Hace poco tiempo
tuve un momento de iluminación, y lo digo sinceramente. Yo siempre he tenido
problemas para mantener rutinas, horarios, agendas, y manejar correctamente mi
espacio y tiempo personal. Siempre parece haber una lluvia de pendientes y
prioridades que se pelean entre ellas para ser la primera. Desde la hora del
desayuno hasta la noche todo está como fuera de mi control.
Y ahora en época de cuarentena
puede ser más fácil caer en esa desesperación. Pero como en todo, ahora que caí
muy bajo en esta sensación de caos, el Espíritu Santo llegó a salvarme la vida
y me dejó ver qué era lo que necesitaba hacer diferente… era un cambio muy
sencillo.
Porque solemos casi odiarnos
cuando no somos ese genio de la organización y la productividad que nos dice
que nunca llega tarde a nada y que siempre duerme y come a sus horas. Nos
criticamos con dureza porque nos sentimos perezosos, inmaduros, incapaces y…
todo eso que ya no necesito decir porque cada quien tiene su «crítico interior».
En estos tres puntos te explicaré que hice y me
ayudaré de algunas citas bíblicas para que lo entendamos mejor:
1. «TODO ES BUENO, PERO NO TODO EDIFICA» (1COR. 10,
23)
Todo inició un día que dejé
cargando el celular en mi habitación y decidí que no iba a usarlo en el
desayuno. Pasaron las horas y tampoco lo tomé durante el almuerzo. Hasta llegar
la noche solo lo tomé un rato para mirar mensajes, disfrutar una serie y vivir
una misa online.
Al día siguiente me sentía
súper bien, calmada, con energía, más creativa y menos alterada. «¿Qué hice ayer que hoy me permite sentirme tan
diferente?». ¡Simplemente no estar pegada al celular!
Parece difícil pero Whatsapp, Instagram,
los memes, nuestros shows favoritos, los chismes sobre celebridades, las
noticias, el mensaje del amigo, de la familia… me tenían atada al celular (y
todavía me cuesta). Pero no olvidemos que en el momento en que hay más celular
que vida, hay que discernir: tomar distancia y
colaborar con nuestra propia salud mental.
Para reflexionar: medita en
tus hábitos: ¿lo que hago durante el día me causa
más ansiedad que paz?, ¿vivo desesperado por no tener el celular cerca?, ¿es lo
primero que tengo en las manos al despertarme y lo único que toco cuando voy a
la cama?
«Todo está permitido,
pero no todo me conviene. Todo está permitido, pero no todo me hace bien».
2. «TODO TIENE UN TIEMPO BAJO EL SOL» (ECLESIASTÉS
3)
Estaba usando el celular solo
cuando tenía tiempos «libres». Y es que
claro, si todo el día es momento de
celular, el día entero se nos pasa y luego andamos
diciendo «no hice nada hoy».
Si cada que miro el celular me
pongo a ver fotos en Instagram, revisar memes, leer noticias, hacer una rutina
de estiramientos, contestar todos los chats de Whatsapp,
escoger una canción precisa, tomar fotos «memorables»,
elegirlas para publicarlas, buscar una oración… La vida se nos va
pensando que todo es urgente.
¡Y la verdad es
que nada de esto es tan urgente! Hay cosas que simplemente podemos dejar para después. La humildad y
virtud de poder reconocer que «no todo el tiempo es
tiempo para todo…» es fundamental sobre todo en estos días de
cuarentena, en los que parece que solo tenemos vida para el celular.
Para reflexionar: ¿Qué me ayuda a crecer ahora?, ¿estoy atándome? ¿a qué
cosas puedo no darle tanta atención por ahora?
«Todo tiene su
tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo
de nacer, y tiempo de morir. Tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo
plantado. Tiempo de destruir, y tiempo de edificar» (Ecl.3).
3. RECONECTARNOS CON EL AQUÍ Y EL AHORA
Al estar metida en el celular
todo el tiempo estoy metida en una realidad virtual, que al final… no es
realmente mi realidad. Un científico y monje hindú afirma que tener mucho ruido
en la cabeza viene de no estar reconciliados con nuestra realidad, ¿será este tu caso?
A mí por ejemplo el mundo del
Internet no me ayuda. Todo el tiempo estoy pensando: «Quisiera
ser ella…tener ese cuerpo, vivir en esa casa, hacer ese contenido, caminar por
esa playa…» y así se me va «la vida real».
Cuando solté el celular pude
reírme más, escuchar mejor, sentirme más viva. Disfruté más de mis comidas, de
los comentarios de otros, contemplé lo que me rodeaba… y no lo que estaba
contenido en una cajita llamada celular.
También
nuestras conexiones reales se fortalecen cuando las conexiones virtuales nos
dan un descanso. Y eso se traduce en
satisfacción, calma y mayor sensación de vida.
Para reflexionar: ¿me comparo constantemente con los demás?, ¿termino
exhausto luego de ver todo el contenido que me ofrecen las redes?, ¿desearía
poder pasar al menos un día sin mi celular?
«Pero no se
acuerden más de otros tiempos, ni sueñen ya más en las cosas del pasado. Pues
yo voy a realizar una cosa nueva, que ya aparece. ¿No la notan? Sí, trazaré una
ruta en las soledades y pondré praderas en el desierto». (Isaías 43,18)
4. APRENDER A FRUSTRARNOS Y NO EVADIRNOS
Una terapeuta me recordaba
hace poco: «Si algo te obsesiona es porque no le
estás dejando a tu sistema descansar de eso, eso que tapa una sensación de
vacío que todos sentimos». Me explicó que este «vacío»
podía ser por distintos motivos. La soltería, la
falta de sentido, no tener trabajo, pocos amigos, el aburrimiento, el deseo de
salir, etc.
«Aprende a vivir
con la confusión, el malestar, el enojo. Asumir que no siempre nos la vamos a
pasar bien». ¡Qué importante es esto! A veces pasamos más tiempo lidiando con la adicción o culpándonos por
tenerla, repasando nuestras heridas del pasado, encontrando la raíz… que escuchándonos a
nosotros mismos.
Para reflexionar: ¿qué siento en el fondo en estos días/momentos? Platícalo
con Dios o alguien de confianza.
«Tenemos que
reconciliarnos con la realidad, no pasar nuestro preciado tiempo haciéndonos
historias de miedo o fantasía. Vivir el ahora con lo que tiene y escuchar lo
que nos hace sentir».
Escrito por Sandra Estrada








No hay comentarios:
Publicar un comentario