. Por eso, el protagonismo tan determinante que tiene
en nuestra manera de ser como españoles favorece esa filia o esa fobia. Y los movimientos políticos que
quieren dar a España una dimensión diferente sólo pueden hacerlo vaciándola de
su contenido”, explica a Misión el profesor José
Luis Orella, director de la Cátedra CEU de Historia, Memoria e Identidad.
Ese vaciado ha desembocado en un
odio a la fe. El primer paso –asegura el historiador– es eliminar la presencia
de la Iglesia en la calle, recluir al catolicismo en las sacristías, como exige
el laicismo. “Una vez que deshumanizas a los
sacerdotes y religiosos, y los conviertes en elementos contrarios a la
sociedad, se favorece una futura eliminación física de los miembros más visibles
de la Iglesia”.
Una de las imágenes
más representativas de la guerra civil española fue el "fusilamiento"
de la imagen de Jesús en el Cerro de los Ángeles a manos de un grupo de
milicianos.
Hay que remontarse al siglo xix
para conocer el origen de este anticlericalismo. La influencia del país se
desplomaba en favor de otros estados europeos y el liberalismo, y mirando a
países como Francia, llegó a la conclusión de que si eliminaba la herencia
católica, España volvería a ser una potencia, descartando que quizá su pasado
glorioso iba unido a su fe.
En 1834, se produjo una de las
primeras matanzas de sacerdotes en Madrid, con el asalto a varios conventos y
el asesinato de 71 monjes. Las desamortizaciones liberales, principalmente la de Mendizábal, propiciaron que las
clases altas que apoyaron al Estado liberal se enriquecieran a costa de los
bienes eclesiásticos.
UNA
IGLESIA FUERTE
Un paso más se dio con los
movimientos revolucionarios. El profesor Orella recuerda que es recurrente
acusar a la Iglesia de no entender los problemas de la sociedad. Pero, en su
opinión, es justo lo contario, “este odio se da
porque la Iglesia sí es sensible a los problemas sociales, y por
eso los anarquistas y los socialistas revolucionarios, de los que surgirá el
comunismo, intentan eliminar a un ‘competidor’”. La Iglesia
proporcionaba una vía diferente de integración, un “catolicismo
social”, con sindicatos y cooperativas católicas que, según Orella, fue
creando “sociedad civil”, algo que los
sindicatos anarquistas o marxistas, que aspiraban a centralizar todo, no podían
permitir, y vieron que la solución pasaba por “eliminar”
a la Iglesia.
EL
EXTERMINIO
Tras la revolución bolchevique y
la Primera Guerra Mundial se produce un cambio trascendental. Se vino abajo la
sociedad liberal y nació la sociedad de masas con el apogeo de los movimientos
totalitarios. Y aquí, advierte el profesor del CEU, “la
Iglesia vuelve a suponer un problema, pues es la gran defensora de la dignidad
de la persona”. Ya no plantean subordinarla al poder
civil, sino eliminarla de forma organizada. Es lo que ocurrió en la ii
República y de forma extrema en la Guerra Civil española (1936-1939),
pues “tras las persecuciones de Nerón nunca
se había visto una eliminación de tantos miles de personas por su fe”.
“Decretaron el
exterminio de la Iglesia no por su falta de compromiso con los desfavorecidos,
sino precisamente por su atención a los pobres”, agrega Orella. Sólo en la retaguardia, en la Guerra Civil fueron asesinados 13 obispos, más de 4.000 sacerdotes, más de 2.300
frailes, casi 300 monjas y varios miles de laicos. Más de 2.000 están ya en los altares.
Cada vez más jóvenes defienden
públicamente su fe en la calle, como los cientos que recorren las calles
céntricas de Madrid durante la noche rezando el Rosario.
OLVIDO
Y PERDÓN
Sin embargo, tras la Guerra no
hubo memoria histórica para la Iglesia. Según este historiador, “se evitó hacer grandes ceremonias, con el objetivo de
olvidar los componentes que pudieran mantener fracturada a la sociedad”. Sobre
esta decisión que se tomó, Orella asegura que por un lado España ganó “unidad social”, pero fracasó en un aspecto que
ahora se ha visto esencial: “No hay una memoria de los
crímenes que se cometieron”.
Este olvido en favor de la
reconciliación ha sido aprovechado en los últimos años por los herederos
ideológicos de los que realizaron estas matanzas anticristianas. La nueva memoria histórica es ejemplo de esta
pretendida superioridad moral, pues olvida los crímenes
contra la Iglesia haciendo una “reinterpretación” del
pasado.
EDUCACIÓN
Y FAMILIA
Esta visión ha asentado las bases
del anticlericalismo actual, que niega la capacidad de la Iglesia de intervenir
en el foro público alzándose moralmente por encima de esta institución
milenaria. Para el profesor de Historia en la Universidad San Pablo CEU, la
Iglesia debe fomentar algo que está en su ADN: mostrar
la verdad. "No podemos olvidar nuestro pasado, igual que los cristianos
primitivos no olvidaban las persecuciones de Diocleciano o Nerón. Estaban en su recuerdo, no para
vengarse, sino porque era semilla de nuevos cristianos”, recalca.
Por ello, anima a la Iglesia a
fomentar el estudio de estos mártires, para “aquilatar la
propia identidad cristiana”,
especialmente en la formación de los católicos, tanto en los catecumenados como
en los colegios católicos.
En una sociedad cada vez “más agresiva y contraria a la fe”, Orella resalta
el papel de la educación, “de ahí los ataques
principales contra los colegios vinculados al humanismo cristiano” por
parte de los sectores más anticlericales.
El historiador tiene claro
que “la educación es la batalla clave para evitar los
discursos de odio y para mantener una sociedad plural de verdad, porque la educación transforma las personas que van a
su vez a transformar la sociedad”. Urge crear una sociedad civil fuerte
con un papel fundamental de las familias cristianas, a las que anima a “ser activas en la formación de los hijos para así cambiar
a esta sociedad”.
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