Después de cada Domingo de Ramos viene el Jueves Santo, y el gallo también cantará tres veces para ti.
Por: María Susana Ratero | Fuente: Catholic.net
¿Sabes, María...? El
lunes empezamos la Semana Santa, mañana es domingo de Ramos. Por misericordia
de Dios, este año he tomado mayor conciencia de del sentido de estos días en mi
propia vida, por un exquisito detalle de amor de mi Señor he aprendido a ver,
en mi propio dolor, no una ausencia de Dios, sino una presencia real de su
amor, dándome, en cada momento difícil, la oportunidad de transitar con Él mi
propio camino de Salvación… por eso quiero
acercarme hoy a ti, maestra del alma, para que, como mi madre que eres, me
tomes de la mano y me muestres el camino hacia tu Hijo.
- El camino hacia mi Hijo, el único camino que vale
la pena transitar… Mi alma quisiera que todos anhelaran ese camino… pero. No
importa, no hablaremos de eso ahora, ven vamos a Jerusalén, que la gente ya se
está acercando a Jesús y nos costará trabajo abrirnos paso entre la multitud…
Y te sigo... ¿Qué otra cosa puedo hacer? Si
seguirte termina siendo siempre luz para el corazón, paz para el alma.
Tal como lo dijiste, la gran multitud que había venido para la fiesta de la
Pascua se enteró de que Jesús se dirigía a Jerusalén… llegamos justo cuando Jesús estaba montando un asno para
entrar a la ciudad, la gente se apretujaba por acercársele, muchos habían visto
la resurrección de Lázaro y daban testimonio… nos acercamos, vimos a las
mujeres de Galilea, silenciosas, que le seguían a Él por donde fuera, tú, Madre
querida, te acercaste para verlo sin que Él lo notara, tenías ganas de abrazarle, de cuidarle, de atenderle como cuando
era pequeño. Le nombraste Jesús, amor de mi alma
Fue apenas un susurro en el griterío de la gente, apenas si yo, que estaba
pegadita a vos, lo oí con dificultad. Pero el alma de tu Hijo te oyó, giró la
cabeza y sus ojos purísimos y mansos se encontraron con los tuyos, fue una
mirada larga, llena de palabras que iban de corazón a corazón. Por un instante
sé que estuvieron en ese lugar sólo ustedes dos, miles de ángeles inclinaron la
cabeza con respeto, fue una mirada de amor profundo, de entrega sin límites a
la Voluntad del Padre, una mirada de despedida.
Luego Él se volvió a las gentes, el tosco animal inició su marcha triunfal,
mientras el pueblo extendía sus mantos como improvisada alfombra real… las
ramas de olivos, arrancadas por cientos de manos, fueron verdes pañuelos que
saludaban al Mesías, claro, que en ese momento nadie pensaba que los verdes
pañuelos hoy serían ramas marchitas en pocos días, que se quemarían con el
fuego de la indiferencia o el abandono. Al llegar a la pendiente del monte de
los Olivos, comenzamos a escuchar de mil gargantas... "¡Bendito el que viene en
nombre del Señor! ¡Paz en el Cielo y Gloria en las Alturas!"
Tú y yo, María, caminábamos entre las gentes, nadie te reconocía, nadie veía en
ti a la mujer por cuyo sí hoy tenían ellos a quien aclamar.
- Mucha gente - dijiste con tristeza-
mucha gente hoy, como en la multiplicación de
los panes o en el sermón de la barca, todos le dejarán solo en pocos días…
- Señora - y sentí vergüenza por mí, ya
que muchas veces yo le había saludado desde mi Monte de los Olivos y le había
dejado solo después- cuanto nos ama tu Hijo, cuánto.
- Mi corazón puede sentir la angustia del suyo, hija
mía, al mirarle, hace un momento, note una mirada triste, aunque no arrepentida
de su decisión, angustiada, mas no por Él sino por toda esta gente, solitaria,
porque su alma sabía que este bullicio es pasajero, decidida, porque mi Hijo
vino para hacer la Voluntad del Padre, valiente, porque sabía que aún faltaba la lucha final
y estaba determinado a vencer pues su victoria es nuestra única esperanza. Una
mirada en paz, con la tranquilidad profunda de la verdadera libertad que es
hacer lo que debe hacerse, aquello para lo que cada ser fue concebido desde el
principio de los tiempos.
- Señora ¿Iras a la casa donde se hospedará Él?, es
que así le tendrás más cerca.
- No, yo estaré cerca, Él sabe que estoy, mas debo
dejarle en libertad, Él debe cumplir su misión hasta el final… y ambas sabemos
la clase de final.
- ¿Qué siente tu corazón ahora, Madre querida? Perdona
la torpeza de la pregunta, pero... Es admirable como estas de pié, en silencio,
sin gritos, aun en medio del dolor te mantienes
serena. ¿De dónde sacas fuerza,
Señora?
- Pues del mismo por quien sufro, amiga mía. Verás,
cuando el ángel me anunció que sería la madre del Mesías, yo sentí que aceptar
era como dar un gran salto al vacío, pero sabía que más vacía quedaría si me negaba.
Desde ese momento hasta hoy he pasado por muchísimas circunstancias que me han
ido enseñando quien es en realidad este Hijo mío, que es mío pero no me
pertenece, aprendí que ser su mamá era sólo ser un puente, que mi
"sí" unía su decisión de salvar la humanidad con la humanidad misma,
pero nada más, no me asistía el derecho de anteponer mis sentimientos a su
misión salvadora, debía aprender el valor de la renuncia, debía aprender que,
la única manera de estar junto a Él era estar desde lejos.
- Señora ¿Qué debe aprender mi alma de este día?
- Debe aprender que es fácil reconocerle y amarle
cuando todo marcha bien, que no es gran mérito aclamar su nombre cuando todos
lo hacen y "queda bien" debes recordar que, después de cada Domingo
de Ramos viene el Jueves Santo, y el gallo también cantará tres veces para ti.
- ¿Qué hacer, entonces?
- Seguirlo siempre, aun en medio de tu propio dolor,
ver que te espera detrás del sufrimiento, que no te deja sola, que está
contigo, sobre todo cuando tú crees que está lejos. Recuerda siempre que Él te amó tanto
que padeció todo esto por ti, para que tuvieses vida eterna.
Seguimos a Jesús hasta que llegó a la ciudad, luego Él fue al Templo, María quedó contemplándole desde lejos. Antes de entrar al recinto
Jesús la miró desde lo profundo del alma, su mirada era... indescriptible, una
extraña mezcla de amor, tristeza, paciencia y soledad. En pocos días todo
habría terminado y, al mismo tiempo, todo habría comenzado...
- Hija querida- dijiste mientras me
abrazabas con ternura- espero que tu corazón haya
aprendido, haya crecido, haya conocido de cuanto es capaz el amor de Dios...
aunque, hija mía... la verdadera dimensión de ese amor no puede ser comprendida
en este mundo...
- Gracias, Señora mía, por este tiempo que nos dedicas a tus hijos....
gracias....
Y te fuiste... te fuiste y te quedaste al mismo tiempo.... como dice la
Escritura, nadie puede separarnos del amor de Cristo... y, por consiguiente,
Señora mía, tampoco nadie puede separarnos de tu amor....
Amigo, amiga que lees estas líneas... ten un Domingo de Ramos acompañado de
María
NOTA:
Estos relatos sobre María Santísima han nacido
en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en
lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de
revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de
"Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden
exclusivamente a la imaginación de la autora, sin intervención sobrenatural
alguna.
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