En las últimas
semanas los profesionales de la salud se han convertido en una noticia muy
popular en las redes sociales, en la prensa y en general en los medios de
comunicación. Los médicos son realzados como unos de los protagonistas de lo
que está siendo a nivel mundial esta pandemia del coronavirus.
Algunos resaltan su labor heroica,
su entrega y sacrificio para atender la magnitud de enfermos. Para lidiar con
la escasez de recursos, exponerse al riesgo de ser contagiados, y asumir retos
como trabajar horas extras o enfrentar situaciones que aunque son propias de la
profesión, para algunos no suele ser lo más habitual.
Situaciones como la alta carga
de sufrimiento de los enfermos (no solo en lo físico, sino también en lo
emocional, viven en la angustia y el temor), acoger las necesidades y
preocupaciones de los familiares, acompañar en no pocos casos el final de la
vida y presenciar la muerte de sus pacientes.
Son muchos los escenarios que
traen una crisis y un cambio de paradigmas en la rutina de nosotros los médicos
en estos días. Y yo me pregunto ¿cómo hacer para seguir
adelante con todo lo que implica nuestra profesión incluso ante tantos
desafíos?
El video que te compartimos
hoy es del medio «La Jornada» y nos muestra
imágenes muy fuertes de lo que tienen que vivir muchos médicos en el hospital Juárez de México. Esta es la misma situación que enfrentan millones
de médicos hoy al rededor del mundo, todos terminando cada jornada agotados,
tanto física como emocional, mental y espiritualmente.
LOS MÉDICOS NO DEBEMOS OLVIDAR LA ESENCIA DE
NUESTRA IDENTIDAD Y VOCACIÓN
«El más hondo
fundamento de la medicina es el amor… Si nuestro amor es grande, grande será el
fruto que de él obtenga la medicina. Y si es menguado, menguados también serán
nuestros frutos. Pues el amor es el que nos hace aprender el arte, y fuera de
él, no nacerá ningún médico». (Paracelso)
Varias circunstancias actuales
pueden poner una barrera muy alta para mantenerse firme en las convicciones y
en el propósito de hacer el mayor bien a los enfermos desde la profesión
médica. Incluso pensar en la posibilidad de seguir las enseñanzas de Paracelso,
unos de los padres de la medicina, se ve muy lejana.
Y es que si bien el deseo de
servir, de no hacer daño, de entregarnos a pesar de no estar cómodos y seguros
sostienen también hoy nuestro quehacer; también experimentamos con
mucha fuerza nuestra condición frágil y vulnerable.
TAMBIÉN NOSOTROS SUFRIMOS, NOS CANSAMOS Y SENTIMOS
MIEDO
Me ha conmovido muchísimo
percibir el cansancio de muchos colegas, por la carga alta de trabajo, incluso
algunos que han desistido de seguir sus labores porque las condiciones
sanitarias no son favorables para ellos y les trae un alto riesgo de su propia
seguridad y salud.
He leído también noticias de
otros que ante la experiencia de tanto sufrimiento han sido afectados no solo
emocional sino mentalmente. Acentuándose la depresión, la ansiedad, el burnout,
incluso hay quienes sin encontrar más salidas han decidido quitarse la vida.
Y esto es muy triste e
inquietante, pues si son los profesionales de la salud, los que deben estar
como se dice tanto últimamente «en primera línea» de
esta batalla, ¿qué esperanzas hay entonces?, ¿si
nuestros guerreros y héroes desisten, de quien dependerá?
A mí como médico me ha hecho
pensar en lo importante que es que en medio de tanta penumbra pueda brillar la
esencia y lo fundamental de nuestra identidad como médicos. Creo que el título
de héroes que nos dan los demás o que nos autoimponemos tiene el riesgo de
hacernos pensar que no podemos caer (estamos acostumbrados a la figura de
héroes de ficción).
Que no podemos sentirnos
cansados, ni con incertidumbre y temores, que no podemos equivocarnos. Además
nos hace perder de vista aquello que sí somos: seres humanos, esta es nuestra
identidad, ser personas comunes, corrientes, con capacidad enorme de ciencia y
de amor. Capaces de darnos, de hacer el bien, pero también
con debilidades como cualquiera.
LA PERSEVERANCIA MÁS FUERTE QUE NUNCA
Pienso que nuestro heroísmo
será más contundente, si a pesar de nuestra vulnerabilidad perseveramos en la
esencia de nuestra vocación médica, que como dice el autor citado, es el amor.
Es un reto y para algunos casi utópico; más no creo que sea imposible:
perseverar en el amor y en el sacrificio a pesar de las adversidades.
Algo
que puede enriquecer nuestra identidad será el aprender de lo que nos muestra
la identidad cristiana. Las enseñanzas del Señor
Jesús, quien nos invita a un amor grande, que implica renuncia, donación,
magnanimidad. Que nos muestra que es posible compaginar la grandeza con la
pequeñez, sólo posible cuando con humildad reconocemos que no somos
autosuficientes o que nos bastamos solos.
Que necesitamos ponernos en
manos de Alguien más grande, capaz de todo. Es una gran lección que se tiene
cuando se topa la limitación humana: reconocernos necesitados y
dependientes de Aquel que es fuente de amor y de sabiduría.
FIRMES EN LA MISIÓN DE AMAR Y SERVIR
«Curar con
frecuencia; aliviar siempre; consolar aliviando no pocas veces. Consolar
acompañando, en todo caso…allá donde no puede llegar la técnica debe llegar la
misericordia». (Pedro Laín
Entralgo)
Uno de los aspectos que puede
resultar más devastador para un médico es la muerte de
unos de sus pacientes. Pienso
en cómo han de sentirse aquellos que han acompañado gran cantidad de enfermos
por coronavirus que finalmente han muerto.
Sintiendo que no podían hacer
nada al respecto, sintiéndose sobrepasados en su capacidad científica y
profesional y así también humana. Sin tener herramientas suficientes para
acompañar cada caso, cada familia, sin mucho tiempo para asumirlo y hacer su
propio duelo, porque hay que seguir atendiendo a los enfermos aún con vida.
AL SER MÉDICOS, NOS ENCONTRAMOS CARA A CARA CON LA
MUERTE
Palpar
de cerca la muerte siempre traerá muchos interrogantes sobre la propia vida. Aspectos
que requieren reflexión y tiempo y que pienso que como todo ha sido tan rápido
y tan desbordante, no ha habido ni posibilidad de hacerlo con mucha
profundidad.
Es difícil simplemente actuar
en automático y seguir adelante, sin que el corazón no se te estremezca por el
dolor y el sufrimiento ajeno y también el propio. Es muy angustiante además
porque cómo médicos solemos pensar en que con nuestra profesión podremos curar
y salvar de la muerte a muchos. Sin embargo, la muerte es una
realidad natural que nos ofrece un desafío y que nos
invita a reconocer nuestro lugar en esta misión.
Estas palabras que cito de
Laín Entralgo, médico español, son muy sabias y renovadoras y nos ofrecen
esperanza en la misión médica. Ciertamente la
muerte no será el fin y tampoco es la enemiga de nuestra labor. El no poder curar o resolver una enfermedad no
deberá ser motivo de frustración frente a todo lo que sí podemos hacer, tan
valioso por ejemplo el ofrecer consuelo, compañía, amor y compasión.
En este sentido frente a un
panorama que a veces parece tan desolador, que pudiera frustrar a muchos
médicos en no tener respuestas ni solución, es importante volver la mirada a lo
que hace de nuestra misión algo muy valioso. Un servicio
sostenido por la fuerza de la bondad, de la nobleza, de querer en todo darnos y
servir.
Inspirados por el ejemplo del
buen samaritano, que ante todo nos muestra que el valor está en no ser indiferentes, en dar lo que podamos para
aliviar, para consolar, para mitigar un poco el dolor y el sufrimiento de nuestro
hermano herido y enfermo.
UN FAVOR PERSONAL
Finalmente, quiero pedirte a
ti que lees este artículo un favor muy especial, desde el fondo de mi corazón: No olvides que como médicos, somos personas, seres
humanos comunes como cualquiera, con fortalezas y debilidades, que esperamos
dar lo mejor. Que queremos el bien de los que sufren, que queremos poner
nuestra ciencia y nuestro corazón en este asunto.
Queremos construir, pero en
este camino arduo también nos encontramos con nuestra vulnerabilidad. Nos duele
ver tanto sufrimiento, aunque no es algo nuevo en nuestra profesión, nunca nos
acostumbraremos y esperamos no hacerlo para así no caer en la indiferencia. Nos cansamos, nos caemos, sufrimos, también sentimos miedo…
Hoy más que nunca queremos
mantener firmeza en nuestra identidad y vocación. Amar y servir, curar cuando
esté en nuestras manos y cuando no sea posible, haremos lo que esté en nuestras
posibilidades para cuidar y para consolar.
¡No
nos abandones hoy ni nunca! ¡Danos tu apoyo y comprensión! Esperamos que cuando nos
cansemos podamos recibir tu voz de aliento, que cuando nos sintamos muy
necesitados encontremos tu mano solidaria y especialmente cuando la soledad y
la desesperanza llegue a nuestra vida, podamos sentirnos acompañados siempre
con tu oración, con la certeza que nos confías al cuidado del buen Dios en tus
plegarias.
¡Gracias y que Dios
siempre te bendiga!
Escrito por Alvaro Díaz
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