MISA FINAL ANTE 50.000 PERSONAS EN JUBA: EN INGLÉS, LATÍN, ÁRABE, NUER, DINKA...
PARA SER CIUDAD EN LO ALTO, SAL Y LUZ, LOS CRISTIANOS HAN DE MOSTRAR SU
ALEGRÍA, COMO EN LA MISA DEL PAPA EN JUBA
En la mañana de este domingo el
Papa Francisco celebró su misa final en Sudán, ante unas 50.000 personas, que son las que caben en la plaza del Mausoleo John
Garang de Juba. A partir de las
lecturas del día, explicó la simbología bíblica de ser sal de la tierra y luz
del mundo.
Como la sal, los
cristianos pueden cambiarlo todo, desde lo pequeño e invisible, dijo.
"Cuando os asalte la tentación de sentiros insuficientes, haced la prueba
de mirar la sal y sus granitos minúsculos; es un pequeño ingrediente y, una vez puesto en un
plato, desaparece, se disuelve, pero precisamente así es como da sabor a
todo el contenido", explicó.
LLEGADA
A LA PLAZA
El Pontífice empezó el día
despidiéndose del personal de la Nunciatura y agradeciendo la colaboración de
sus benefactores, muy necesaria en este país que figura entre los más pobres
del mundo.
Después se dirigió en automóvil a
la plaza del Mausoleo John Garang, que está a poco más de 2 km. Acudieron a la misa también el Primado anglicano, Justin Welby, y el
Moderador general de la Iglesia de Escocia, Ian Greenshields, que han participado con el Papa en
varios actos durante su visita a Sudán del Sur.
El coche del Papa, con el
Pontífice y el arzobispo de Yuba, Stephen Ameyu Martin Mulla, recorrió la plaza
para saludar a los fieles, algunos llegados de regiones lejanas con
medios precarios.
MISA
EN INGLÉS, CON ÁRABE, LATÍN, NUER, DINKA...
Después de dos días predicando la
reconciliación y la unidad en la diversidad, la misa del último día del Papa en
Sudán debía reflejarlo también en los idiomas usados.
La lengua
principal de la misa fue el inglés, oficial y lengua franca en el país. El Kyrie y el Gloria se cantaron en inglés. El árabe se usó en la primera lectura (Isaías
58, 7-10, "Tu luz se alzará como la aurora"), en el Aleluya ("Yo soy la luz del mundo, dice el Señor"), en
una de las peticiones y en el "Anunciamos tu
muerte, proclamamos tu resurrección".
El Ángelus antes de
la bendición final se rezó en latín. Las
lenguas dinka, nuer, bari y zande quedaron representadas por una petición cada
una. Las tres primeras son lenguas
nilóticas, cada una con al menos 1 millón de hablantes nativos. El zande pertenece a otra familia muy
distinta, con 1 millón de hablantes en Sursudán y otros tantos en República
Democrática del Congo.
Acudieron unas cincuenta mil
personas a la misa del Papa Francisco en Juba.
FRUTOS
DE SANTIDAD Y MARTIRIO DE LA IGLESIA SUDANESA
Durante la colecta, el arzobispo
de Yuba leyó un discurso hablando al Papa de los frutos de algo más de un siglo
de fe católica en el país, recordando al obispo
misionero San Daniel Comboni y a la
religiosa Santa Josefina Bakhita como frutos de esta
iglesia.
Mencionó también sacerdotes "mártires" de
la guerra contra el norte, y también "mártires"
recientes de la actual guerra civil, como la misionera eslovaca Verónica Rackova, baleada en 2016 mientras llevaba un enfermo a un
hospital, o las religiosas del Sagrado Corazón Mary Daniel Abut y Regina Roba
Luate, asesinadas por bandidos en 2021.
LA
SAL SON LAS BIENAVENTURANZAS: CAMBIAN SOCIEDADES
En su homilía el Papa se centró
en las palabras del Evangelio, "vosotros sois la sal de
la tierra, vosotros sois la luz del mundo", con unas enseñanzas que pueden aplicarse a los
sudaneses y a la vida de cualquier cristiano del mundo.
Primero, como San Pablo (1 Co
2,1-2), el Papa expresó su inquietud por hacer presente a Jesucristo, "Dios crucificado por todos nosotros; Jesús,
crucificado en quien sufre; Jesús,
crucificado en la vida de tantos de ustedes, en muchas personas de este país;
Jesús resucitado, vencedor del mal y de la muerte. Vengo a ustedes para
proclamarlo a Él, para confirmarlos en Él, porque el anuncio de Cristo es
anuncio de esperanza".
"Jesús os
conoce y os ama; si permanecemos en Él, no debemos temer,
porque también para nosotros cada cruz se transformará en resurrección, cada
tristeza en esperanza, cada lamento en danza", afirmó el Pontífice.
Sobre la sal, "ingrediente invisible que da gusto a todo", recordó
que es "símbolo de la sabiduría, es decir, de
esa virtud que no se ve, pero que da gusto a la vida y sin la cual la
existencia se vuelve insípida".
Jesús habla de la sal tras
enumerar las Bienaventuranzas. "Comprendemos
entonces que las Bienaventuranzas son la sal de la vida del cristiano; en efecto, llevan a la tierra la
sabiduría del cielo; revolucionan los criterios del mundo y del modo habitual de
pensar".
"Si ponemos en práctica las
Bienaventuranzas, si encarnamos la sabiduría de Cristo, no damos un buen sabor
solamente a nuestra vida, sino también a la sociedad, al país donde
vivimos", añadió.
LA
SAL EN LA BIBLIA: SE USABA EN SACRIFICIOS Y ALIANZAS
Además, en la cultura bíblica la
sal también se usaba en sacrificios. Francisco recordó una cita de Levítico: "Nunca dejarás que falte a tu oblación la sal de la
alianza de tu Dios: sobre todas tus oblaciones deberás ofrecer sal" (Lv
2,13). La sal, como la alianza de Dios con el hombre, es incorruptible,
inviolable y duradera. La sal se intercambiaba a veces como signo de alianza en
pueblos antiguos.
Así, los cristianos, "que somos sal de la tierra, estamos llamados a
testimoniar la alianza con Dios en la alegría, con gratitud, mostrando que somos personas capaces de crear
lazos de amistad, de vivir la fraternidad, de construir buenas relaciones
humanas, para impedir que la corrupción del mal, el morbo de las divisiones, la
suciedad de los negocios ilícitos y la plaga de la injusticia
prevalezcan".
ANTE
EL DESÁNIMO, MIRA LA SAL: PEQUEÑA Y PODEROSA
"Cuando os
asalte la tentación de sentiros insuficientes, haced la prueba de mirar la sal
y sus granitos minúsculos; es un pequeño ingrediente y, una vez
puesto en un plato, desaparece, se disuelve, pero precisamente así es como da
sabor a todo el contenido. Del mismo modo, nosotros cristianos, aun siendo
frágiles y pequeños, aun cuando nuestras fuerzas nos parezcan pocas frente
a la magnitud de los problemas y a la furia ciega de la violencia, podemos dar
un aporte decisivo para cambiar la historia", añadió.
"Jesús desea
que lo hagamos como la sal: una pizca que se disuelve es suficiente para dar un
sabor diferente al conjunto. Entonces no podemos echarnos atrás, porque sin ese
poco, sin nuestro poco, todo pierde gusto. Comencemos
justamente por lo poco, por lo esencial, por aquello que no aparece en los
libros de historia, pero cambia la historia", pidió el Pontífice.
"En el nombre
de Jesús, de sus Bienaventuranzas, depongamos las armas del odio y de la
venganza para empuñar la oración y la caridad; superemos las antipatías y
aversiones que, con el tiempo, se han vuelto crónicas y
amenazan con contraponer las tribus y las etnias; aprendamos a poner sobre las
heridas la sal del perdón, que quema, pero sana. Y, aunque el corazón sangre por los golpes recibidos, renunciemos
de una vez por todas a responder al mal con el mal, y nos sentiremos bien
interiormente; acojámonos y amémonos con sinceridad y generosidad, como Dios
hace con nosotros. Cuidemos el bien que tenemos, ¡no nos dejemos corromper por
el mal!"
"SE
NOS EXIGE BRILLAR, ILUMINAR CON VIDA Y OBRAS"
Sobre el símbolo de la luz,
recordó que Jesús cumple la profecía de Isaías 49, 6: "Yo
te destino a ser la luz de las naciones". También Jesús dice que los discípulos son "luz del mundo". "Eso significa que
nosotros, acogiendo la luz de Cristo, la luz que es Cristo, nos volvemos
luminosos, irradiamos la luz de Dios".
Jesús compara a los cristianos
con "una ciudad puesta en lo alto de un
monte", que no se puede ocultar. El Papa recuerda
que en Galilea varias aldeas "estaban en las
colinas, se las podía ver bien desde lejos".
Así, dijo el Papa, "se nos exige brillar, iluminar, con nuestra vida y
con nuestras obras, la ciudad, las aldeas y los lugares donde vivimos, las
personas que tratamos, las actividades que llevamos adelante. El
Señor nos da la fuerza para ello, la fuerza de ser luz en Él, para todos;
porque todos tienen que poder ver nuestras obras buenas y,
viéndolas —nos recuerda Jesús—, se abrirán con asombro a Dios y le darán
gloria (cf. v. 16). Si
vivimos como hijos y hermanos en la tierra, la gente descubrirá que tiene un
Padre en los cielos".
Y añadió: "Esta tierra, hermosísima y martirizada, necesita la luz que cada
uno de ustedes tiene, o mejor, la luz que cada uno de ustedes es". Finalizó animando a mostrar "que es hermoso y posible vivir la gratuidad,
tener esperanza, construir todos juntos un futuro
reconciliado".
Al final de la misa, tras el rezo
del Ángelus en latín, el Papa regaló un cáliz a la diócesis y después de dar las gracias a todos los
organizadores impartió a los presentes su bendición apostólica.
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