El tiempo de Adviento, que hoy de nuevo comenzamos, nos devuelve el horizonte de la esperanza, una esperanza que no decepciona porque está fundada en la Palabra de Dios.
Una
esperanza que no decepciona, sencillamente porque el Señor no decepciona jamás. ¡Él es fiel!, ¡Él no decepciona! ¡Pensemos y sintamos esta
belleza!
El modelo
de esta actitud espiritual, de este modo de ser y de caminar en la vida, es la
Virgen María. Una sencilla muchacha de pueblo, que lleva en el corazón toda la
esperanza de Dios. En su seno, la esperanza de Dios se hizo carne, se hizo
hombre, se hizo historia: Jesucristo.
Su Magníficat es el cántico del Pueblo de Dios en camino, y de todos los hombres y mujeres que esperan en Dios, en el poder de su misericordia.
Dejémonos guiar
por Ella, que es madre, es mamá, y sabe cómo guiarnos. Dejémonos guiar por Ella
en este tiempo de espera y de vigilancia activa.
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