El pasado 15 de octubre, Día Internacional de la Muerte Gestacional y Neonatal, el sacerdote Avelino Revilla, vicario general de la archidiócesis de Madrid, bendijo una tumba muy especial en el cementerio sacramental San Lorenzo y San José.
Se trata de una tumba destinada a
bebés que nacieron sin vida, o fallecieron muy poco después. "Damos gracias a Dios por esta iniciativa que hoy
comienza porque permitirá a tantos bebés concebidos, aunque nacidos sin vida,
poder reposar y esperar la vida eterna a la que todos estamos
llamados", subrayó Avelino Revilla. En el momento de la bendición,
ya descansan en esa tumba los restos de un bebé.
UNA
FUNERARIA PECULIAR
La entidad responsable de esta
tumba es la funeraria católica María
Puerta del Paraíso, que recientemente ha creado una
iniciativa para acompañar a las familias de bebés que mueren. Por el momento
solo opera en la región de Madrid.
María Puerta del Paraíso se
presenta como "una funeraria católica
para bebés fallecidos en fase gestacional". Ofrece un proceso
de acompañamiento en el duelo, "a través de
sencillos gestos, inspirados en la liturgia", que ayudan a los
padres a entregar a su hijo a la misericordia de Dios. "En
este momento, en el que se desvela parte del misterio del salto al
cielo de vuestro hijo desearíamos ayudaros a vivirlo en
familia, junto a la oración de toda la Iglesia".
LA
EXPERIENCIA DE UNOS PADRES JÓVENES
En su número 65, la revista
católica Misión (de suscripción gratuita, se envía en papel
a los hogares) explicó la
historia de Antonio e Isabel, matrimonio joven, ambos de 26
años. Unos meses después de volver de la luna de miel,
supieron que esperaban gemelos, y
se alegraron. Pero después las ecografías revelaron que uno de los gemelos ya había muerto y el otro pronto moriría.
"Al primero lo
perdimos a los tres meses de gestación y el segundo murió a los cuatro", recuerdan. "Hay quien puede pensar que
en tres o cuatro meses no puedes querer a ese niño, pero no es verdad, nosotros
lo sentimos igual que si alguien pierde a un hijo que ya ha nacido”, cuenta Antonio aún emocionado.
En España, el protocolo para
recuperar los bebés fallecidos en fase prenatal es complicado. Si no se dice
nada, los bebés nonatos menores de 22 semanas son tratados como miembros
amputados o tejidos extirpados: se junta todo ese "material
biológico" y se incinera.
Así, esos bebés
fallecidos son invisibles, sólo queda de ellos la ecografía y el recuerdo, y
parece que no se permite el duelo social porque no hay restos. Muchos médicos no entienden o
no saben reaccionar cuando los padres intentan expresar su necesidad de
despedirse del bebé y de reconocerlo como hijo.
En el caso de Antonio e
Isabel, contactaron con Helena Acín, de María Puerta del
Paraíso. "Estábamos
desorientados, pero ella se ocupó de absolutamente todo”, cuenta
Antonio. Helena insistió e insistió al hospital para
conseguir los restos, y mover la documentación necesaria.
Helena preparó los
bebés, los envolvió en lienzos, los metió en dos cajitas de madera de pino, y los llevó a la familia, para
velarlos, con los padres, abuelos y algún familiar más. "Los velamos con nuestros padres por la tarde y nosotros solos
por la noche. Allí estuvimos al lado de nuestros hijos hasta que
amaneció", recuerdan. Luego llegó el
entierro, con misa en la capilla, procesión al columbario y sepultura de los pequeños féretros.
Helena Acín detalla que "normalmente, después de perder el bebé, la madre se
queda en estado de shock durante un tiempo, llega a su casa y allí permanece
sin ganas de salir ni de contárselo a nadie. Además, como en muchas ocasiones el aborto se produce en las primeras semanas, es
algo que aún nadie sabe y lo viven
en silencio”.
EL
PRIMER CASO QUE ACOMPAÑÓ
Helena lamenta que socialmente
parezca que se trate de un duelo no permitido. Ella es laica consagrada en la
Comunidad del Cordero. En una entrevista con
Patricia Navas, en el digital católico Aleteia, explica
cómo se inició en este tema.
"Unos padres
nos llamaron porque había fallecido su hija con 9 semanas de
gestación y querían enterrarla. Pero no sabían cómo
hacerlo. Para nosotros era la primera vez que alguien nos llamaba con una
hija fallecida en fase de gestación. Y aprendimos con ellos", recuerda.
Descubrió, por ejemplo, que sólo
se pueden inscribir bebés fallecidos a partir de cierta semana y "en un libro que se llama 'Legajo de criaturas
abortivas'. Solo escuchar esa palabra se te remueve el
estómago", lamenta. Y los amigos no pueden ayudar a los padres
entristecidos, porque quizá ni les dijeron aún el embarazo.
Helena invita a los padres en
duelo a poner nombre a su hijo, a pasar un tiempo con él, velarlo ante los
restos si se consiguen. "Les damos un pequeño
cuadernito para velar a su hijo, si quieren en su domicilio con una oración
inspirada en la Navidad. Les facilitamos enterrarlo". Esta es la
función de la tumba bendecida por el vicario de Madrid.
Helena señala lo específico de
estos ritos. "No hay féretros de estos tamaños, las
sepulturas son para adultos, los coches funerarios son inmensos… Es como si
buscas ropa para tu bebé de meses y solo encuentras ropa para niños de un año.
Todo queda un poco desproporcionado, no está ajustado. Nosotros hemos adaptado
todo a esta realidad de los bebés tan pequeños".
Y hay que cambiar la mentalidad. "Los padres sienten: «¡Es mi hijo, lo quiero
enterrar!». Pero la respuesta que encuentran es: «¿Para qué? Es un resto
humano». Y si quieren poner su nombre y apellidos a su hijo y que
conste así en el registro civil, se encuentran con que no tienen derecho a eso. Cuando
se te muere un hijo antes de nacer es un momento difícil en que necesitas
acogida y acompañamiento y lo que encuentras es un territorio
hostil", lamenta Helena.
En concreto, en España, según la
ley, "cuando un niño nace en un hospital, es
necesaria una funeraria para recoger el cuerpo y poder enterrarlo o
incinerarlo".
Helena empezó a realizar esta
tarea en 2020 y dice que "en este
tiempo no me he encontrado con nada parecido y no soy consciente de que exista. Si llamas a una funeraria, hará el servicio funerario.
Pero es difícil que esté adaptado a la realidad tan pequeña de este niño. Y que
incluya el acompañamiento a los padres para acoger al hijo y entregarlo en
manos del Padre, con gestos sencillos inspirados en la liturgia".
LA
ESPIRITUALIDAD DE LA NAVIDAD EN LA MUERTE
Atendiendo a aquella primera
familia, después de enterrar aquel primer bebé, Helena acudió a una iglesia a
la misa de la Virgen del Carmen con las Hermanitas del Cordero. Sin que nadie
lo preparara, en la liturgia se cantó -en pleno verano- un canto de Navidad que decía:
«En las grietas de la
roca encontré el amor de mi alma, un niño recién nacido como sepultado en un
sepulcro Virgen, su
rostro irradiaba la divina ternura del Padre»
Ella sintió que había una
enseñanza ahí, una invitación a que los padres vivan "el
nacimiento del hijo al Cielo como María y José vivieron el Nacimiento de Jesús: desde el primer minuto sabían que ese hijo no era
propiamente suyo sino Hijo del Padre, llamado a una vida de intimidad con Dios.
Por eso en muchos iconos de Navidad se representa al
Niño Jesús enfajadito en un pesebre que parece un féretro".
En un icono clásico de
la Navidad, el Niño enfajado es una prefiguración de su mortalidad, su futura
muerte.
Señala además la belleza de los gestos físicos en
la liturgia.
"Cuando los padres
depositan a su hijo en una sepultura o en un columbario (si se incinera), no es
solo un gesto exterior físico, sino que tiene el sentido de entregarlo en
manos del Padre. Todos
los padres están llamados a acompañar a sus hijos en su camino hacia Dios, pero
en estos padres es evidente porque su hijo ya se ha ido al Padre", añade. "Ser padre es acoger a tu
hijo sin poseerlo, acompañándolo en
su vocación, que siempre te va a sorprender".
Considera que también
la Iglesia tiene que dar pasos litúrgicos al respecto.
"No
existe un ritual específico para los niños que fallecen en el seno materno.
Existe uno para niños no bautizados pero no se ajusta totalmente", comenta Helena.
Hay palabras poderosas que se
pueden recitar. Por ejemplo: "tú eres mi
hijo amado", las palabras del Padre al Hijo Unigénito... pero también a
cada uno de nosotros, hijos por adopción.
"Esto no
contradice lo que viven, no es discordante. En la liturgia hay espacio para
expresar el dolor, la alegría, la ira, la angustia; se pone palabras.
Y es importante que haya tiempo para eso, que se acoja, que se grite a alguien,
que puede ser a Dios o a quien te está acompañando. Y que experimentes la
ternura. Porque si no, todo eso queda enquistado dentro, porque
socialmente no estás autorizado a formularlo".
Además, si los padres viven
juntos esta experiencia, su relación de pareja
probablemente ganará fortaleza. "En la alegría, y en la tristeza, en la salud, y en la enfermedad..."
No hay comentarios:
Publicar un comentario