¿Qué ambiente envuelve mi alma? ¿Qué me asfixia o me exalta? ¿Qué ideas y hechos han sitiado mi corazón?
Por: P. Fernando Pascual | Fuente: Catholic.net
De mil maneras
nos dejamos rodear por burbujas del alma.
Algunas burbujas vienen desde fuera, impuestas por personas o por
acontecimientos. Un accidente, una calumnia, una crisis económica, un problema
en la familia, crean una atmósfera más o menos enrarecida que afecta nuestro
modo de pensar, de sentir, de amar.
Otras burbujas nacen desde uno mismo. Todo lo que hacemos o dejamos de hacer,
lo que pensamos, lo que sentimos, alimenta el aire interior con alegrías o con
tristezas, con esperanzas o con miedos, con amores o con odios.
Por eso vale la pena preguntarnos: ¿cuál es mi
burbuja? ¿Qué ambiente envuelve mi alma? ¿Qué condicionamientos me asfixian o
me exaltan? ¿Qué ideas y que hechos han sitiado mi corazón?
Individuar cuál es mi burbuja sirve para redimensionar hechos e ideas a las que
a veces damos una importancia excesiva que no merecen. También nos permite
descubrir que otros hechos o ideas han quedado marginados, cuando desde ellos
podríamos entrar en burbujas sanas, buenas, positivas.
Es casi imposible vivir sin burbujas. Algunos no son capaces de escoger su
burbuja, porque su psicología está enferma y viven encadenados a mecanismos
mentales que los arrastran, sin casi poderlo evitar, de un sitio a otro.
Otros han escogido burbujas malas, negativas, llenas de oscuridad, que provocan
daños en uno mismo y en quienes viven a su lado. Son burbujas que les llevan a
ver sólo oscuridades, a pensar desde el odio y hacia el odio, a encerrarse en
la avaricia, a sumergirse en la envidia y en el afán por destruir la fama de
otros desde un corazón lleno de rencores malsanos. A pesar de la situación en
la que se encuentran, en esas personas perviven todavía capacidades y energías
interiores suficientes para reconocer sus errores, para acoger la ayuda de
Dios, para cambiar de perspectiva, para abrirse a horizontes y burbujas buenas.
Afortunadamente, hay muchos hombres y mujeres que, desde la ayuda de amigos
buenos, desde pensamientos sanas, desde la acción de Dios en las almas, son
capaces de sumergirse en burbujas positivas. Desde ellas no cerrarán los ojos
ante males reales o ante injusticias que deben ser superadas. Al contrario,
sabrán afrontar la propia vida con un deseo sincero y bueno para pensar en
positivo, para acoger las gracias del cielo, para convertirse en trabajadores
incansables en un mundo que necesita hombres y mujeres de esperanzas.
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