ESCRIBE UNA CARTA POR EL CENTENARIO DE SU
NACIMIENTO, QUE SE CELEBRA ESTE 18 DE MAYO
Este
lunes 18 de mayo se cumple el centenario del nacimiento de San Juan Pablo II, el Papa que marcó el último tercio del
siglo XX e introdujo a la Iglesia Católica en el tercer milenio. Para
conmemorar esta fiesta Benedicto XVI,
su gran y leal colaborador durante casi un cuarto de siglo, ha querido escribir
una carta a los obispos polacos sobre el Pontífice santo.
Wojtyla
accedió al pontificado en un momento de gran tensión en el mundo, en plena Guerra Fría, llegando él mismo de la Polonia ocupada por la
Unión Soviética. Pero también la Iglesia vivía momentos de gran
incertidumbre con los problemas de la aplicación del Concilio Vaticano II y el auge de la Teología de la Liberación.
EL
AMOR Y LEALTAD A JUAN PABLO II
Benedicto
XVI, que fue nombrado en 1981 prefecto de la Congregación para la Doctrina de
la Fe por San Juan Pablo II, ejerció esta importante misión
hasta la misma muerte del Papa en 2005. Y posteriormente ocupó su silla como
sucesor de San Pedro. Conocía muy bien al Papa polaco, y quería
enormemente a este santo que tanto esfuerzo dedicó a la evangelización.
En la
carta, el Papa emérito recuerda que “cuando el
cardenal Wojtyla fue elegido sucesor de San Pedro el 16 de octubre de 1978, la
Iglesia estaba en una situación desesperada”. En este caso, “las
deliberaciones del Concilio se presentaban al público como una disputa sobre la
fe misma, lo que parecía privarla de su certeza indudable e inviolable”.
De hecho,
Benedicto XVI recuerda en la misiva que en el contexto histórico en el que Juan
Pablo II accedía al Papado “los sociólogos
compararon la situación de la Iglesia en ese momento con la de la
Unión Soviética bajo Gorbachov, cuando toda la poderosa estructura
del Estado finalmente se derrumbó en un intento de reformarla”.
"¡NO
TENGÁIS MIEDO!"
Esta era
la situación que esperaba a aquel nuevo Papa, “una tarea que
superaba las fuerzas humanas”. Sin
embargo, desde el inicio de su pontificado San Juan Pablo II –señala Ratzinger-
“despertó un nuevo entusiasmo por Cristo y su
Iglesia”.
Cómo
olvidar aquella primera homilía como Papa: “¡No tengáis
miedo! ¡Abrid, sí, abrid de par en par las puertas a Cristo!”. Para
Benedicto XVI aquel tono, aquella fuerza, “determinó
todo su pontificado y lo convirtió en un renovado liberador de la Iglesia”.
Además,
el Papa emérito recuerda que Juan Pablo II estaba condicionado por llegar de un
país como Polonia donde “el Concilio
había sido bien recibido: no el
cuestionamiento de todo, sino más bien la alegre renovación de todo”.
LA
DIVINA MISERICORDIA, ASPECTO CENTRAL DE SU PONTIFICADO
En la
carta, Benedicto XVI se detiene y profundiza sobre la importancia que la Divina
Misericordia tuvo en la vida de Juan Pablo II, “el
verdadero centro desde el cual debe leerse el mensaje de sus diferentes textos”.
Precisamente, el Papa polaco murió el sábado 2 de abril de 2005, víspera de la
recién inaugurada fiesta de
la Divina Misericordia.
Ratzinger
cita una experiencia personal sobre esta devoción de su querido Papa. “Desde el principio, Juan Pablo II se sintió profundamente
conmovido por el mensaje de Faustina Kowalska, una monja de
Cracovia, que destacó la Divina Misericordia como un centro esencial de la fe
cristiana y deseaba una celebración con este motivo”, explica.
Tras
diversas consultas, San Juan Pablo II escogió el domingo in albis para
esta festividad, pero antes de tomar la decisión final consultó a la
congregación presidida por el entonces cardenal Ratzinger sobre la conveniencia
de esa fecha.
“Dijimos que no porque pensamos que una fecha tan antigua y llena de
contenido como la del domingo in albis no debería sobrecargarse con
nuevas ideas. Ciertamente no fue fácil para el Santo Padre aceptar nuestro no.
Pero lo hizo con toda humildad y aceptó el no de nuestro lado por segunda vez.
Finalmente, hizo una propuesta dejando el histórico domingo in albis,
pero incorporando la Divina Misericordia en su mensaje original. En otras ocasiones,
de vez en cuando, me impresionó la humildad de este gran Papa, que renunció a las ideas de
lo que deseaba porque no recibió la aprobación de los organismos oficiales
que, según las reglas clásicas, había de consultar”, resalta Benedicto XVI.
Al final
esta fiesta de la Divina Misericordia que acaba de comenzar con las primeras
vísperas “iluminó la hora de su muerte: la luz de la misericordia se presenta como un mensaje
reconfortante sobre su muerte”.
LA
IMPORTANCIA DE JUAN PABLO II EN EL MUNDO
Además,
Benedicto VI afirma que en “esta etapa actual” se
puede encontrar la “unidad interior” entre el mensaje de Juan Pablo II y el del
Papa Francisco. “Juan Pablo II no es un rigorista moral, como
algunos lo intentan dibujar en parte.
Con la centralidad de la misericordia divina, nos da la oportunidad de aceptar
el requerimiento moral del hombre, aunque nunca podemos cumplirlo por completo.
Sin embargo, nuestros esfuerzos morales se hacen a la luz de la divina
misericordia, que resulta ser una fuerza curativa para nuestra debilidad”.
La
santidad del Papa se pedía ya desde su propio funeral donde miles de personas,
entre ellas muchos jóvenes, portaban pancartas de “¡Santo Subito!”, mientras se pedía que le otorgaran el título de “Magno”.
“Durante los casi 2.000 años de historia del papado, el título «Magno»
solo prevaleció para dos papas: León I (440-461) y Gregorio I (590-604). La
palabra «magno» tiene una connotación política en ambos, en la medida en que
algo del misterio de Dios mismo se hace visible a través de la actuación política.
A través del diálogo, León Magno logró convencer a Atila, el Príncipe de los
Hunos, para que perdonara a Roma, la ciudad de los príncipes de los apóstoles
Pedro y Pablo. Desarmado, sin poder militar o político, sino por el solo poder de la
convicción por su fe, logró convencer al temido tirano para que perdonara a
Roma. El espíritu demostró ser más fuerte en la lucha entre espíritu
y poder. Aunque Gregorio I no tuvo un éxito tan espectacular, también logró
proteger a Roma contra los lombardos, de nuevo al oponerse el espíritu al poder
y alcanzar la victoria del espíritu”, explica
el Papa emérito.
Benedicto
asegura que la similitud de estos dos Papas con Juan Pablo II “es evidente”. El Pontífice polaco “tampoco tenía poder militar o político”.
“El poder de la fe resultó ser un poder que finalmente derrocó el
sistema de poder soviético en 1989 y permitió un nuevo comienzo. Es
indiscutible que la fe del Papa fue un elemento esencial en el derrumbe del
poder comunista. Así que la grandeza evidente en León I y Gregorio I
es ciertamente visible también en Juan Pablo II”, recalca Ratzinger.
Para
acabar, asegura que “es cierto que el poder y la
bondad de Dios se hicieron visibles para todos nosotros en Juan Pablo II. En
un momento en que la Iglesia sufre una vez más la aflicción del mal, este es
para nosotros un signo de esperanza y confianza”.
“Querido
San Juan Pablo II, ¡ruega por nosotros!”, concluye
el Papa emérito.
Javier Lozano / ReL
No hay comentarios:
Publicar un comentario