La infidelidad en el matrimonio… un tema tan delicado y tan necesario de tocar. Cuando terminé de ver el video que les comparto más adelante, no me quedó muy claro qué postura tomar. ¿Estoy de acuerdo o no?
Si bien encuentro que ninguna de las cosas que dice el video es mentira, en el conjunto hay
algo que no me cierra. Como si hubiera un alerta
inconsciente que me dijera: «está bien, pero está mal».
Como la lógica me indica que
no hay nada que pueda ser y no ser al mismo tiempo y bajo el mismo respecto, traté
de definir dónde estaba el error, entonces me propuse ir identificando dónde
están las verdades, para ver si el error se deja ver por sí mismo.
Y además, le pedí al Espíritu
Santo que me iluminara, porque no parecía ser cosa sencilla. Y esto que te
comparto ahora fue lo que pude reflexionar:
1. Es verdad: los humanos somos todos muy
diferentes, especialmente si comparamos hombre y mujer y llegamos al matrimonio
con expectativas diferentes. Eso puede llegar a generar conflictos.
2. Es cierto, necesitamos distintas dosis de cercanía/lejanía. No sé si lo
llamaría así, más bien sería distintos niveles de intimidad.
Si esas
necesidades no son satisfechas, o quedan desatendidas, como dice el video, podría llegar a generar
sensaciones de abandono o ahogo, dependiendo el caso.
3. Es cierto, el diálogo y la comunicación son buenas herramientas para
atajar el problema a tiempo y contribuyen al bienestar de la pareja.
En este tipo de «desigualdades» es importante expresar nuestros
puntos de vista y compartir nuestros sentimientos.
Y ALLÍ FUE DONDE ENTENDÍ CUÁL ERA EL PROBLEMA
Si bien el video dice
verdades, y verdades muy reales y concretas sobre la relación de
pareja, es el conjunto el que falla.
Es como si en el conjunto
dijera: «no prestar atención a estas situaciones va a llevar
necesariamente a la infidelidad».
Y me acordé de un cuento de
Julio Cortázar, «Los Posatigres» donde
una familia de locos compran un tigre vivo para hacer escenografías. Dice
Cortázar:
«Posar el tigre
no es demasiado difícil, aunque puede ocurrir que la operación fracase y haya
que repetirla. La verdadera dificultad empieza en el momento en que ya posado,
el tigre recobra la libertad y opta –de múltiples maneras posibles– por
ejercitarla».
REDUCCIONISMO DE LA CONDUCTA HUMANA
El problema de este video
radica en un reduccionismo de la conducta humana. Este reduccionismo se llama «psicologismo», que consiste en la reducción de la
realidad humana a solo aspectos psicológicos.
Como
si la libertad humana, el libre albedrío no tuviera nada que ver en el asunto.
No somos máquinas, tenemos
capacidad de razonar, y además tenemos el auxilio de la gracia sacramental del
matrimonio para no cometer semejante tontería.
Como el tigre del cuento,
tenemos que optar —de múltiples maneras posibles— por ejercitar la libertad.
Pero hay un equívoco con la palabra «libertad», se cree
muchas veces que quiere decir «hacer lo que a uno
le plazca».
La libertad es solamente un «poder moverse», lo que determina la bondad o maldad del acto
es el uso de esa libertad.
Si yo le doy libertad a mi
hijo para que «si él quiere» tome alcohol desde temprana edad, no lo estoy
haciendo libre. Probablemente le genere una esclavitud del alcohol.
LA LIBERTAD COBRA SENTIDO CUANDO TIENE UN PARA QUÉ
ASOCIADO
El Catecismo de la Iglesia
dice en el número 1733:
«En la
medida en que el hombre hace más el bien, se va haciendo también más libre. No hay
verdadera libertad sino en el servicio del bien y de la justicia.
La elección de
la desobediencia y del mal es un abuso de la libertad y conduce a la esclavitud
del pecado».
El video, entonces, dice
verdades, pero no dice la verdad. Con el auxilio de la gracia, y actuando
libremente, deberíamos sobrellevar estos «desacuerdos»
en materia de intimidad de forma que podamos resolverlos.
El autor del video parece
decir «si no consigues lo que quieres en tu
matrimonio, puedes ir a buscarlo afuera». El Papa Francisco lo explica
mejor en la exhortación apostólica «Amoris Laetitia»:
«En el fondo,
hoy es fácil confundir la genuina libertad con la idea de que cada uno juzga
como le parece, como si más allá de los individuos no hubiera verdades,
valores, principios que nos orienten, como si todo fuera igual y cualquier cosa
debiera permitirse.
En ese contexto,
el ideal matrimonial, con un compromiso de exclusividad y de estabilidad,
termina siendo arrasado por las conveniencias circunstanciales o por los
caprichos de la sensibilidad.
Se teme la
soledad, se desea un espacio de protección y de fidelidad, pero al mismo tiempo
crece el temor a ser atrapado por una relación que pueda postergar el logro de
las aspiraciones personales».
LAS RELACIONES BASADAS EN EL EGOÍSMO, NO TIENEN UN
BUEN FINAL
Aquellas relaciones en que uno
«tiene derecho a ser feliz» terminan muchas
veces en catástrofe. Las relaciones basadas en dar a nuestro cónyuge lo que
él/ella necesita, llevan a la plenitud.
«Hay
más felicidad en dar que en recibir» (Hch 20, 35). Los seres humanos somos cambiantes, y tenemos épocas en
las que necesitamos más cercanía, y épocas en las que necesitamos más
distancia.
De todos modos nada garantiza
que la receta de «adecuada cercanía y lejanía», aun cuando sea posible
detectarla milimétrica para cada uno de los cónyuges, vaya a garantizar que el
matrimonio esté blindado contra infidelidades. Existe el pecado original, que
nos hace elegir el mal aun cuando deseamos el bien.
Lo
que realmente blinda a un matrimonio contra la infidelidad es la oración común,
la frecuencia de los sacramentos y el reconocernos pecadores que constantemente necesitamos el auxilio de la gracia para no hacer
malas elecciones.
Allí está la explicación de las
palabras de Cristo que «por la dureza del corazón
de los judíos» se les había permitido el divorcio y la poligamia.
Ahora, con el auxilio de la
gracia sacramental, el matrimonio dejó de ser un «contrato natural» para
convertirse en un medio de santificación, una fuente de gracia.
PARA REVISAR EN NUESTRO MATRIMONIO, PODRÍAMOS
PREGUNTARNOS:
¿Soy consciente
de las necesidades de intimidad de mi cónyuge?, ¿lo ayudo en su santificación?,
¿hacemos oración común?, ¿tenemos intimidad con Dios?, ¿frecuentamos la
reconciliación y la Eucaristía?
Escrito por Andrés D' Angelo
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