Hoy es Sábado Santo y es un día de espera. Jesús se encuentra en el sepulcro y es María quien acompaña a la Iglesia.
María es la madre de la paciente espera, aunque está dolida por la
muerte de su hijo. Ella fue la única que mantuvo viva la llama de la fe cuando
Cristo fue sepultado.
Según el P. Paniagua en una reflexión sobre el Sábado Santo, muchos de
los seguidores de Jesús se desilusionaron porque creían que él iba a ser el Gran Mesías
de Israel.
Ellos esperaban a un guerrero que los liberara del dominio romano con
puño de hierro y un ejército numeroso. Sin embargo, cuando vieron que Cristo se
dejó crucificar y murió, quedaron tristes y desilusionados. “Jesús fracasó, volvamos a nuestras tareas ordinarias”, dijeron
los discípulos de Emaús. También los apóstoles estaban con miedo, y se
mantenían escondidos.
Incluso las mujeres que estuvieron al pie de la Cruz, van a embalsamar
el cuerpo del Señor porque ya lo consideran como a un muerto. Ellas no habían
creído en la resurrección de Cristo, y cuando encontraron el sepulcro vacío se
llenaron de terror. Y no entienden por qué no está el cuerpo de Jesús y
comienzan a dudar de lo que él les había dicho sobre la resurrección. Al
aparecerse el ángel, una de ellas le pregunta: ¿
Adónde se han llevado al Señor? Sólo cuando Cristo se les aparece,
creen.
María, en cambio, no fue al sepulcro porque había acogido la palabra de
Dios en su corazón. Y por ser una mujer de fe profunda, había creído. Por lo
tanto, ella no estaba desilusionada, ni asustada, ni desconfiaba. Sino que
espera plenamente en la resurrección de su hijo.
Pese de haber visto todo el dolor del día anterior, su fe y su esperanza
son mucho más grandes aún. Se mantuvo firme al pie de la cruz, aunque
profundamente dolida. En esos momentos lo único que la sostuvo fue la fe. Y
también la esperanza de que se cumplirían las promesas de Dios.
Redacción ACI Prensa
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