Durante toda mi vida, unos siglos sobre los que, he sabido poquísimo era sobre la época helenística. Con la escritura de mi novela sobre san Pablo —en un mes, será dada a la imprenta—, sí que tuve que leer mucho para comprender el ámbito geográfico oriental del apóstol.
Durante
la redacción de mi novela, sí que, por fin, entendí el nuevo mundo que nació
después de Alejandro Magno. Comprendí lo que era vivir en ese mundo y los
esquemas y la mentalidad de los habitantes de ese mundo. Durante la última
semana, he escuchado tres formidables conferencias del profesor Adolfo
Domínguez Monedero.
Hay que
entender el helenismo para saber cuál fue el marco griego en el que predicó
Pablo. Es curioso que casi todos los conferenciantes acerca del apóstol se
centran en el mundo judío-palestinense y la mentalidad judía en torno al Templo
para explicar a Pablo. Y bien está eso, pero se suele obviar esta otra
dimensión helenística del judío mediterráneo que fue Saulo de Tarso. Pablo hará
mucho incapié en su judaicidad. Pero se defiende tanto, precisamente, porque
era un helenista.
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Hoy,
después de comer, iré al dentista. Ojalá que los dientes crecieran solos si se
cayeran, como el pelo o las uñas. Seguro que si no lo hacen, hay una buena
razón.
Cuando
uno tiene dieciocho años, uno se pregunta por qué el hombre no tiene alas. A
los cincuenta, uno se conforma con tener dientes.
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He
escuchado dos conferencias en los últimos días. Una sobre viajeros-exploradores
de la Antigüedad clásica y otro sobre mapas medievales. De esta última, he
descubierto los mil detalles del Mapamundi de Hereford. En esta web, podéis
pasearos por esa carta geográfica:
https://www.themappamundi.co.uk/mappa-mundi/
P. FORTEA
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